'Son
los otros los que tiemblan'
Luis Aguilar
León. El
Nuevo Herald, junio 29, 2003.
Tengo un gran amigo
que ha cruzado bravamente los hondos traumas del
proceso cubano. Es un hombre trabajador e inteligente
que nació en La Habana y trabajó
en Sancti Spiritus y que siempre ha preferido
más la experiencia humana que la compleja
teoría de los libros. Vecinos que somos,
nos encontramos a menudo cuidando los jardines
o laborando menudencias alrededor de las casas.
Y casi siempre revisamos las mutuas, y a veces
diferentes, perspectivas que tenemos del momento
cubano. En ocasiones, mi tocayo, don Luis Sotolongo,
cierra la conversación con una frase original.
Ayer así lo hizo. Hoy me complazco en compartir
con mis lectores el examen de su tesis.
Con el galope expresivo
de los cubanos habló mi amigo apasionadamente
y me repitió que nosotros no acababamos
de entender cómo ha cambiando nuestra situación
de exiliados, que no nos damos cuenta de que en
estos momentos son Fidel y sus lacayos los que
están pasándola negra, y que ya
era hora de hacer que todos los cubanos comprendieran
que el mundo y el destino se han vuelto contrarios
a nuestros enemigos. Sintetizando su idea, mi
amigo me repitió ayer que hoy en día
"los que tiemblan son ellos''.
Conviene examinar
el argumento. No hay duda de que al primer golpe
de vista se puede decir que hasta hace casi un
año, la mayor parte del exilio se preguntaba
qué iba a hacer Fidel, cuál iba
a ser su ofensiva, cómo era posible que
los americanos no hicieran nada contra el barbudo,
mientras los presidentes democráticos latinoamericanos
abrazaban calurosamente al monstruo castrista.
El panorama ha cambiado, la economía cubana
está prácticamente paralizada, sólo
los dólares alivian a quienes tienen el
privilegio de adquirirlos, y los insólitos
fusilamientos y las condenas brutales provocaron
ráfagas de desprestigio contra el régimen
castrista. El estrecho sendero de la revolución
se ha vuelto tan árido que ni siquiera
los intelectuales del partido comunista se atreven
a tantear los ''nuevos'' planes que se van a discutir
en el próximo congreso del partido.
Ahora bien, ese
cuadro está correcto, pero no está
completo. De ahí que sea útil examinar
otras zonas del problema para tener una visión
más completa. Recordemos que toda opinión
o todo hecho pueden ser analizados desde diferentes
puntos de vista. De ahí la retórica
tendencia a juzgar a quienes estan discutiendo
el futuro, como ''optimistas'' o ''pesimistas''.
Tales personas se olvidan de que quien juzga a
otro discursante como positivo o negativo está
basando su juicio en su propia convicción.
La retórica torna todo en vacías
expresiones. De ahí la irónica frase
que un profesor alemán me deslizó
una vez en el oído, en un debate internacional:
''No se olvide de que un 'pesimista''', me dijo
para apoyarme, 'no es más que un 'optimista'
bien informado''.
Toda polémica
tiende a ser positiva porque se desarrolla en
un ambiente de libertad. Si queremos insistir
en cualquier explicación de un hecho o
proceso histórico tenemos que reconocer
los derechos del adversario y tratar de ser objetivos.
Esa es la forma democrática. A la inversa,
en los regímenes totalitarios, modelados
con moldes de hierro, cada pregunta tiene que
recibir la misma respuesta. Es ahí donde
la diversidad y el respeto democrático
se ponen de manifiesto. En Cuba, un trágico
ejemplo, la dictadura comenzó hace cuarenta
años con un ''Gracias, Fidel'' y continúa
hoy con un "Ordene, comandante''.
Lo cual nos conduce
de nuevo al terrible cuadro de la Cuba actual,
a la visión de su negritud, y a la aparente
falta de alguna solución para Fidel. Pero
la voluntad realista, la que supera a los juicios
''pesimistas'' u ''optimistas'' y trata de cubrir
todos los aspectos y entender todas las posibilidades,
comienza por formular al menos una pregunta. ¿Qué
movió a un viejo líder a ordenar
un despliegue de arrestos y fusilamientos? Porque
es básico recordar que la última
crisis que ha agitado a Cuba no se abatió
sobre Castro, sino que fue Castro quien la lanzó
contra los disidente y el exilio. Y cuando muchas
naciones se lo reprocharon, él respondió
con una catarata de insultos en todos los mapas
internacionales.
Frente a tal iniciativa
castrista, la respuesta más fácil
es la locura de Castro. Locura que, curiosamente,
jamás lo ha llevado a un traspiés
definitivo. Otra es que la brutal medida apunta
a dos objetivos: paralizar al pueblo y a los disidentes
con un electroshok y, al mismo tiempo, enviar
un mensaje disimulado a los americanos, asegurándoles
que Casro los apoya en no permitir una emigración
masiva de cubanos. Lo cual nos acerca a ciertas
posibilidades que apenas si hemos mencionado.
La más básica es que Fidel no va
a escaparse de la isla buscando remotez y supervivencia.
El viaje no lo salva. Ni parece que el teórico
puente articulado para salvar la supervivencia
del castrismo no ha logrado convencer a Castro
de que va a haber seguridad para él.
Menos visible, pero
muy importante, en el panorama examinado es la
posibilidad de que, a medida que se le estrechen
los caminos al dictador, no le quede más
remedio que seguir el ejemplo de Hitler y convocar
a un Gotterdamnerung, a un ''ocaso de los dioses''
cubanos, provocado por un ataque a los americanos,
que le permitirá a Castro morir acusando
al imperialismo.
Cuando volvamos
a examinar al cuadro cubano actual pudiera resultar
que, como intuye mi gran amigo, los de allá
tiemblan y los de acá se ríen, hasta
que el destino decida darle un toque a la llave
que controla el futuro.
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