REPRESION
Memorias de un interrogatorio
Claudia Márquez Linares
LA HABANA, noviembre (www.cubanet.org) - El oficial
"Aramís" me confesó que
había estudiado en la Escuela Primaria
"Quintín Bandera". Todo parece
indicar que nacimos en el mismo barrio, pero nuestros
destinos, gracias a Dios, han sido muy diferentes.
Mientras estudiaba en la Escuela Primaria "José
Machado", en la Habana Vieja siempre tuvimos
un enemigo bastante temido. Eran los estudiantes
de la "Quintín Bandera". Ambas
escuelas están ubicadas bastante lejos
aunque en el mismo municipio de la Habana Vieja.
Cuando alguien gritaba: "¡Por ahí
viene la gente de Quintín Bandera!"
se formaba el corre corre. Era una escuela de
mala fama, sus alumnos eran agresivos y formaban
la bronca de pandillas en cualquier esquina. Era
preferible no buscarse problemas y seguir de largo
cada vez que coincidíamos en competencias
deportivas con los alumnos de esa escuela.
Le halaban el pelo a las niñas y les subían
la saya del uniforme. Andaban con palos en las
manos y lanzaban piedras si se fajaban con alguien
de otra escuela. Se veían niños
irrespetuosos, aunque seguramente había
algunos a los que se les podía llamar niños
decentes. También eran famosos por su bajo
nivel académico y porque andaban siempre
con el uniforme desarreglado.
¿Quién me lo iba a decir? Casi
quince años después un alumno de
ésos iba a ser mi interrogador en la Sección
21 de la Seguridad del Estado en Marianao. Antes
del triunfo revolucionario este lugar, paradójicamente,
era la sede del BRAC (Buró Represivo contra
Actividades Comunistas). Detrás de un cómodo
Buró este oficial me diría que si
yo quería a mi hijo y me recordaría
a cada rato que mi esposo ha sido condenado a
18 años como si a mí se me hubiese
olvidado tan rápido.
Lo que tampoco olvido fácil son sus técnicas
de interrogatorio o "conversación"
como a ellos les gusta llamarle. Ya lo había
hecho el 19 de marzo de 1999 y utilizó
las mismas frases repetitivas, la misma expresión
de sus manos y rostro y las mismas solapadas amenazas.
Me imagino que habrá estudiado de los manuales
de la extinta KGB. Sin venir al caso y a intervalos
me preguntaba si mi madre estaba bien. Lo mismo
hizo en el año 99. Quizás por ese
motivo "la conversación" me pareció
tan aburrida e insustancial.
Lo acompañaba Marcos, un joven que dijo
que practicaba fútbol, al parecer para
que me fijara en su atlética figura. Este
joven afirmó que los 75 fueron juzgados
porque corría peligro la seguridad nacional.
Me pareció tan indignante y absurdo que
no tuve menos que decirle: "Sé sincero
contigo mismo, y mírate dentro de ti mismo:
¿tú crees que 75 personas pacíficas
tenían en peligro la seguridad del país?"
No sé si de veras se miró dentro
de sí, pero no repitió más
tal sandez.
Marcos hacía hincapié y repetía
que ellos no eran represivos. Pero el hecho de
que si a mi esposo, un hombre pacífico
que solamente esgrimía sin miedo sus opiniones
sobre el gobierno, la economía y la sociedad,
y cuyo delito fue crear un partido opositor que
pide libertades económicas, políticas
y sociales para los cubanos, fueron capaces de
pedirle cadena perpetua y luego condenarlo a 18
años, entonces no hay mayor ejemplo de
que éste sí es un gobierno represivo.
Fidel Castro asaltó el Cuartel Moncada
y la dictadura de Batista lo condenó a
15 años. Mi esposo abogaba por los derechos
de los cubanos de manera pacífica y el
propio gobierno de Castro lo condenó a
un régimen de máximo rigor en el
que puede ver a nuestro hijo cuatro veces al año,
porque la visita es cada tres meses.
También Marcos afirmó que el Proyecto
Varela era inconstitucional y que aunque fueran
un millón de firmas esto era la dictadura
del pueblo. A veces pensé que conversaba
con dos robots, pero tenía que mantener
la calma. Durante un interrogatorio no vale la
pena discutir. Mi respuesta fue que si sólo
lo hubiesen firmado 10 cubanos para mí
tenía mucho valor. El hecho que 10 ciudadanos
den su número de Carnet de Identidad y
su dirección particular es un acto tan
heroico como cualquier otro y que tiene un valor
incalculable debido a los peligros que ese paso
les puede acarrear.
Fueron dos horas escuchando a un hombre que mostraba
su cinismo con total impunidad. Pero también
demostró miedo sin darse cuenta. "Cuando
aquí haya un cambio, tú Claudia,
vas a venir vestida de camuflaje con un fusil
en la mano y vas a decir, 'a ése sepárenlo',
y me vas a fusilar". Me quedé sorprendida
con esa imagen que utilizó, pues psicológicamente
se traicionó a sí mismo y me demostró
que está seguro de que en Cuba habrá
un cambio y que él ya no estará
entonces en el bando del poder. Le respondí
que era una mujer pacífica. Sólo
aspiro a la libertad para todos los cubanos. Los
ajustes de cuenta sólo engendran violencia.
Por primera vez en mi vida pude darme cuenta
de que un ex estudiante de la "Quintín
Bandera" también puede sentir miedo
aunque años atrás me parecía
imposible.
Mi mayor aspiración es que mi hijo crezca
en una sociedad donde pensar diferente a la línea
del Partido Comunista no signifique tu aniquilación
como individuo. Confío en que esa Cuba
libre llegará más temprano que tarde.
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