Soren Triff.
El Nuevo Herald.
marzo 21, 2002.
Tres sucesos recientes muestran a la sociedad civil cubana como una
destacada fuerza propulsora de cambios. El proceso de legitimidad internacional
de los activistas y opositores continúa. Un sector importante de la
sociedad prosigue su distanciamiento del gobierno, y el éxito de la
solicitud de firmas para el plebiscito le da al pueblo conciencia de su poder,
confianza en su capacidad para realizar acciones masivas de envergadura, y
coloca una poderosa herramienta --pacífica, cívica, moderna-- en
sus manos.
Berta Mexidor y Gisela Delgado acaban de recibir a nombre de las bibliotecas
independientes el premio por la democracia del Partido del Pueblo Sueco
(Folkpartiet) en el Parlamento sueco. El prestigio internacional que obtienen
los profesionales independientes les proporcionan la necesaria credibilidad,
legitimidad y autoridad dentro de Cuba como interlocutores válidos ente
el régimen.
Otro hecho que debemos observar fue la prohibición del régimen
a más de veinte intelectuales de viajar a Estados Unidos para asistir a
una conferencia universitaria. La prohibición de viajar indica que una
capa social dentro de las instituciones del poder presiona al gobierno para que
realice cambios en su política.
Esta capa ejerce las funciones de la sociedad civil cuando presenta análisis,
opiniones propias, y propone soluciones alternativas para beneficio común,
aunque no reta al poder político directamente. Los académicos y
artistas se distancian cada vez más en el plano profesional y cívico;
crean una nueva identidad ciudadana, evalúan de manera cada vez más
independiente la realidad y forjan una visión del mundo alternativa, y
por eso el régimen los ve como enemigos.
Pero quizás el más importante de todos estos hechos es la
solicitud de un plebiscito firmada por más de 10,000 cubanos. Realmente
el plebiscito ya terminó. Los objetivos fundamentales del Proyecto Varela
se cumplieron con éxito. El plebiscito --que está obteniendo el
apoyo de personalidades internacionales-- ha sido muy importante porque destruyó
varios mitos de la propaganda gubernamental y ha reforzado la identidad, los
valores de la oposición mediante una conducta cívica pública.
Analicemos algunos detalles.
Mito: Los opositores son pocos, no representan a nadie y actúan
bajo órdenes de Estados Unidos. Realidad: Los disidentes son muchos,
representan a la mayoría de la población y actúan en
defensa de los intereses del pueblo. Esto explica que más de 10,000
personas estuvieron dispuestas a tomar el riesgo de dar sus nombres y apellidos
públicamente para solicitar un plebiscito para exigir reformas económicas,
sociales y políticas.
Mito: Los opositores no están unidos y no tienen capacidad de
convocatoria. Realidad: Tienen más capacidad de convocatoria que el
gobierno. Las firmas de peticiones son voluntarias, mientras que la participación
en actividades del gobierno es obligatoria, utiliza propaganda, coerción,
recursos económicos y todos los medios de comunicación del país
para obtener resultados.
Mito: Los opositores son lacra social que buscan sus propios
intereses. Realidad: La recogida de firmas permitió a la población
ver y tocar a los opositores y reconocer en los activistas a personas que
padecen las mismas dificultades y quieren soluciones razonables para todos.
Mito: La calle es para los revolucionarios. Realidad: La oposición
utiliza el espacio público, visita casa por casa en la recolección
de firmas y otras actividades, y el gobierno no lo puede evitar.
Mito: Las actividades son ilegales y amenazan la seguridad del
estado. Realidad: El Proyecto Varela toma el marco legal de la constitución
de 1976, pero lo utiliza para retar al poder.
Mito: El gobierno es la vanguardia del pueblo. Realidad: Los
activistas le quitaron la iniciativa al régimen, y le arrebataron el
discurso de las reformas. La petición del plebiscito incluye medidas que
los miembros del Partido Comunista propusieron en las asambleas del IV Congreso,
pero que el régimen rechazó, como apertura de la pequeña
empresa privada, gestión más descentralizada y procedimientos más
democráticos en ciertas instancias del poder.
Mito: El gobierno representa la voluntad popular. Realidad: Por
primera vez en más de cuarenta años la población utiliza
libremente un mecanismo cívico para expresar su voluntad soberana y
moderar el poder del estado. El pueblo puede utilizar esta herramienta para
exigir el arreglo de una calle o para reclamar un cambio en las leyes del país.
El Proyecto Varela mostró al cubano ordinario que el poder radica en
el pueblo, no en una minoría que goza de todos los privilegios. Ahora
comienza el proceso de aprender cómo usar ese poder para alcanzar la
libertad.
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