SOCIEDAD
La diarias incomodidades (II)
LA HABANA, noviembre (www.cubanet.org)
- Como faltaba un rato para la entrevista que
debía tener esa mañana, me dispuse
a hacer un tiempo en un pequeño parque
que encontré al retirarme de la cafetería
de las quejas y críticas ya referidas en
la primera parte de este trabajo.
Al alcance de mi oído se encontraban dos
muchachas y el chofer que las había trasladado
desde Pinar del Río, según sugería
la chapa del vehículo en el que tenían
sus propiedades.
Esperaban por una persona que tenía una
reunión en la empresa estatal que tiene
sus oficinas al frente al parque.
Sin preocuparse por mi presencia comentaron sobre
una reunión que había tenido lugar
en su centro de trabajo, a fin de determinar a
quiénes se les asignarían los bonos
para comprar televisores PANDA que la Central
de Trabajadores de Cuba (CTC) distribuye según
los méritos de los trabajadores con influencia
determinante de los méritos políticos.
Aclaró una de las muchachas que PANDA
no es una marca sino los siglas de "producto
altamente nocivo que destruye amistades".
Todos reímos.
"Aquello era un prostíbulo",
dijo la otra muchacha refiriéndose a la
reunión, y contó que uno de los
aspirantes "sacó hasta las medallas".
La primera joven añadió: "En
mi vida había visto tanto trapo sucio al
aire".
Cuando me dirigí a la cafetería,
el anciano que entró a mi lado no me dio
tiempo a preguntar si podía pasar al baño.
Comentó al empleado: "¡Qué
olor más rico! Vaya, están cocinando
bueno". El dependiente respondió:
"¡Qué va, eso es la torta para
la merienda de los muchachos, es olor na'má!".
Se refería a la "merienda reforzada"
que dan a los estudiantes de secundaria básica
para que permanezcan doble sesión en las
escuelas, y como sustituto del almuerzo.
Más tarde, tuve que tomar un transporte
de pasajeros que denominan "camello".
Cuando subí, luego de hacer la cola, el
conductor gritaba:
- ¡Jabas, mochilas y carteras al frente
que los carteristas están alborotados!
No sorprende que casi todos los viajes, o durante
los tumultos al entrar o salir de estos vehículos,
se oiga la queja de algún que otro pasajero
al notar que le han vaciado los bolsillos o los
bultos las expertas manos de seda de los carteristas.
A mi lado hacían el viaje dos hombres
que andan por los setenta años. El mulato
contaba al blanco los pormenores de su reciente
viaje en tren a una de las provincias orientales:
"Todo el viaje nada más que se veía
marabú a ambos lados. No vi una hierba,
ni una vaca, ni un sembrado; marabú, marabú
y marabú, nada más". El resto
del tiempo lo dedicó a quejarse de la falta
de agua en el tren, del mal servicio, de los repetidos
registros que hizo la policía en distintos
puntos del trayecto.
Esa noche, haciendo el recuento del día,
juré que de ahora en adelante haría
oídos sordos de los que me rodean en mis
viajes. De no hacerlo así, nunca más
podré oír cosas agradables a los
sentidos y al alma, pues la gente de a pie sufre.
Está cargada de tensiones y sentimientos
negativos. Esto es viejo.
Lo novedoso es que ya se quejan y critican, pero
no precisamente en voz baja, y sin mirar hacia
los lados para ver a quién los rodea "por
si acaso". No sé por qué, pero
ello me hace recordar el testimonio bíblico
de que "primero fue el verbo". ¿Qué
podrá venir después si las cosas
no cambian a tiempo?" cnet/38
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