OLA
REPRESIVA
Carta
abierta a Agusto Roa Bastos
Carta abierta de Yolanda Huerga, esposa del
poeta cubano encarcelado Manuel Vázquez
Portal, al escritor paraguayo Augusto Roa Bastos,
de visita en Cuba invitado por Fidel Castro.
Sr. Augusto Roa Bastos:
Yo no soy una intelectual, soy sólo la
esposa de un intelectual cubano condenado a 18
años de prisión por ejercer su derecho
a la libertad de pensamiento y de palabra.
Mi esposo, Manuel Vázquez Portal es un
poeta y periodista, detenido y sentenciado en
la ola represiva de marzo del 2003, junto a otros
74 opositores pacíficos y periodistas independientes.
Nosotras, las esposas de los presos políticos
cubanos (que no son 75, sino más de 300)
clamamos la ayuda de la comunidad internacional
para que nos apoyen en la búsqueda de la
libertad de nuestros esposos y familiares. Recibimos
el apoyo de destacados escritores que Usted seguramente
conoce: Mario Vargas Llosa, Eduardo Galeano, Jorge
Edwards, José Saramago, Carlos Fuentes,
Enrique Krauze y muchos más.
Pero hay otro grupo de personalidades e intelectuales
del mundo que en reacción a la ola de arrestos
de disidentes en Cuba no nos dieron su apoyo,
sino que expresan su simpatía al régimen
de Fidel Castro, aduciendo que en los EE.UU se
violan los derechos humanos.
El hecho de que violen o no los derechos humanos
en EE.UU no justifica que los violen en Cuba.
Y, a mi juicio, el que apoya el régimen
cubano en este momento -ignorando el número
y la situación de los presos políticos
en Cuba- también es cómplice en
la violación de derechos humanos. Nosotros
estamos viviendo en Cuba, nuestros esposos están
presos en Cuba y nuestros derechos humanos los
exigimos del gobierno cubano, no de los EE.UU.
Para esta exigencia esperamos tener apoyo de los
intelectuales del mundo entero.
El régimen de Cuba con el control absoluto
de los medios de difusión, sobre las organizaciones
de masas y políticas que rigen la vida
social y privada de las personas está acusando
a sus opositores de mercenarios y traidores a
la patria, dicen que están en contra de
Cuba porque no piensan como Fidel Castro.
Pero Fidel Castro no es Cuba ni es la patria.
Supe con estupefacción que Augusto Roa
Bastos, el escritor que admiré y respeté
desde que leí, ya hace algunos años,
su "Yo, el Supremo" se había
sumado a los firmantes del manifiesto que aquí
se llamó "De Solidaridad con Cuba"
pero no es para nada solidario con el pueblo cubano
sino con su régimen.
Su novela es uno de los máximos exponentes
de la literatura que sobre las tiranías
se han escrito en América. Sin embargo,
a 29 años de la primera edición
de "Yo, el Supremo", su autor no reconoce,
a pesar de haberlos reflejado muy bien en su obra,
los rasgos y características propios de
una dictadura que mutila todas las libertades
y desangra al pueblo por una lucha por la supervivencia.
Sr. Augusto Roa Bastos, ahora llegó Usted
aquí a Cuba con Fidel Castro. Supongo que
los empleados del régimen le mostrarán
una Cuba de vitrina: será llevado en la
grata compañía de los funcionarios
del gobierno en automóviles con aire acondicionado
a hoteles de lujo para turistas extranjeros, se
alimentará en restaurantes con comidas
sabrosas y abundantes, lo tratarán en hospitales
especiales para aquellos que pagan en dólares
o que son invitados del presupuesto del Estado.
Quiero que sepa, Sr. Roa Bastos, que todo está
fuera del alcance del cubano de a pie. No podemos
entrar en estos hoteles, estos restaurantes, nos
está prohibido ir a las playas que están
reservadas para extranjeros, ni siquiera podemos
comprar medicamentos en farmacias para extranjeros
porque son en dólares y a precios que triplican
el salario mensual de cualquier profesional. Nosotros
vivimos aquí una pesadilla cotidiana de
levantarse y pensar, no en la libertad ni en el
futuro, sino en cómo sobrevivir. Montamos
unos vagones de pasajeros tirados por un camión
tractor, comemos picadillo de soya (a falta de
carne, no por gusto), tenemos la asistencia médica
gratuita pero nuestra salud se debilita más
y más debido a 44 años de subalimentación
e insalubridad.
Padecemos una represión ideológica
que cercena el alma y convierte en enemigos a
padres e hijos, hermanos y amigos. Cuba también
tiene escritores que, como Usted, en un tiempo
han sido obligados a expatriarse. Ni sus nombres
son mencionados en los medios de comunicación
que controla el régimen.
Si su labor de periodista le enseñó,
según Usted mismo declaró en 1977
en entrevista con Ernesto González Bermejo,
a "observar mejor la realidad humana",
nosotras esperamos que ese conocimiento también
le sirva en Cuba. Aproveche su estadía
en nuestro país para observar la realidad
cubana, no la realidad virtual.
Esperamos entonces que Usted pueda decir de
nuestro dictador como del de su novela: "Dejaste
de creer en Dios, pero tampoco creíste
en el pueblo con la verdadera mística de
la revolución, única que lleva a
un verdadero conductor a identificarse con su
causa, a usarla como escondrijo de su absoluta,
vertical persona... Con grandes palabras, con
grandes dogmas aparentemente justos, cuando ya
la llama de la revolución se había
apagado en ti, seguiste engañando a tus
conciudadanos..."
Esta carta abierta que le escribo a Usted, puede
costarme años de cárcel y que mi
pequeño hijo se quede también sin
su madre o que mi esposo sea más crudamente
tratado en la prisión de Boniato, donde
se encuentra recluido, a más de 900 kilómetros
de nuestro hogar. De cualquiera de las dos variantes
Usted será testigo. Apelo a su generosidad
y compromiso con la verdad.
Respetuosamente,
Yolanda Huerga
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