PRENSA INTERNACIONAL
Agosto 18, 2003

Menoyo vuelve a la carga

Andrés Reynaldo. El Nuevo Herald, agosto 16, 2003.

Eloy Gutiérrez Menoyo está haciendo política. En el actual contexto cubano ya eso es mucho. Por lo general, ésa es una prerrogativa de Fidel Castro. Además, está haciendo política como exiliado, aunque él no quiera verlo de este modo. Su acción eleva el perfil mediático del conjunto de la oposición, introduce nuevos elementos en el esquema de la inevitable transición y enlaza el acontecer de ambas orillas en una dinámica al margen de Washington. Una vez más, este fiel soldado de la libertad ha tomado la vanguardia.

Por supuesto, en Miami se han alzado las calumnias tradicionales. Sin pestañear, el representante republicano Lincoln Díaz-Balart ha calificado a Menoyo de comunista, con esos gestos rampantes que recuerdan ciertas danzas indonesias. (¿Habrá notado usted que Lincoln tiene los mismos gestos de Hugo Chávez?) La verdad es que Menoyo no podía comenzar con mejor pie. Los ataques procedentes de ese sector son una garantía de credibilidad nacional e internacional. A veces, tu enemigo es tu valedor.

Para mi sorpresa, buena parte de los exiliados ha optado, al menos, por dar el beneficio de la duda a este salto mortal. En rigor, del lado de acá Menoyo debe temerles más a los apoyos que a las críticas. En nada le conviene el abrazo de aquéllos que durante décadas le han servido a Fidel para adornar lo mismo un encuentro sobre la inmigración que un simposio sobre Bahía de Cochinos. Sórdida fauna que ha ganado algún que otro titular desacreditando al exilio o haciéndose pasar por moderados ante la opinión pública norteamericana. De moderados, hay que saber, ni un pelo. Lléveles la contraria y véalos echar espuma por la boca como si fueran la porra batistiana. En honor a Fidel, admitamos que ni siquiera ha tenido que pagarles. Sólo ha debido pulsar las cuerdas de sus intoxicados egos, sus gustos provincianos, sus vicios, sus fracasos económicos, su desprecio por la gente común y corriente, y su mórbido e insaciable deseo de ser la hez de nuestra tierra.

Entre sus muchos desafíos, Menoyo enfrenta el nudo gordiano de la disidencia. Si se les suma, las autoridades lo ponen de vuelta en el primer avión a Miami. Si la ignora, cometerá un suicidio civil. Cambio Cubano propone echar a andar una transición pacífica y fértil, que ofrezca a vencedores y vencidos iguales esperanzas. Será una utopía en términos cubanos, pero no es un disparate en términos políticos. Por su heroica trayectoria, su prestigio interno y externo y su indudable talante democrático, Menoyo pudiera ser una decisiva fuerza catalizadora. Eso sí, la legitimidad de cualquier proceso vendrá de los disidentes. Aun cuando estuvieran en una etapa recesiva al cabo de una brutal ola represora, esos hombres y mujeres se han ganado el derecho a establecer la cota moral de la nación.

La disidencia no es ajena a nuestras taras insulares. Están los comparsa y los traidores, los cobardes y los ambiciosos, los energúmenos y los frívolos. Pero tampoco es ajena a sus virtudes. Allí, contra viento y marea, a cara descubierta, cientos de activistas han protagonizado durante largos y solitarios años la mayor de nuestras sagas contra el poder más feroz, perverso y anticubano que haya parido nuestra historia. Si alguno recibió unos dólares, unos bolígrafos, una máquina de fax o una invitación a cenar de Estados Unidos, no ha de verse como una descalificación. Ninguno de ellos enarboló jamás otra bandera que no fuera la de una democracia plena y soberana. Pienso que Raúl Rivero y Oscar Elías Biscet, por ejemplo, hubieran preferido la solidaridad de los socialistas europeos. Pero cuando Felipe González visitaba La Habana se iba con Fidel de rumba a Cayo Coco. Esas heridas no cierran con tres comunicados de prensa. A Menoyo le sobran generosidad, decencia y coraje para ayudar a curarlas. Esperemos que el manto de su independencia sirva de abrigo y no de lápida.

El cambio está en el umbral. Una enredada trama política vibra desde los despachos de los ministros hasta las celdas de los prisioneros de conciencia. A Fidel se le han podrido las riendas en las manos. Todavía puede matar, encarcelar y destruir a los hijos preferidos de su patria. Todavía puede jugar sus tristes juegos de tirano. Pero la trompeta ya toca la ambigua tonada de una hora capitular. Toque de a degüello o toque de reconciliación, Menoyo no se ha conformado con ser un mero comentarista. Consecuente, sincero, ilusionado, ha ido a Cuba a poner el pecho. Que haya luz en su camino.

 


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