PRENSA INDEPENDIENTE
Agosto 20, 2003

OLA REPRESIVA
Carta abierta a Agusto Roa Bastos

Carta abierta de Yolanda Huerga, esposa del poeta cubano encarcelado Manuel Vázquez Portal, al escritor paraguayo Augusto Roa Bastos, de visita en Cuba invitado por Fidel Castro.

Sr. Augusto Roa Bastos:

Yo no soy una intelectual, soy sólo la esposa de un intelectual cubano condenado a 18 años de prisión por ejercer su derecho a la libertad de pensamiento y de palabra.

Mi esposo, Manuel Vázquez Portal es un poeta y periodista, detenido y sentenciado en la ola represiva de marzo del 2003, junto a otros 74 opositores pacíficos y periodistas independientes.

Nosotras, las esposas de los presos políticos cubanos (que no son 75, sino más de 300) clamamos la ayuda de la comunidad internacional para que nos apoyen en la búsqueda de la libertad de nuestros esposos y familiares. Recibimos el apoyo de destacados escritores que Usted seguramente conoce: Mario Vargas Llosa, Eduardo Galeano, Jorge Edwards, José Saramago, Carlos Fuentes, Enrique Krauze y muchos más.

Pero hay otro grupo de personalidades e intelectuales del mundo que en reacción a la ola de arrestos de disidentes en Cuba no nos dieron su apoyo, sino que expresan su simpatía al régimen de Fidel Castro, aduciendo que en los EE.UU se violan los derechos humanos.

El hecho de que violen o no los derechos humanos en EE.UU no justifica que los violen en Cuba. Y, a mi juicio, el que apoya el régimen cubano en este momento -ignorando el número y la situación de los presos políticos en Cuba- también es cómplice en la violación de derechos humanos. Nosotros estamos viviendo en Cuba, nuestros esposos están presos en Cuba y nuestros derechos humanos los exigimos del gobierno cubano, no de los EE.UU. Para esta exigencia esperamos tener apoyo de los intelectuales del mundo entero.

El régimen de Cuba con el control absoluto de los medios de difusión, sobre las organizaciones de masas y políticas que rigen la vida social y privada de las personas está acusando a sus opositores de mercenarios y traidores a la patria, dicen que están en contra de Cuba porque no piensan como Fidel Castro.

Pero Fidel Castro no es Cuba ni es la patria.

Supe con estupefacción que Augusto Roa Bastos, el escritor que admiré y respeté desde que leí, ya hace algunos años, su "Yo, el Supremo" se había sumado a los firmantes del manifiesto que aquí se llamó "De Solidaridad con Cuba" pero no es para nada solidario con el pueblo cubano sino con su régimen.

Su novela es uno de los máximos exponentes de la literatura que sobre las tiranías se han escrito en América. Sin embargo, a 29 años de la primera edición de "Yo, el Supremo", su autor no reconoce, a pesar de haberlos reflejado muy bien en su obra, los rasgos y características propios de una dictadura que mutila todas las libertades y desangra al pueblo por una lucha por la supervivencia.

Sr. Augusto Roa Bastos, ahora llegó Usted aquí a Cuba con Fidel Castro. Supongo que los empleados del régimen le mostrarán una Cuba de vitrina: será llevado en la grata compañía de los funcionarios del gobierno en automóviles con aire acondicionado a hoteles de lujo para turistas extranjeros, se alimentará en restaurantes con comidas sabrosas y abundantes, lo tratarán en hospitales especiales para aquellos que pagan en dólares o que son invitados del presupuesto del Estado.

Quiero que sepa, Sr. Roa Bastos, que todo está fuera del alcance del cubano de a pie. No podemos entrar en estos hoteles, estos restaurantes, nos está prohibido ir a las playas que están reservadas para extranjeros, ni siquiera podemos comprar medicamentos en farmacias para extranjeros porque son en dólares y a precios que triplican el salario mensual de cualquier profesional. Nosotros vivimos aquí una pesadilla cotidiana de levantarse y pensar, no en la libertad ni en el futuro, sino en cómo sobrevivir. Montamos unos vagones de pasajeros tirados por un camión tractor, comemos picadillo de soya (a falta de carne, no por gusto), tenemos la asistencia médica gratuita pero nuestra salud se debilita más y más debido a 44 años de subalimentación e insalubridad.

Padecemos una represión ideológica que cercena el alma y convierte en enemigos a padres e hijos, hermanos y amigos. Cuba también tiene escritores que, como Usted, en un tiempo han sido obligados a expatriarse. Ni sus nombres son mencionados en los medios de comunicación que controla el régimen.

Si su labor de periodista le enseñó, según Usted mismo declaró en 1977 en entrevista con Ernesto González Bermejo, a "observar mejor la realidad humana", nosotras esperamos que ese conocimiento también le sirva en Cuba. Aproveche su estadía en nuestro país para observar la realidad cubana, no la realidad virtual.

Esperamos entonces que Usted pueda decir de nuestro dictador como del de su novela: "Dejaste de creer en Dios, pero tampoco creíste en el pueblo con la verdadera mística de la revolución, única que lleva a un verdadero conductor a identificarse con su causa, a usarla como escondrijo de su absoluta, vertical persona... Con grandes palabras, con grandes dogmas aparentemente justos, cuando ya la llama de la revolución se había apagado en ti, seguiste engañando a tus conciudadanos..."

Esta carta abierta que le escribo a Usted, puede costarme años de cárcel y que mi pequeño hijo se quede también sin su madre o que mi esposo sea más crudamente tratado en la prisión de Boniato, donde se encuentra recluido, a más de 900 kilómetros de nuestro hogar. De cualquiera de las dos variantes Usted será testigo. Apelo a su generosidad y compromiso con la verdad.

Respetuosamente,

Yolanda Huerga


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