Memorias de
la Plaza (VII)
Manuel Vázquez Portal, Grupo de Trabajo Decoro
LA HABANA, enero (www.cubanet.org) - Mi oficio como vendedor de libros
viejos en la Plaza de Armas me enseñó que hasta las estupideces
pueden ser útiles. Muchas veces se ha dicho que Cuba es un país de
congresos, simposios, convenciones, festivales y otras celebraciones
improductivas. Pero para un comerciante despierto no hay ocasión
despreciable.
Jamás en la vida le había prestado atención a cónclaves
tan sosos. Los veía anunciarse por televisión, elogiarse en los
noticiarios, reflejarse en los periódicos, y siempre me parecieron una
tontería. No entendía para qué servía toda esa
alharaca, todos esos gastos.
Cuando me sorprendió el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano sin "parque"
en mis estantes para satisfacer las demandas de quienes acudían al
evento, me di cuenta que el tonto era yo. Cómo no se me había
ocurrido sacarle partido.
Desde entonces traté de "agarrarle el tumbao" a tanto
encuentro internacional celebrado en La Habana. Me preparé para los
potenciales compradores. Anoté fechas, duración, países
participantes, cantidad de delegados, temas a debatir, tendencias políticas
de los representantes, idiomas en que existía bibliografía sobre
el evento en cuestión, de tal modo que cuando los congreseros,
simpsiantes, convencionistas, festivaleros llegaban a mi ventorrillo yo los tenía
colimados desde un mes antes y les disparaba a boca de jarro con todo lo que
deseaban.
Por esos días me volvía todo un especialista. No importaba si
en pedagogía o ginecología, en teatro o ballet, en ecología
o explotación de los hidrocarburos, en protección a las
reservaciones indígenas o en biotecnología; mi asunto era vender,
y para vender algo, ya sea un libro o la imagen de la revolución, hay que
saber de todo. Si no me creen, pregúntenselo a mi maestro de "todología".
El hobre lo mismo clausura un congreso sobre la natividad, vida y muerte de los
batracios que un simposio sobre genoma humano y clonación.
Mi fama de hombre culto me trajo buenos dividendos, pero también me
acarreó ciertos contratiempos. No pasaba un dichoso día sin que
tuviera que impartir cuatro o seis miniconferencias a "los mangueros".
Acudían a mí como única vía de aprendizaje. Cada vez
que conseguían un libro desconocido para ellos -y esto ocurría con
una frecuencia abrumadora- invadían mi puesto y no se marchaban hasta ver
satisfecha su necesidad. En ese tiempo que gastaba explicándoles sobre el
autor, la época, la importancia y hasta el posible precio, se me
escapaban compradores que luego no lograba recuperar. Pero qué le iba a
hacer, eran mis colegas.
Un día me cansé del samaritanismo. Decidí sacarle
aceite a aquel ladrillo. No podía seguir perdiendo tiempo y dinero.
Cuando se aparecían con un libro de valor apreciable les explicaba con el
mismo amor y la misma profundidad de antes, pero les sugería un precio
que me diera margen para comprárselo por trasmano y sacarle ganancias.
Cuando se dieron cuenta dejaron de consultarme y así recuperé mi
tiempo para atender a los clientes.
Ya sé que puedo dar la imagen de ser un pícaro, un pillo, un
catrín, pero me gusta ser honrado, y para qué ocultar lo que todo
el mundo sabe. El dinero no tiene amigos. Y en épocas de crisis el que no
tiene dinero se las ve negras. Ellos ganaban y yo también. Mi altruismo
lo guardaba para el periodismo independiente que, en ese momento, hacía
por amor al chisme, al derecho que tienen los demás de enterarse.
Lo que sí me dolía era que desde entonces ya la prensa
oficial, la policía política y los funcionarios del gobierno nos
acusaban de mercenarios. ¡Qué injusticia! Muchos de los periodistas
independientes, que habían sido mis colegas en la prensa oficial, le veían
el rostro a Lincoln cuando yo, apenado por no poder ofrecerles más, les
metía en el bolsillo, con mucho tacto para no herir su orgullo, un
billete de cinco dólares o los invitaba a almorzar en alguna paladar
cercana.
Esta información ha sido transmitida por teléfono,
ya que el gobierno de Cuba no permite al ciudadano cubano acceso privado a
Internet. CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores, y autoriza
la reproducción de este material, siempre que se le reconozca como
fuente.
|