Un
camión verde sobre un mar azul
Alejandro Armengol. El
Nuevo Herald, agosto. 02, 2003.
Han transcurrido apenas unos días de la
muerte de tres hombres y del balazo en la cabeza
a un niño, en un fallido intento de escapar
de Cuba, cuando llegan las fotos de un camión
avanzando apacible en medio del mar.
Esta mezcla de tragedia e ingenio apenas logra
establecer los límites sobre los que se
mece la realidad de la isla. A veces triste, otras
cómica, la obsesión de escapar del
régimen castrista no deja de ser material
para películas, relatos y telenovelas.
Es imposible apartar la anécdota de los
motivos; la astucia y el engaño de la desesperación
y la angustia; la esperanza del fracaso; pero
siempre es una historia triste.
El camión, un Chevrolet de 1951, de color
verde y con la parte trasera cubierta con una
lona, es todo un símbolo de la ''chispa''
del cubano.
En cualquier otro pueblo, la creación
de ese vehículo con una hélice adaptada
a su motor original --que se mantuvo a flote gracias
a unos tanques de 55 galones acoplados a los lados--
sería una muestra de habilidad mecánica
y la expresión de un deseo de salir adelante.
Para la docena de inmigrantes que intentaron llegar
a la Florida en un medio tan singular, el camión
que se deslizaba por las aguas a unas ocho millas
por hora fue un intento audaz de hacer realidad
un sueño. También ''una locura'',
una idea desquiciada condenada al fracaso de acuerdo
a la lógica más elemental. Pero
para los cubanos es sobre todo una demostración
del empecinamiento en aferrarse a cualquier disparate
con tal de quitarse de arriba a Fidel Castro.
La confusión que originó ese viaje
absurdo, donde un hombre al volante guiaba ''la
nave'' y controlaba la velocidad del ''buque''
mereció más de un triunfo imposible.
La aventura --sólo justifica el calificativo
por lo irracional de la idea-- culminó
con un doble fracaso: los viajeros devueltos a
la isla y el camión hundido por los guardafronteras
norteamericanos, que sólo vieron en ese
sueño a flote ''un peligro para la navegación''.
Si se hubiera salvado, seguramente el camión
hubiera figurado en más de un museo posible
del futuro.
La vida no ha sido justa con estos creadores.
Uno contempla las fotos e imagina el resto: el
camión que llega a la orilla y es liberado
de los tanques flotadores y comienza a avanzar
por la arena y sale a la carretera de Los Cayos
y atraviesa el Puente de las Siete Millas y continúa
por vías y autopistas --siempre siguiendo
las indicaciones que marcan un destino anhelado:
Miami --hasta que el motor se agota finalmente
frente a una bodega o una cafetería cubana.
Ese final feliz no fue posible. No existía
la más mínima posibilidad. El 16
de julio, a 40 millas de Cayo Hueso, un avión
del gobierno norteamericano divisó la nave.
Era de esperarse en unas aguas estrechamente vigiladas,
donde constantemente son detectadas lanchas rápidas
de contrabandistas y narcotraficantes, y donde
casi a diario son apresados y devueltos a Cuba
hombres, mujeres y niños que intentan escapar.
Uno desea que, de alguna manera, la creatividad
e ignorancia de esos hombres sea premiada. Sabe
además que no es posible. Es una lástima
que la sorpresa se limite a contemplar unas cuantas
fotografías.
Detrás de este hecho insólito hay
una realidad cotidiana. Alrededor de 537 cubanos
han sido capturados y devueltos entre marzo y
junio de este año. La cifra supera con
creces a los 186 que sufrieron igual destino por
los mismos meses del pasado año.
En tablas, en balsas hechas con cámaras
de camiones y tractores, en embarcaciones improvisadas
de todo tipo, los cubanos llevan años empeñados
en escapar del castrismo, para terminar en mucho
casos siendo devorados por los tiburones.
En la misma medida que se ha incrementado el
uso de la fuerza --desde agosto de 2002 hasta
la fecha se han registrado 13 intentos o salidas
ilegales del país acompañados de
hechos de violencia-- ha crecido el ingenio.
La semana pasada otro cubano fue rescatado a
32 kilómetros al sur de Islamorada, en
los cayos de la Florida, mientras intentaba llegar
a la costa en una balsa neumática amarilla,
según la agencia de noticias EFE. Tres
más fueron hallados deshidratados y fatigados
sobre una balsa roja, luego de pasar 15 días
en alta mar. Dos localizados 32 kilómetros
al sur del cayo Sugarloaf, también en la
Florida.
Todos estos intentos multicolores sólo
reflejan la luz de una esperanza: tratar de huir
de una realidad y un futuro cada vez más
oscuros.
aarmengol@herald.com
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