PRENSA INTERNACIONAL
Noviembre 6, 2003

Sanciones económicas contra Cuba

William Brownfield, Embajador de los Estados Unidos en Chile. El Mercurio, Chile, 5 de Noviembre de 2003.

Respondiendo a un pedido del gobierno cubano, las Naciones Unidas realizó ayer el ritual anual de considerar "la necesidad de poner fin al embargo económico, financiero y comercial impuesto por Estados Unidos contra Cuba". Los resultados de la votación eran predecibles: con la excepción de un puñado de países, los miembros de la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas expresaron su desacuerdo con las sanciones económicas de los Estados Unidos.

Mi colega diplomático embajador de Cuba ofreció recientemente sus opiniones sobre este tema. Por eso, ahora me ha parecido conveniente ofrecer algunos hechos que pueden contribuir a poner este asunto en una perspectiva correcta.

En materia de comercio de bienes, Estados Unidos es el principal socio comercial de Cuba. En los últimos dos años, empresas de estadounidenses han vendido más de 250 millones de dólares en productos agrícolas a Cuba, lo que convierte a EE.UU. en el mayor proveedor de esos productos para la isla. Esto ocurre porque no prohíbe a las empresas o ciudadanos estadounidenses vender alimentos, medicamentos, equipos médicos u otros productos relacionados con la salud, productos agrícolas o educacionales, ni respaldar a organizaciones no gubernamentales o de derechos humanos de Cuba.

Además de la lista mencionada, en el año 2002 el gobierno de los Estados Unidos autorizó a sus ciudadanos a realizar donaciones humanitarias por más de 143 millones de dólares y autorizó el envío de fondos privados a ese país por un estimado de mil millones de dólares. También es importante subrayar que Cuba puede comerciar sin impedimentos con cualquier otro país, y lo hace, importando anualmente más de mil millones de dólares en bienes y servicios del resto del mundo.

Finalmente, al abordar las percepciones erradas sobre la política económica de los Estados Unidos hacia Cuba, no debemos perder de vista las razones que sustentan esas políticas. Hace 40 años, las expropiaciones ilegales de las propiedades de miles de ciudadanos norteamericanos efectuadas por el actual gobierno de Cuba, sin compensaciones a los dueños, motivaron la instauración de sanciones económicas contra ese país. Hoy esta política continúa como parte de una estrategia que tiene como finalidad fomentar reformas democráticas sustanciales en Cuba. Como lo demuestran las recientes falsas elecciones y la represión aplicada a los disidentes cubanos, las sanciones son todavía muy necesarias.

El gobierno de Cuba ha restringido sistemáticamente las libertades que estadounidenses y chilenos consideran inalienables: las libertades de religión, educación y de opinión, por mencionar algunas.

Recientemente, el deprimente historial de Cuba en materia de derechos humanos ha pasado de malo a peor. En vez de respetar el interés de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas por enviar un representante para evaluar la situación de esos derechos en la isla, el gobierno de Cuba endureció más sus restricciones a la libertad de expresión, arrestando a aquellos que se expresan en contra del gobierno.

En marzo de este año, la situación llegó a su nivel más bajo, en comparación con otros años, al ser arrestados 75 miembros de la oposición, entre los que figuran periodistas, economistas, dirigentes sindicales y defensores de los derechos humanos. Ellos fueron condenados a penas de hasta 28 años de presidio simplemente por expresar pacíficamente sus opiniones políticas. Ese fue el peor acto de represión en el hemisferio occidental en más de una década.

Y eso es lo que el gobierno cubano quiere que se olvide. Mientras los representantes de Cuba en el mundo intentan enredar ese tema con una cortina de humo de retórica estridente y esgrimiendo datos económicos cuestionables que apuntan a los Estados Unidos, el gobierno de la isla dirige una campaña mucho más insidiosa destinada a acallar las voces de sus propios ciudadanos.

Espero que los representantes del mundo que apoyaron la resolución cubana en la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas puedan reflexionar sobre el privilegio de poder expresar sus opiniones sin temor a represalias, antes de que este asunto se someta nuevamente a discusión el próximo año. El pueblo cubano perdió ese derecho hace más de cuatro décadas.

© El Mercurio S.A.P


 

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