Ciudades que
agonizan
Héctor Maseda, Grupo Decoro
LA HABANA, marzo (www.cubanet.org) - La mayoría de las metrópolis
provinciales de Cuba padecen del síndrome del famoso cuento infantil El
Patito Feo. Un ejemplo de esto lo constituye la ciudad Ciego de Avila, principal
comunidad e importante núcleo poblacional de la provincia de igual
nombre.
En la actualidad Ciego de Avila sufre el olvido de sus gobernantes por no
poseer, entre otras ventajas, una sólida infraestructura con atractivos
turísticos y vías de comunicaciones que faciliten el acceso de
visitantes extranjeros.
Su imagen ha llegado a tocar fondo con el decursar de los años. Las
principales arterias que conducen al centro urbano están abandonadas, al
extremo que pudieran convertirse en caminos vecinales, intransitables, por la
cantidad de polvo que las cubre durante los meses de seca y el fango excesivo en
la época de lluvias.
Tampoco existen baños públicos en los sitios de mayor
concentración ciudadana. En consecuencia, las personas que visitan la
localidad o los residentes que están lejos de sus viviendas realizan las
necesidades fisiológicas en cualquiera de sus puntos geográficos.
Uno de los sitios escogidos por la población para realizar estas prácticas
es la entrada principal del edificio de doce plantas, la que se ha convertido en
una especie de Venecia caribeña.
El hotel Rueda, que en el pasado constituyó un privilegiado refugio
de amor para parejas recién casadas o viajeros en tránsito hacia
otras zonas del país, por sus excepcionales condiciones acogedoras e higiénicas,
hoy es un insalubre y antifamiliar hotelucho, especial para citas furtivas de
las parejas que prefieren se desconozcan sus romances en la comunidad. Las
instalaciones sanitarias que posee dejan mucho que desear. Y qué decir de
sus antiguas áreas verdes, convertidas en una especie de vertedero
municipal y hábitat de ratas, mosquitos y cucarachas, para vergüenza,
preocupación y malestar de los que residen en sus alrededores.
La Avenida Independencia, centro comercial del pueblo, es punto de reunión
para alcohólicos, que con sus escándalos públicos, peleas y
chistes de mal gusto entre borrachos decoran diariamente esta concurrida zona de
la ciudad.
Pero el mayor peligro para los vecinos de esta villa es la llegada de la
noche. No existe alumbrado público en la ciudad, motivo por el cual las
calles, sumergidas en la oscuridad, son controladas por ladrones de poca monta,
que son capaces de golpear a las posibles víctimas para sustraerles algún
objeto de valor o el dinero que puedan llevar encima.
En realidad, lo que ocurre en Ciego de Avila no es una excepción.
Todo lo contrario. Esta es la regla en Cuba. Son pocas las urbes del país
que gozan del privilegio de poseer algunas áreas priorizadas por el
gobierno central, como las de Habana Vieja, Trinidad, Varadero, la Plaza de
Marte en Santiago de Cuba u otros polos turísticos creados recientemente
por el régimen de Fidel Castro, en un esfuerzo por convertir a la
industria sin chimeneas en la locomotora que provoque el milagro de sacar la
economía nacional del gran bache en que se hunde hace más de
cuatro décadas.
Es conocida la tesis que sostiene el gobierno de Castro de crear pequeños
oasis, atractivos, llenos de múltiples medios recreativos y zonas de
interés para el turismo ecológico, exclusivos para extranjeros,
mientras el resto del país y los cubanos continuamos sumergidos en el
mayor olvido y absoluto ostracismo, a pesar de continuar residiendo en Cuba.
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