SOCIEDAD
Viajar al dedo
LA HABANA, noviembre (www.cubanet.org)
- Hoy la mayoría de las personas que se
trasladan entre los pueblos y provincias de Cuba
utilizan básicamente camiones o rastras.
Estos viajes constituyen toda un odisea personal
para quienes se ven en la necesidad de hacerlos,
en estos vehículos impropios y bajo un
fuerte sol tropical con temperaturas promedio
de 30 grados centígrados, permaneciendo
de pie durante las horas que dura el trayecto
y apenas sin poder tomar agua la mayoría
de las veces.
La pasada semana estando de visita en casa de
un amigo, escuché un relato sobre los avatares
de uno de estos viajes, contado por el protagonista.
El hombre, que reside en la provincia de Las Tunas,
distante 850 kilómetros de la capital cubana,
tuvo que venir a La Habana, ante la noticia de
que un hermano residente en Estados Unidos le
enviaba un paquete con ropas y algún dinero.
Alegre ante la expectativa de algo que redundaría
en algún beneficio, el tunero hizo acopio
de sus ahorros, y tomando 200 pesos se dispuso
a iniciar el viaje.
Como no tenía reservación en ómnibus
o tren, ni posibilidades de resolverlo a sobreprecio,
que significa el doble y hasta el triple de su
valor original, eligió la vía de
más posibilidades: la botella o viajar
al dedo, como también se conoce el método.
En el punto de control situado a la salida de
la ciudad permaneció ocho horas, hasta
que al filo de la tarde apareció un camión
que iba hasta Ciego de Ávila. Al menos
eran 300 kilómetros que adelantaba. A la
ciudad avileña llegó en la noche
y luego de un ligero refrigerio se dispuso esperar
el amanecer en el banco de un parque. Pero dos
policías le interrumpieron el sueño
y lo condujeron detenido para su identificación
y explicación del por qué estaba
allí. Aclarada la situación, y ya
de mañana, decidió continuar viaje.
Al mediodía pudo tomar otro camión
que sólo le llevó hasta Sancti Spíritus,
donde pudo al fin tomar un vehículo que
iba directo hasta La Habana. Con casi la mitad
del dinero gastado y tras más de un día
de camino, el viajero apenas había cubierto
la mitad del tramo.
Al fin en la capital pudo dirigirse a la dirección
donde recogería el ansiado envío,
que para su desencanto apenas rebasaba los veinte
dólares, y la ropa que contenía
el paquete, en su mayoría, no le servía
por ser de talla diferente. Después de
tantas contradicciones tenía que volver
a enfrentar el regreso con idénticas dificultades.
Esta realidad es sufrida por miles de personas
en toda la Isla, las que tienen necesidad de moverse
a lo largo y ancho del país, donde viajar
se convierte en un verdadero dolor de cabeza y
donde las distancias no significan nada. Todo
depende de la buena suerte. cnet/21
|