Lo que me
contó un labrador
José Antonio Fornaris, Cuba-Verdad
LA HABANA, enero (www.cubanet.org) - El viernes 28 de enero de 1853, en San
Cristóbal de La Habana, la ciudad más protegida del Nuevo Mundo
(cinco fortalezas militares y una enorme muralla a su alrededor), nació
un niño al que llamaron José Julián Martí y Pérez.
En una casa a donde llegaba la brisa del mar, donde se podía escuchar el
arrullo de palomas a pesar de la gran animación del puerto.
José Julián mantuvo ese nombre o el de Pepe hasta 17 años
después cuando lo encerraron en prisión y le pusieron un grillete
en su pierna derecha, porque con la existencia de gobiernos despóticos
muchos buenos hijos de un país arrastran cadenas.
De su época en presidio datan estos versos que el joven envió
a su madre en el dorso de una fotografía: "Mírame, madre, y
por tu amor no llores. / Si esclavo de mi edad y mis doctrinas, / Tu mártir
corazón llene de espinas, / Piensa que nacen entre espinas flores".
Luego, su nombre pasó a ser solamente José Martí, o
nada más que Martí. Tiempo después, cuando la valentía
y el amor total a la libertad invadieron no sólo su corazón, sino
también su mente, cuando siempre fiel a su credo decidió cabalgar
para luchar por la vida y enfrentó las balas enemigas, entonces, comenzó
a ser conocido como "El Apóstol".
Este 28 de enero de 2002 se cumplieron 149 años del natalicio de Martí.
En Cuba, la efemérides se mencionó en los medios hasta la saturación
pero, como el verdugo que al cumplir con su cometido separa tantas cosas, no
hubo verdaderos homenajes al Martí de todos.
Martí es Cuba, aunque Cuba no sea Martí. El valor de los símbolos
es inmenso, por esto muchos mal intencionados o sólo con intereses
propios tratan de tomarlo para sí.
Pero esto trae como consecuencia que se le ponga ropa a la virtud, cuando la
virtud no necesita ser vestida; trae como consecuencia que se trate de sitiar la
grandeza de las ideas, cuando este tipo de grandeza sólo puede ser
limitada por sí misma; trae como consecuencia que se quiera limitar la
gloria dirigiendo en interés propio el agradecimiento de una nación.
Pero hay algo que desconocen aún aquellos que ejercen facultades omnímodas.
"El Presidente", como ya las tropas mambisas nombraban a Martí,
no cayó de su caballo el 19 de mayo 42 años después de su
nacimiento, sino que simplemente -según confirman viejos documentos
encontrados en una urna de cristal bruñido que estaba enterrada y
protegida por flores al pie de una montaña- cambió de cabalgadura.
Se afirma que, después de recibir los disparos de las fuerzas españolas
al mando de Jiménez de Sandoval, El Apóstol montó en un
caballo blanco, alado, y sobrevoló los ríos Cauto y Contramaestre
en ambas direcciones. Luego, partió en dirección al sol, hacia el
bosque eterno adonde sólo pueden ir los elegidos por los dioses.
Todo esto me lo contó un viejo labrador que vivió mucho tiempo
en la zona de Dos Ríos, que pudo ver esos viejos papeles.
Por suerte, a un lugar como el descrito nunca podrán llegar los déspotas,
no podrán imponer allí su facultad, terrible, de mancillarlo todo.
Ramón Díaz-Marzo es el autor de la novela "Cartas a
Leandro", publicada por CubaNet.
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