Castro y la
cumbre de Monterrey
Reinaldo Cosano Alén
LA HABANA, marzo / www.cubanet.org - Enfundado en su uniforme militar verde
oliva, que parecía no usaría nunca más en foros
internacionales donde resulta tan chocante, el gobernante cubano Fidel Castro
tronó en la Cumbre de Monterrey contra el orden económico mundial
regido por los países desarrollados con un discurso más
incendiario que de concertación, que trasluce la impronta de sus cuarenta
y tres años de gobierno absoluto.
Castro se mostró muy colérico en Monterrey. Sus razones tiene.
Las autoridades mexicanas, de manera inédita, le pidieron que abandonara
el país rápido, acción que la opinión pública
entiende como una implícita declaración de persona no grata en
suelo azteca.
El intespectivo abandono por Castro de la Conferencia de Naciones Unidas
sobre Financiación del Desarrollo fue explicado por su sustituto de último
momento, Ricardo Alarcón, presidente de la Asamblea Nacional de Cuba, al
decir que "se debió a brutales presiones del gobierno norteamericano
sobre el gobierno mexicano para que Cuba no participase en la Conferencia y para
que, específicamente, no estuviese encabezada por Fidel Castro", con
lo que de cierto modo Alarcón pone en entredicho a México.
Castro en la coletilla de su oratoria expresó la esperanza de que a
su delegado Alarcón no le prohibieran "participar en ninguna otra
actividad oficial a las que tiene derecho", pero como prueba de
independencia del cónclave fue ignorado en el "Retiro", así
llamada la reunión del más alto nivel a la que sólo asisten
los jefes de Estado o de gobierno.
De todas maneras, y hablando en términos boxísticos, México
le tiró la toalla a Castro. Evitó desagradables encuentros de
vieja data con los presidentes de El Salvador, Estados Unidos y acaso de Perú,
en la sala plenaria de la Cumbre de Monterrey.
El tremebundo discurso de Castro estuvo muy bien sazonado con cifras económicas,
para demostrar que la riqueza del planeta está ciertamente muy mal
distribuida desde siempre, que existe un preocupante ecocidio y que "algo
tiene que hacerse para salvar a la humanidad porque un mundo mejor es posible"
de desarrollo armónico y justicia para los desposeídos.
La Conferencia de Monterrey sobre Financiación al Desarrollo resulta,
precisamente, un buen punto de partida sin que nadie llegue a creer sea la
panacea universal para todos los males que aquejan a la humanidad, a pesar de
los oscuros vaticinios del gobernante cubano y de sus mesiánicas
afirmaciones de siempre.
Como bien señaló el canciller uruguayo Didier Opertti en
Monterrey: "No hay una fórmula única de financiación.
Eso depende de las características de cada país receptor y de cada
país donante".
El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, días antes de partir
a Monterrey, en una entrevista con medios hispanos en Washington, reconoció:
"Hay mucha gente allá en Monterrey que no está dando un
aplauso estruendoso. Pero es lo que hay que hacer y no tengo miedo en tomar el
liderazgo en el asunto".
El gobierno de Estados Unidos de América ha ofrecido una sustanciosa
ayuda de 15 mil millones de dólares a países en desarrollo.
De lo que sí no cabe duda es que Cuba, con una astronómica
deuda externa, con un modelo de desarrollo socioeconómico fracasado,
mercados interno y externo cerrados, monopolizada la información, y
siempre cuestionado el régimen castrista como violador consuetudinario de
los derechos humanos, pueda dar consejo alguno en Monterrey, ni en otra parte,
de cuál es el mejor camino de desarrollo, porque el escenario del mundo
ya es otro, y otros son los vientos renovadores que recorren el planeta.
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