Los naúfragos
de la calle
Tania Díaz Castro
LA HABANA, marzo (www.cubanet.org) - El gobierno cubano de Fidel Castro, por
hábito y estrategia, ha calificado de lumpen y antisociales a las
personas que penetraron en la noche del 27 de febrero en la embajada de México
en La Habana, situada en las calles 12 y 14 del reparto Miramar, y que fueron
sacados de allí por miembros del Ministerio del Interior en la madrugada
del primero de marzo.
En su afán por tapar el sol con estos adjetivos injuriosos que se han
repetido hasta la saciedad a lo largo de 43 años, el régimen de
Castro nunca ha admitido el descontento que existe en nuestra población,
tanto en los súbditos obedientes como en los demás, lo que puede
verse fácilmente en cualquier momento de nuestra vida cotidiana ante una
unidad de venta vacía, durante una concentración de personas en
cualquier parada de ómnibus... pero sobre todo cuando habla el propio
Fidel por la televisión. Creo, sinceramente, que en el edificio donde
vivo, compuesto por doce apartamentos, solamente yo lo escucho, por la necesidad
que tengo de estar bien informada.
En fin, que no se necesita un sistema de vigilancia para saber que Cuba se
ha convertido en una olla endemoniada. No me refiero a la que encierra grillos,
como también es, ni a la inexistente olla popular que podría
ofrecerle comida colectiva a la población para cubrir sus necesidades
alimentarias mínimas, sino que me refiero a una olla de presión
que permanece herméticamente cerrada gracias a una válvula de
escape.
Eso fue lo que ocurrió el 27 de febrero pasado: la válvula de
escape (obturador que da salida a los gases de una combustión) se abrió
automáticamente porque la presión rebasó el límite e
hizo erupción. Es por esto que los náufragos que se ahogan en
tierra lucharon por alcanzar una orilla imaginada. En su desesperación o
delirio por sentir el agradable olor de la libertad, escucharon cantos de
sirenas y creyeron ver a lo lejos la tierra de promisión.
Es de todos conocido el camino de la cruz que tendrán que recorrer
ahora quienes creyeron salvar sus vidas de esa forma.
Muchos de los que pidieron refugio en 1980 en la embajada del Perú
permanecieron más de diez años sin poder escapar de la isla. En
aquella ocasión no existía Radio Martí, tampoco la oposición
organizada y pacífica. Sin embargo, en esa embajada entraron casi once
mil cubanos en tres días.
En 1965, cuando aún no existía la Ley de Ajuste Cubano,
escaparon por Camarioca miles de personas. Por el Mariel huyeron 125 mil en sólo
treinta días.
¿Quién tuvo la culpa en aquellas ocasiones?
¿Quién cometió "una grosera provocación",
como ahora expresa el gobierno de Castro culpando a Radio Martí, y de
paso a la oposición pacífica?
Los gobernantes que permanecen demasiado tiempo en el poder no quieren darse
cuenta que tanto los súbditos obedientes, como los que simulan serlo,
tienen derecho a cansarse de la opresión.
Tapar el sol con un dedo es imposible.
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