POLITICA
Desde la colina:
Las fuerzas armadas de Castro
LA HABANA, diciembre (www.cubanet.org)
- "Si llegamos, entramos". Con esta
máxima Fidel Castro partió de México,
donde se encontraba luego de beneficiarse de una
amnistía del entonces presidente Fulgencio
Batista. Su objetivo era claro y conciso: derrocar
al régimen imperante en la Isla e instalar
un reino o una especie de feudo de su propiedad
y para su clan familiar.
Logró reunir a unas cuantas decenas de
hombres que querían un cambio en el sistema
que imperaba en la isla, y que estaban lejos de
imaginar que aquel yate no sólo no traería
la libertad prometida por los hermanos Castro,
sino que su ascención al poder desplazaría
todas las instituciones democráticas de
una república que clasificaba en envidiables
lugares a escala latinoamericana, comparable incluso
en muchos indicadores con países desarrollados.
Aquellos hombres que acompañaron a Fidel
Castro en su travesía ''libertadora'' de
Cuba, no pensaron jamás que este último
eliminaría toda forma de libre pensamiento,
expresión y asociación en Cuba.
Castro hizo que aquellos hombres, jovenes, llenos
de vida, se convirtieran en guerrilleros, insurgentes
y practicaran en no pocas ocasiones actos de verdadero
terrorismo, colocando petardos, detonando bombas
en diversos lugares para provocar la caída
del sistema presidencial cubano. En aquel momento,
los jóvenes del yate no sabían que
sus sueños serian poco más tarde
ultrajados y usurpados por una mafia cuyos capos
y jefes pretenderían perpetuarse en el
poder, dando las espaldas a todo un pueblo y conquistando
para su beneficio personal y único la nación
cubana.
El ideal de una nación "con todos
y para el bien de todos" de nuestro José
Martí sería pisoteado. Fruto de
una fraticida guerra de guerrillas que costó
la vida a miles de hijos de esta tierra, se instauraba
en Cuba el régimen mesiánico y brutal,
de oídos sordos a la comprensión,
al diálogo y al entendimiento que dura
hasta nuestros días.
"Si llegamos, triunfamos". No dudó
Castro en profetizar (una muy mala costumbre,
pues casi siempre le sale, en buen cubano, "el
tiro por la culata"), que una vez en territorio
cubano el triunfo sería seguro.
A la luz de todos estos años de Fuerzas
Armadas bajo la tiranía cubana, vale la
pena reflexionar cuál ha sido el papel
jugado por los miltares cubanos. La represión
ha sido el arma utilizada por los uniformados
después de la llegada de los hermanos Castro
al poder, y la participación en guerras
foráneas, causas no muy convincentes para
el pueblo cubano, que aún hoy se interroga
sobre la necesidad de enviar tropas cubanas a
lugares tan remotos a entregar vidas sin que la
acción tuviera ningún sentido ni
justificación.
Las fuerzas armadas de Castro también
han financiado, apoyado, entrenado y preparado
efectivos en casi todo cuanto rincón de
este continente se levanta un movimiento para
subvertir el orden institucional, en cuanta insurgencia
se decide a tomar las armas para derrocar el poder
electoralmente instituido. Herederas de la más
feroz y arbitraria política de subversión
y terror, los uniformados cubanos han hecho suyas,
como patentes personales, cuantas medidas logren
levantar a los pueblos, bajo el supuesto argumento
de ''liberación nacional, independencia
y autodeterminación''.
Así, prestaron ayuda a los guerrilleros
en Nicaragua, entrenaron a los marxistas del Perú,
se dedicaron durante años a exterminar
el orden de las hermanas naciones cemtroamericanas.
Durante una de las cumbres iberoamericanas, Castro
fue acusado y encontrado responsable máximo
de la muerte de miles de salvadoreños,
y la lista sería interminable. Un caso
actual resulta el de las FARC en Colombia, que
secuestran, aniquilan, instalan el terror y la
miseria en toda la geografía colombiana,
y sin embargo encuentran refugio y el abrazo amigo
de sus colegas cubanos.
A este túnel oscuro, aciago, embarazoso
y sobre todo sin salida han sido conducidos, por
miedo a enfrentarse a la realidad, los militares
cubanos. No pocas amenazas y represalias han caído
sobre aquéllos que han decidido hacer un
alto en esta demencial y senil carrera hacia el
fracaso. Otros todavía quedan por asumir
una verdadera postura cívica y profesional,
que los acerque a su razón de ser: defender
al pueblo y a su suelo patrio.
Hacer gala de su altruismo y sabiduría
en la defensa de la soberanía de Cuba y
los cubanos es tarea de primer orden y punto de
mira para todos los militares cubanos. Alejados
de toda funesta vocación de eternizar el
sufrimiento de un pueblo y el apoyo a un régimen
déspota, y criminal.
¿Qué tiene que ver la participación
en redadas orquestadas por el sistema de Castro
contra pacíficos y eminentes profesionales
de la información, la palabra y la oposición?
¿Qué tienen que ver sus brutales
arrestos, torturas en el plano físico y
emocional, con unas fuerzas armadas al servicio
del pueblo y en beneficio de la patria? ¿En
qué cumplen con su papel las fuerzas armadas
cuando desalojan humildes campesinos, expulsan
a estudiantes y trabajadores por el simple hecho
de decir lo que piensan como hombres honrados?
La respuesta es bien sencilla: ABSOLUTAMENTE
NADA. Lo triste de todo esto para este joven estudiante
de periodismo que desde la colina universitaria
sueña con una Cuba libre y democrática,
independiente de la dictadura feudal y anárquica
que la oprime, lo más triste, es saber
que son los hijos de humildes y abnegadas madres,
quienes desorientados por la falsedad de una mentira
repetida hasta al cansancio han participado y
son cómplices y coautores de la represión
hacia cada una de las manifestaciones espontáneas
y hacia cada rayo de libertad del pueblo sufrido
de Cuba.
Sin duda la isla merece un mejor destino, apartado
de la desgracia imperial castrista, y donde las
fuerzas armadas respondan a su verdadero objetivo,
la salvaguarda de la seguridad nacional. El Día
de las Fuerzas Armadas es una excelente fecha
para que los militares cubanos comprendan que
al hacerle el juego a la tiranía se traicionan
ellos mismos, confiscan e hipotecan el futuro
y el porvenir de sus hijos y el de las futuras
generaciones de cubanos ávidos y deseosos
de cambios que no sólo son inminentes dada
la pujanza del pueblo que quiere su emancipación,
sino porque el curso de la historia es hacia el
progreso y a ello no hay fuerza, por brutal y
draconiana que sea, que pueda oponerse.
Sea entonces este día de esperanza y fe,
quien escribe estas lineas, a punto de recibirse
como periodista en la universidad, prefiere apostar
a que la luz será más fuerte que
la oscuridad y que más temprano que tarde
nuestras fuerzas armadas llegarán a ser
orgullo y felicidad para todos los cubanos, ya
sin los Castro, ya si miedos, ya sin guerras injustificadas
y donde la causa suprema no sea la muerte sino
la vida. Confiemos en la inteligencia, el valor
y la sapiensa de los hombres de uniformes cubanos,
y pensemos hoy que tomarán lo mejor de
nuestras tradiciones para liberar a Cuba. cnet/54
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