PRENSA INDEPENDIENTE
Diciembre 5, 2003

POLITICA
Desde la colina:
Las fuerzas armadas de Castro

LA HABANA, diciembre (www.cubanet.org) - "Si llegamos, entramos". Con esta máxima Fidel Castro partió de México, donde se encontraba luego de beneficiarse de una amnistía del entonces presidente Fulgencio Batista. Su objetivo era claro y conciso: derrocar al régimen imperante en la Isla e instalar un reino o una especie de feudo de su propiedad y para su clan familiar.

Logró reunir a unas cuantas decenas de hombres que querían un cambio en el sistema que imperaba en la isla, y que estaban lejos de imaginar que aquel yate no sólo no traería la libertad prometida por los hermanos Castro, sino que su ascención al poder desplazaría todas las instituciones democráticas de una república que clasificaba en envidiables lugares a escala latinoamericana, comparable incluso en muchos indicadores con países desarrollados.

Aquellos hombres que acompañaron a Fidel Castro en su travesía ''libertadora'' de Cuba, no pensaron jamás que este último eliminaría toda forma de libre pensamiento, expresión y asociación en Cuba.

Castro hizo que aquellos hombres, jovenes, llenos de vida, se convirtieran en guerrilleros, insurgentes y practicaran en no pocas ocasiones actos de verdadero terrorismo, colocando petardos, detonando bombas en diversos lugares para provocar la caída del sistema presidencial cubano. En aquel momento, los jóvenes del yate no sabían que sus sueños serian poco más tarde ultrajados y usurpados por una mafia cuyos capos y jefes pretenderían perpetuarse en el poder, dando las espaldas a todo un pueblo y conquistando para su beneficio personal y único la nación cubana.

El ideal de una nación "con todos y para el bien de todos" de nuestro José Martí sería pisoteado. Fruto de una fraticida guerra de guerrillas que costó la vida a miles de hijos de esta tierra, se instauraba en Cuba el régimen mesiánico y brutal, de oídos sordos a la comprensión, al diálogo y al entendimiento que dura hasta nuestros días.

"Si llegamos, triunfamos". No dudó Castro en profetizar (una muy mala costumbre, pues casi siempre le sale, en buen cubano, "el tiro por la culata"), que una vez en territorio cubano el triunfo sería seguro.

A la luz de todos estos años de Fuerzas Armadas bajo la tiranía cubana, vale la pena reflexionar cuál ha sido el papel jugado por los miltares cubanos. La represión ha sido el arma utilizada por los uniformados después de la llegada de los hermanos Castro al poder, y la participación en guerras foráneas, causas no muy convincentes para el pueblo cubano, que aún hoy se interroga sobre la necesidad de enviar tropas cubanas a lugares tan remotos a entregar vidas sin que la acción tuviera ningún sentido ni justificación.

Las fuerzas armadas de Castro también han financiado, apoyado, entrenado y preparado efectivos en casi todo cuanto rincón de este continente se levanta un movimiento para subvertir el orden institucional, en cuanta insurgencia se decide a tomar las armas para derrocar el poder electoralmente instituido. Herederas de la más feroz y arbitraria política de subversión y terror, los uniformados cubanos han hecho suyas, como patentes personales, cuantas medidas logren levantar a los pueblos, bajo el supuesto argumento de ''liberación nacional, independencia y autodeterminación''.

Así, prestaron ayuda a los guerrilleros en Nicaragua, entrenaron a los marxistas del Perú, se dedicaron durante años a exterminar el orden de las hermanas naciones cemtroamericanas. Durante una de las cumbres iberoamericanas, Castro fue acusado y encontrado responsable máximo de la muerte de miles de salvadoreños, y la lista sería interminable. Un caso actual resulta el de las FARC en Colombia, que secuestran, aniquilan, instalan el terror y la miseria en toda la geografía colombiana, y sin embargo encuentran refugio y el abrazo amigo de sus colegas cubanos.

A este túnel oscuro, aciago, embarazoso y sobre todo sin salida han sido conducidos, por miedo a enfrentarse a la realidad, los militares cubanos. No pocas amenazas y represalias han caído sobre aquéllos que han decidido hacer un alto en esta demencial y senil carrera hacia el fracaso. Otros todavía quedan por asumir una verdadera postura cívica y profesional, que los acerque a su razón de ser: defender al pueblo y a su suelo patrio.

Hacer gala de su altruismo y sabiduría en la defensa de la soberanía de Cuba y los cubanos es tarea de primer orden y punto de mira para todos los militares cubanos. Alejados de toda funesta vocación de eternizar el sufrimiento de un pueblo y el apoyo a un régimen déspota, y criminal.

¿Qué tiene que ver la participación en redadas orquestadas por el sistema de Castro contra pacíficos y eminentes profesionales de la información, la palabra y la oposición? ¿Qué tienen que ver sus brutales arrestos, torturas en el plano físico y emocional, con unas fuerzas armadas al servicio del pueblo y en beneficio de la patria? ¿En qué cumplen con su papel las fuerzas armadas cuando desalojan humildes campesinos, expulsan a estudiantes y trabajadores por el simple hecho de decir lo que piensan como hombres honrados?

La respuesta es bien sencilla: ABSOLUTAMENTE NADA. Lo triste de todo esto para este joven estudiante de periodismo que desde la colina universitaria sueña con una Cuba libre y democrática, independiente de la dictadura feudal y anárquica que la oprime, lo más triste, es saber que son los hijos de humildes y abnegadas madres, quienes desorientados por la falsedad de una mentira repetida hasta al cansancio han participado y son cómplices y coautores de la represión hacia cada una de las manifestaciones espontáneas y hacia cada rayo de libertad del pueblo sufrido de Cuba.

Sin duda la isla merece un mejor destino, apartado de la desgracia imperial castrista, y donde las fuerzas armadas respondan a su verdadero objetivo, la salvaguarda de la seguridad nacional. El Día de las Fuerzas Armadas es una excelente fecha para que los militares cubanos comprendan que al hacerle el juego a la tiranía se traicionan ellos mismos, confiscan e hipotecan el futuro y el porvenir de sus hijos y el de las futuras generaciones de cubanos ávidos y deseosos de cambios que no sólo son inminentes dada la pujanza del pueblo que quiere su emancipación, sino porque el curso de la historia es hacia el progreso y a ello no hay fuerza, por brutal y draconiana que sea, que pueda oponerse.

Sea entonces este día de esperanza y fe, quien escribe estas lineas, a punto de recibirse como periodista en la universidad, prefiere apostar a que la luz será más fuerte que la oscuridad y que más temprano que tarde nuestras fuerzas armadas llegarán a ser orgullo y felicidad para todos los cubanos, ya sin los Castro, ya si miedos, ya sin guerras injustificadas y donde la causa suprema no sea la muerte sino la vida. Confiemos en la inteligencia, el valor y la sapiensa de los hombres de uniformes cubanos, y pensemos hoy que tomarán lo mejor de nuestras tradiciones para liberar a Cuba. cnet/54



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