PRENSA INDEPENDIENTE
Noviembre 6, 2003

SOCIEDAD
Viajar al dedo

LA HABANA, noviembre (www.cubanet.org) - Hoy la mayoría de las personas que se trasladan entre los pueblos y provincias de Cuba utilizan básicamente camiones o rastras. Estos viajes constituyen toda un odisea personal para quienes se ven en la necesidad de hacerlos, en estos vehículos impropios y bajo un fuerte sol tropical con temperaturas promedio de 30 grados centígrados, permaneciendo de pie durante las horas que dura el trayecto y apenas sin poder tomar agua la mayoría de las veces.

La pasada semana estando de visita en casa de un amigo, escuché un relato sobre los avatares de uno de estos viajes, contado por el protagonista. El hombre, que reside en la provincia de Las Tunas, distante 850 kilómetros de la capital cubana, tuvo que venir a La Habana, ante la noticia de que un hermano residente en Estados Unidos le enviaba un paquete con ropas y algún dinero. Alegre ante la expectativa de algo que redundaría en algún beneficio, el tunero hizo acopio de sus ahorros, y tomando 200 pesos se dispuso a iniciar el viaje.

Como no tenía reservación en ómnibus o tren, ni posibilidades de resolverlo a sobreprecio, que significa el doble y hasta el triple de su valor original, eligió la vía de más posibilidades: la botella o viajar al dedo, como también se conoce el método. En el punto de control situado a la salida de la ciudad permaneció ocho horas, hasta que al filo de la tarde apareció un camión que iba hasta Ciego de Ávila. Al menos eran 300 kilómetros que adelantaba. A la ciudad avileña llegó en la noche y luego de un ligero refrigerio se dispuso esperar el amanecer en el banco de un parque. Pero dos policías le interrumpieron el sueño y lo condujeron detenido para su identificación y explicación del por qué estaba allí. Aclarada la situación, y ya de mañana, decidió continuar viaje.

Al mediodía pudo tomar otro camión que sólo le llevó hasta Sancti Spíritus, donde pudo al fin tomar un vehículo que iba directo hasta La Habana. Con casi la mitad del dinero gastado y tras más de un día de camino, el viajero apenas había cubierto la mitad del tramo.

Al fin en la capital pudo dirigirse a la dirección donde recogería el ansiado envío, que para su desencanto apenas rebasaba los veinte dólares, y la ropa que contenía el paquete, en su mayoría, no le servía por ser de talla diferente. Después de tantas contradicciones tenía que volver a enfrentar el regreso con idénticas dificultades.

Esta realidad es sufrida por miles de personas en toda la Isla, las que tienen necesidad de moverse a lo largo y ancho del país, donde viajar se convierte en un verdadero dolor de cabeza y donde las distancias no significan nada. Todo depende de la buena suerte. cnet/21



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