¿Seremos
como el Che?
Ileana Fuentes. El
Nuevo Herald, 22 de diciembre de 2003.
Pensemos qué puede pasar en la psiquis
de una niña cuya infancia se desarrolla
en medio de símbolos y héroes masculinos.
El uniforme verde olivo perenne de la alta dirigencia
no es accidental: va con la perpetuación
del gran guajiro macho, del gran combatiente,
en el subconsciente colectivo, incluyendo, y muy
especialmente, el subconsciente de las mujeres.
De ahí que ''la pleitesía y el sometimiento''
a que se refiere la crítico literaria Helena
Araújo encuentre su máxima expresión
en la frase periódica de la presidenta
vitalicia de la Federación de Mujeres Cubanas,
enunciada a nombre de las mujeres de la isla:
''Comandante en jefe: ¡ordene!'' Lealtad
en masa a la iconografía masculina --no
hay iconografía femenina-- de la revolución.
Ladisleisy de la Caridad ha cumplido los siete
años. La libreta de racionamiento de su
familia, a partir de ese momento, no incluirá
la ración de leche diaria que le tocaba
hasta el día de ayer. A partir de hoy,
según las autoridades de salud y el régimen,
ni Ladisleisy ni el otro millón de niñas
cubanas necesitan más fuentes alimenticias
de calcio. Desde ese momento, a Ladisleisy se
le ha programado la osteoporosis para cuando sus
gastados huesos lleguen a la tercera edad.
Además, Ladisleisy tampoco verá
un bistec ni un hígado salteado en su plato
durante su infancia, ni en la adolescencia, ni
mucho menos cuando entre en la fuerza laboral.
Los burócratas, inconscientes de las necesidades
alimenticias femeninas, también le han
programado anemia crónica, mucho antes
de llegar a la menopausia. A las Ladisleisys de
Cuba se le violentará la salud desde la
cuna.
Y que se prepare, porque al tiempo que le quiten
la leche de su dieta le pondrán alrededor
del cuello la pañoleta roja de los pioneros.
Ahí comenzará la transformación
de su psiquis. Porque en los pioneros no se jugará
a las muñecas, ni a los yaquis, ni parchís.
En los pioneros se ensayará a menor escala
toda una disciplina que servirá más
adelante, sobre todo a los varones, para enfrentar
el servicio militar obligatorio, y a las hembras,
la militancia en las milicias territoriales y
en las microbrigadas de la construcción.
En los pioneros se dará el primer golpe
oficial a la autoestima de las niñas, obligadas
a interiorizar como modelo al mal llamado ''guerrillero
heroico'', a un rebelde con causa fracasado, a
un inepto administrador de finanzas, a un médico
que colgó el estetóscopo, a un sujeto
que despreciaba a los cubanos, que era grosero
y déspota con las mujeres, y que además,
como si todo esto fuera poco, era un frío
asesino. De los casi 20,000 fusilamientos efectuados
en Cuba en los primeros tres años de revolución
--muchos de ellos sin siquiera haberse celebrado
juicio--, el argentino trasnochado firmó
la sentencia de muerte de más de la mitad
de ellos.
Ladisleisy de la Caridad ha cumplido 13 años.
Es hora de enfrentar la violencia institucional
que conlleva la escuela al campo. En la escuela
al campo trabajará y estudiará simultáneamente,
sin saber que el estado la está explotando
y que el trabajo infantil está prohibido
por Naciones Unidas y la Organización Internacional
del Trabajo, y condenado por Amnistía Internacional
y Human Rights Watch. Su alimentación será
horrenda, a no ser que sus pobres padres hagan
milagros y le lleven cada dos semanas una jaba
llena de comestibles.
Tendrán que llevarle ropa, sábanas
y almohadillas sanitarias, medicamentos para las
picadas y las erupciones de la piel, algún
antidiarreico comprado en dólares en la
shopping. La vida de la adolescente Ladisleisy
de la Caridad será una constante pesadilla
en la escuela al campo, donde su educación
no es en realidad una prioridad del MINED, y donde
tendrá que defenderse como fiera contra
el acoso sexual de profesores y administradores,
jugar el papel que le toca en la división
laboral de género, y las presiones sexuales
que sobre ella han de ejercer los machos que la
rodean. Hay que leerse el libro de quien fuera
hasta hace unos años la autoridad máxima
en educación sexual en Cuba, la Dra. Mónika
Krause (Mónika y la revolución),
para entender el atropello sistémico y
sistemático contra las jóvenes cubanas.
Cuba no es ni remotamente el ''paraíso
de los niños'', como afirma la propaganda.
Las niñas cubanas también son objeto
y víctimas de la violencia general y de
la violencia del machismo que reafirma día
a día el sistema. ''¿Cómo
dice usted, comandante?'', preguntará años
más tarde una agotada Ladisleisy de la
Caridad, abandonada con sus hijos en Manicaragua,
porque el marido se montó en una balsa.
"¿Dijo usted que seríamos como
el Che?''
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