PRENSA INTERNACIONAL
Agosto 19, 2003

Extranjera en mi país

Teresita Mayans. El Nuevo Herald, agosto 19, 2003.

Nada nuevo. El viceministro Abel Acosta, perteneciente al régimen de terror de Fidel Castro, dijo: "Es nuestro derecho asistir a los Grammy, nos hemos ganado ese espacio. Por lo tanto no tenemos por qué renunciar a él''.

Lo asombroso es que este viceministro lo dice así, pautado como un papel de música, imperturbable. Este viceministro de Castro, conocedor de todo cuanto ocurre en Cuba, habla de derechos, de ganar espacio --así, tranquilo, sin capitulaciones de conciencia.

Me explico. Resulta que recientemente el Departamento de Estado reafirmó que "Cuba pertenece a la lista de países considerados patrocinadores del terrorismo y por lo tanto, los ciudadanos cubanos que soliciten una visa de entrada a los Estados Unidos estarán sometidos a una minuciosa revisión de sus antecedentes...''

Si a esta política establecida agregamos lo expresado en la radio local por el enviado especial de la Casa Blanca, el cubanoamericano Otto Reich, diciendo sin cortapisas que ''las visas de entrada a los Estados Unidos serían denegadas a los músicos cubanos que firmaron recientemente la carta de adhesión al régimen de Castro'', el asunto pinta color de hormiga.

Para Acosta, estas medidas parecen inconcebibles. Acosta se molesta, se asombra, no se entera de lo que pasó el 11 de septiembre y, lo increíble, le parece bien que un cubano tenga que pedir permiso a Castro para poder entrar en su país de nacimiento, y no precisamente para recoger un premio, sino para ver a su padre agonizante o asistir a su entierro.

Y me pregunto: ¿es que en la Cuba actual se puede hablar de ganar espacio y de derecho cuando nosotros, los cubanos, por derecho propio no podemos entrar a nuestro país libremente y si nos da la gana, vivir allá, sin un permiso especial acompañado de una visa otorgada por la oficina de intereses de Cuba en Washington, que hasta se arrogan el derecho de negártela?

Y sigo: ¿cómo es posible que en esta oportunidad Acosta, el viceministro, hable de derechos cuando en la cárcel Manto Negro y Combinado conocí a mujeres y hombres cubanos presos por ''entrada ilegal'' al país donde nacieron?

Acosta parece no enterarse de que, desde el mismo día que salimos aún calientes del vientre materno, el primer aire que respiramos fue cubano, filtrado por la rendija de una tabla vieja que daba a una guardarraya en Calimete, o por la brisa marina que entraba por la ventana semiabierta con olor a alquitrán y a mar de los astilleros de Caibarién.

Que se acuerde el viceministro Acosta, que cuando dice ''nos hemos ganado ese espacio'' está hablando de un visado que les permita entrar a territorio americano a los músicos cubanos residentes en la isla, milicianos y segurosos, firmantes de recientes documentos contra este país.

Es mi derecho entrar a mi patria porque mi espacio en Cuba me lo regaló Dios el día que nací, y Castro y sus secuaces me han robado el legítimo derecho a ocupar el lugar que tenía en la mesa de comer de mi casa cangrejera; me robó el derecho de sentarme en el banco de mi escuela, el derecho de bañarme en Varadero, en Chicola o en la Panchita, el derecho de entrar a un night club, el de mecerme en la hamaca colgada del algarrobo plantado en el lindero de la finca de Guajabana, o el de morirme en Cuba.

Tampoco se les permite a los cubanos que no tienen dólares pagar con pesos nacionales una cena en un restaurante, o comprar una medicina, nada; ese peso cubano conocido como ''dinero payama'' solamente sirve para andar en casa, sin valor, inservible y tristemente ganado con el trabajo y el sudor de la camisa, es papel de estraza mojado. Mucho, mucho habría que decir y reclamar, pero sería interminable.

La dragonada brabucona de Acosta es un vómito agrio lanzado sobre la bandera, sobre la verdadera constitución, sobre las fechas patrias y sobre el corazón de Cuba, que nos espera como una madre, con los brazos abiertos, a todos sus hijos dispersos por la circunstancia en todo el mundo para decirles: Mis hijos, a almorzar, la mesa está servida.

Ex presa política cubana.

 

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