CUBANET .INDEPENDIENTE

15 de marzo, 2002


Peligra el ecosistema Virama-Leonero-Ovejuelo

Reinaldo Cosano Alén

LA HABANA, marzo (www.cubanet.org) - Emporio de incalculable riqueza natural, Virama-Leonero-Ovejuelo está en peligro ecológico por el desequilibrio derivado de la intromisión humana mal manejada: asentamientos poblacionales, caminos y carreteras, inadecuado uso de pesticidas, herbicidas y fertilizantes inorgánicos en la agricultura periférica, nula educación medioambientalista y sed de obtener dólares permitiendo cotos de caza y pesca en tan endeble nicho ecológico.

Los ríos Cauto -el más largo de Cuba y uno de los peores- y el Salado, frontera natural de las provincias orientales y Camagüey, con sus derrames por tierras bajas de la llanura natural Cauto-Guacanayabo forman la ciénaga de Virama, la segunda en importancia después de la Ciénaga de Zapata, y las lagunas Leonero y Ovejuelo, apenas mencionada la última, y que de conjunto son constitutivas de uno de los ecosistemas más ricos y frágiles del archipiélago cubano, pero además con directa incidencia en otras tierras del continente americano, principalmente como refugio de aves migratorias. Este complejo natural de humedales del sureste de las actuales provincias Las Tunas-Granma alberga un alto número de aves endémicas, autóctonas y migratorias, como corúas, marbellas, garzas, cocos, sevillas, flamencos, gavilanes, águilas y otras rapaces, patos, gallinas, yaguazas y decenas de avecillas canoras: tomeguines, mariposas, verdines, verdones, azulejos, rabiahorcados. Hallan sustento también lagartos, majáes, jicoteas, truchas, biajacas, cientos de otras especies, entre ellas cocodrilos, de los que exportan cierto número.

La escasez de combustible fósil para uso doméstico empuja a la gente a procurarse leña en esta reserva natural, dañando el medio de vida de las especies y de la cadena alimentaria. Paradójicamente, la Empresa Forestal estatal complica la situación al cumplir funciones prácticas de juez y parte. Por un lado es la encargada de proteger los escasos bosques y el entorno en su conjunto, y de hacer cumplir la Ley 81 que recoge las Normas de Protección de la Naturaleza en consonancia con el concepto de desarrollo sostenible; mientras que por otro lado organiza la extracción de madera para suplir la creciente demanda por aserríos industriales y de leña y carbón como combustible, sin dedicar suficientes recursos para la repoblación forestal, y para colmo hecha cómplice silenciosa y muda del ecocidio que significa la existencia de cotos de caza y pesca para extranjeros en estos santuarios naturales. A lo anterior se suma la actividad de los cazadores furtivos nacionales, en especial la captura de pajaritos cantores, muy demandados localmente por sus melódicos trinos y vistosos colores como distracción en los hogares, lo mismo que la caza no autorizada de cocodrilos para usar su apetitosa carne y su piel, de cuyo comercio viven muchos, en región calificada como una de las más admirables de todo el país.

Es penoso que entre las especies motivo de captura y tráfico estén no sólo las endémicas, sino también las migratorias como el pajarito llamado Mariposa por sus vivos colores, el Degollado o Gorrión Americano, el Encapuchado y el Cardenal que emigran a Cuba, y al complejo Virama, durante el invierno nórdico y que enjaulado jamás tendrá la posibilidad de regresar en ciclo vital ya que tampoco se reproduce en cautiverio, siguiendo los dictados de su naturaleza. A los cubanos les está vedado traspasar el ecosistema de 1,500.23 kilómetros cuadrados, a no ser los imprescindibles trabajadores nacionales de la Forestal, muy vigilados, controlados y mal pagados, que tienen limitado acceso de acuerdo a sus faenas laborales como peones, al servicio de extranjeros en que servir se ha vuelto servil.

Un joven bayamés, Luis Manuel Montecelo Domínguez, explica que quien se atreva a introducirse por su cuenta y riesgo a cazar, pescar o simplemente deambular por estos prísticos parajes lo arrestan, le decomisan los equipos de caza o los avíos de pesca si los tiene, y encima le imponen una multa de 1,500 pesos. Ni siquiera en la represa de Cauto el Paso, construida años atrás, está permitida la pesca, ni deportiva, a los naturales, pues además de la multa le decomisarán el medio de transporte empleado. No es el caso de los turistas extranjeros, que se comportan como los dueños, porque son los dueños. Ninguna barrera legal ni oficial los detiene. Para ellos el régimen de Fidel Castro ha creado centros de caza y pesca para la práctica del eufemísticamente llamado turismo ecológico de contacto con la naturaleza.

El visitante extranjero dispone a sus anchas de este arcano natural a cambio de un puñado de verdes dólares con que se empeña y empaña el verde natural intenso y todos los matices y colores, camino de perderse irreversiblemente los tesoros que Dios y la Madre Naturaleza nos prestaron.


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