Peligra el
ecosistema Virama-Leonero-Ovejuelo
Reinaldo Cosano Alén
LA HABANA, marzo (www.cubanet.org) - Emporio de incalculable riqueza
natural, Virama-Leonero-Ovejuelo está en peligro ecológico por el
desequilibrio derivado de la intromisión humana mal manejada:
asentamientos poblacionales, caminos y carreteras, inadecuado uso de pesticidas,
herbicidas y fertilizantes inorgánicos en la agricultura periférica,
nula educación medioambientalista y sed de obtener dólares
permitiendo cotos de caza y pesca en tan endeble nicho ecológico.
Los ríos Cauto -el más largo de Cuba y uno de los peores- y el
Salado, frontera natural de las provincias orientales y Camagüey, con sus
derrames por tierras bajas de la llanura natural Cauto-Guacanayabo forman la ciénaga
de Virama, la segunda en importancia después de la Ciénaga de
Zapata, y las lagunas Leonero y Ovejuelo, apenas mencionada la última, y
que de conjunto son constitutivas de uno de los ecosistemas más ricos y
frágiles del archipiélago cubano, pero además con directa
incidencia en otras tierras del continente americano, principalmente como
refugio de aves migratorias. Este complejo natural de humedales del sureste de
las actuales provincias Las Tunas-Granma alberga un alto número de aves
endémicas, autóctonas y migratorias, como corúas,
marbellas, garzas, cocos, sevillas, flamencos, gavilanes, águilas y otras
rapaces, patos, gallinas, yaguazas y decenas de avecillas canoras: tomeguines,
mariposas, verdines, verdones, azulejos, rabiahorcados. Hallan sustento también
lagartos, majáes, jicoteas, truchas, biajacas, cientos de otras especies,
entre ellas cocodrilos, de los que exportan cierto número.
La escasez de combustible fósil para uso doméstico empuja a la
gente a procurarse leña en esta reserva natural, dañando el medio
de vida de las especies y de la cadena alimentaria. Paradójicamente, la
Empresa Forestal estatal complica la situación al cumplir funciones prácticas
de juez y parte. Por un lado es la encargada de proteger los escasos bosques y
el entorno en su conjunto, y de hacer cumplir la Ley 81 que recoge las Normas de
Protección de la Naturaleza en consonancia con el concepto de desarrollo
sostenible; mientras que por otro lado organiza la extracción de madera
para suplir la creciente demanda por aserríos industriales y de leña
y carbón como combustible, sin dedicar suficientes recursos para la
repoblación forestal, y para colmo hecha cómplice silenciosa y
muda del ecocidio que significa la existencia de cotos de caza y pesca para
extranjeros en estos santuarios naturales. A lo anterior se suma la actividad de
los cazadores furtivos nacionales, en especial la captura de pajaritos cantores,
muy demandados localmente por sus melódicos trinos y vistosos colores
como distracción en los hogares, lo mismo que la caza no autorizada de
cocodrilos para usar su apetitosa carne y su piel, de cuyo comercio viven
muchos, en región calificada como una de las más admirables de
todo el país.
Es penoso que entre las especies motivo de captura y tráfico estén
no sólo las endémicas, sino también las migratorias como el
pajarito llamado Mariposa por sus vivos colores, el Degollado o Gorrión
Americano, el Encapuchado y el Cardenal que emigran a Cuba, y al complejo
Virama, durante el invierno nórdico y que enjaulado jamás tendrá
la posibilidad de regresar en ciclo vital ya que tampoco se reproduce en
cautiverio, siguiendo los dictados de su naturaleza. A los cubanos les está
vedado traspasar el ecosistema de 1,500.23 kilómetros cuadrados, a no ser
los imprescindibles trabajadores nacionales de la Forestal, muy vigilados,
controlados y mal pagados, que tienen limitado acceso de acuerdo a sus faenas
laborales como peones, al servicio de extranjeros en que servir se ha vuelto
servil.
Un joven bayamés, Luis Manuel Montecelo Domínguez, explica que
quien se atreva a introducirse por su cuenta y riesgo a cazar, pescar o
simplemente deambular por estos prísticos parajes lo arrestan, le
decomisan los equipos de caza o los avíos de pesca si los tiene, y encima
le imponen una multa de 1,500 pesos. Ni siquiera en la represa de Cauto el Paso,
construida años atrás, está permitida la pesca, ni
deportiva, a los naturales, pues además de la multa le decomisarán
el medio de transporte empleado. No es el caso de los turistas extranjeros, que
se comportan como los dueños, porque son los dueños. Ninguna
barrera legal ni oficial los detiene. Para ellos el régimen de Fidel
Castro ha creado centros de caza y pesca para la práctica del eufemísticamente
llamado turismo ecológico de contacto con la naturaleza.
El visitante extranjero dispone a sus anchas de este arcano natural a cambio
de un puñado de verdes dólares con que se empeña y empaña
el verde natural intenso y todos los matices y colores, camino de perderse
irreversiblemente los tesoros que Dios y la Madre Naturaleza nos prestaron.
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