PRENSA INDEPENDIENTE
Noviembre 5, 2003

OLA REPRESIVA
Las Damas de Blanco

LA HABANA, octubre (Tania Díaz Castro / www.cubanet.org) - A veces me pregunto qué ganó el régimen castrista con encarcelar a 75 opositores pacíficos y periodistas independientes, si hoy son muchos más los que alzan su voz en Cuba contra tal arbitrariedad: esposas, hermanos, hermanos de causa, amigos.

Un ejemplo de esta realidad son las Damas de Blanco, un grupo de esposas que visitan embajadas, iglesias, envían cartas a personalidades del mundo entero, se reúnen, caminan por las calles vestidas de blanco en reclamo de los compañeros de su vida.

¿Qué ha ganado el régimen, qué beneficio ha recibido? ¿Será acaso que aquí solamente importa la venganza, el desquite, la represalia?

Recuerdo hoy a otras damas: esposas, madres, novias, hermanas, hijas, verdaderos ejemplos de amor y sufrimiento. Las vi por primera vez en 1972, cuando visité la prisión política de Cuba, en la vieja fortaleza militar "La Cabaña". Allí cumplían largas condenas cientos de hombres que, de forma pacífica o no, se habían opuesto a la política de Fidel Castro.

Cada día 26, una multitudinaria concentración de presos políticos permanecía en un túnel oscuro, lleno de ratas, en espera de sus familiares. Jamás olvidaré a aquellas esposas, siempre presentes en las visitas, demostrando una abnegación que iba más allá de rejas, tiempo y castrismo.

Lo recuerdo todo: aquella palidez de tinieblas de los hombres, inquebrantables, plantados como hiedras perennes, firmes en su actitud, con su ternura habitual para los esposas, plantadas también contra el mismo adversario.

Y pienso todo esto mientras dejo atrás a Laura, caminando por la calle Neptuno, en La Habana, a pleno sol, toda vestida de blanco, que es el color de la lucha no violenta, del amor de mujer puro y constante, ése que no reclama nada, que lo da todo. Laura lleva una camiseta blanca donde está impresa, casi en tamaño natural, una foto de su esposo, el periodista y opositor pacífico Héctor Maseda Gutiérrez, condenado a 20 años de prisión por orden de Fidel Castro.

Va Laura con un orgullo tremendo, exhibiendo el rostro apacible y bondadoso de su amado, quien permanece en confinamiento solitario hace ya siete meses. Como ella, son muchas las que caminan al mismo paso, como sembrando luces por las aceras rotas, buen viento para una ciudad deshecha, maldita; amando a sus hombres ausentes en la soledad de cada una de sus noches. Yolanda, la de Vázquez Portal; Gisela, la de Héctor Palacios; Blanquita, la de Raúl Rivero; Miriam, la de Espinosa Chepe; Claudia, la de Osvaldo. También Dolia, Julia, Nancy, Beatriz, Berta, Elizabeth, Marcela, Iraida, Nancy.

De ellas es la esperanza, el cielo límpido, la pródiga promesa del tiempo que ha de pasar.

Hoy son otras las mujeres que sufren bajo el mismo cielo. Los verdugos son los mismos. En esa larga historia hubo una novia tratando de romper las rejas de su amado. Una novia, a lo lejos, muy a lo lejos. Una novia que se quedó sin alas. Cortadas sus alas. Haciendo giros como una muerta, como una mariposa muerta frente a un horizonte luminoso que sólo pudo imaginar.



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