Rui Ferreira..
El Nuevo Herald, julio 21,
2002.
La administración de Bill Clinton frenó deliberadamente la
intensificación de la diplomacia estadounidense en Cuba, porque sus altos
funcionarios no creían que los jefes de misión debían
opinar públicamente sobre los países donde ejercían sus
funciones.
Esto trajo como consecuencia un retraso de año y medio en la concreción
de una serie de programas de ayuda a la oposición interna, declaró
ayer en una entrevista exclusiva a El Nuevo Herald, la jefa de la Sección
de Intereses de Estados Unidos, Vicki Huddleston.
''Solo al final de un año y medio en Cuba fue que sentí que
conocía bien la situación y también recibí permiso
para poder explicarla. [Pero], cuando comencé a hablar fue bajo la
administración Bush, porque la administración de Clinton nunca
estuvo de acuerdo con que los jefes de misión hablaran y dieran
opiniones'', afirmó la diplomática, quien llegó a La Habana
en 1999.
En su opinión, "si se debe hablar o no siempre ha sido un tema
de discusión. Creo que los jefes de misión tiene cosas válidas
que decir sobre la situación en los países donde trabajan''.
''Al inicio, [en la administración Clinton] me dijeron apenas que me
llegara a allá y mirara las cosas en el terreno. Después tuvimos
también el problema de Elián, que fue un proceso de nueve meses
que retrasó el lanzamiento de todo esto [el trabajo con los disidentes] y
me impidió tener un sentido de lo que [los disidentes] querían'',
explicó.
Después de eso, Huddleston adquirió prominencia por el impulso
que le dio a la participación de la diplomacia estadounidense en la vida
política de la isla, con la intensificación de los contactos con
la oposición y su asistencia a actos públicos sin el previo
conocimiento de las autoridades.
También fueron notorios sus desplazamientos por el país, pese
a las quejas oficiales y, sobre todo, su programa de distribución de
radios e información escrita, que le ha valido unos cuantos epítetos
nada simpáticos de, entre otros, el canciller cubano, Felipe Pérez
Roque, quien la acusó de interferir en los asuntos internos.
''Los diplomáticos cubanos hablan con todo el mundo en los Estados
Unidos, con gente que quiere cambiar la política o que quiere que vaya en
otra dirección, y no vemos eso como una interferencia en nuestros
asuntos; sino que creemos que es un tema de libertad de expresión. Por lo
tanto, yo tengo ese derecho también'', enfatizó.
Huddleston amplió que "el tipo de gobierno que Cuba tiene es
anacrónico, y estimularlo a que trate mejor a sus ciudadanos me parece
que no es interferir en sus asuntos. Interferir en sus asuntos sería
hacer algo que es intrínsecamente ilegal. No hay nada ilegal en
distribuir radios''.
Al hablar de sus planes para incrementar la ayuda a la disidencia,
Huddleston sonríe y concede con un gesto de la cabeza que no fue fácil
llevarlos a la práctica, entre otros aspectos porque la maquinaria de la
diplomacia estadounidense hace tiempo que carece de experiencia en el trato con
países comunistas.
Hace un mes y medio, en Washington, un veterano diplomático en Europa
Oriental señaló a El Nuevo Herald, refiriéndose a
Huddleston, que ''nadie en nuestra misión en La Habana sabe cómo
lidiar con un gobierno comunista. Sólo ella''. Huddleston no está
necesariamente de acuerdo con la aseveración de su colega que quiso
permanecer anónimo, pero admite que lidiar con un sistema político
como el cubano es una experiencia distinta a la del resto de la diplomacia de su
país.
''Es de hecho un gobierno extraño, no tenemos otros regímenes
comunistas en Latinoamérica. Ahora, fui la primera jefe de misión
en ir a Cuba con el rango de embajador y eso me permitió tener la
capacidad de formar un grupo, no tener dudas sobre cómo arreglar la misión
y saber el terreno que pisamos. Me tardó tiempo formar ese grupo, que
fuera capaz de realizar ese tipo de trabajo'', amplió.
Por eso, Huddleston hizo una crítica directa al sistema diplomático
de Estados Unidos cuando habló de la dispersión del personal con
experiencia al concluir una misión. ''Se pierden los más
capacitados. Lo que deberíamos hacer es que la gente que va a trabajar a
Cuba se quede por lo menos tres años allí'', indicó.
También hay otro factor. ''Todo lo que se haga debe ser mirando hacia
lo que han hecho nuestro predecesores. Espero que mi sucesor consolide esos
logros y los fortalezca. Toma mucho tiempo formar un equipo de trabajo que esté
totalmente compenetrado. Lo más duro, a veces, es que Washington no
entienda eso'', enfatizó.
Ahora que se despide de Cuba, ¿que piensa Huddleston de Fidel Castro?
''Siempre he tratado de evitar esa pregunta, pero bueno... Si algo creo de
Castro, es que debemos quitárnoslo del camino. Castro es el pasado y
tenemos que pensar en el futuro. Sólo eso'', recalcó, haciendo un
gesto en el aire con la mano, como si intentara ahuyentar algo.
El exilio es vital para un cambio en la
isla / El Nuevo Herald |