Capablanca
bien enojado
Manuel David Orrio, CPI
LA HABANA, enero (www.cubanet.org) - Desde las agitaciones excelsas de su
inmensa gloria deportiva, diría José Martí, el mejor
ajedrecista de todos los tiempos, el cubano José Raúl Capablanca,
debe de estar pasando por el inmenso enojo de un espíritu. Y no es para
menos, porque en el sexagésimo aniversario de su muerte la Cuba de Fidel
Castro no celebrará el prestigioso torneo internacional de ajedrez que
lleva su nombre. Y quizás nunca más, aseveró el Gran
Maestro Silvino García.
García hizo tales aseveraciones durante una reunión de padres
de alumnos del habanero Instituto Superior Latinoamericano de Ajedrez (ISLA),
que él preside, mientras a sólo unos metros un cartel advertía:
"Peligro, techo al desplomarse". En la habitación donde se
encuentra ese aviso juegan todos los días niños y adolescentes, o
parece que juegan, porque de esas sesiones iniciadas en 1992, al fundarse el
ISLA en lo más crudo del llamado período especial, surgió
la nueva hornada de ajedrecistas cubanos, lidereados por los muy jóvenes
Grandes Maestros Lázaro Bruzón y Lenier Domínguez.
Pese a éxitos comprobados, pese a la creciente competitividad y
enorme prestigio del ajedrez de Cuba, todo parece indicar que ese deporte no está
en las prioridades de los dirigentes deportivos isleños. De acuerdo con
las declaraciones de García, no habrá Capablanca. Pero el ISLA, la
principal institución del país formadora de ajedrecistas, sólo
dispone de presupuesto para pagar los salarios de sus docentes. Nada más.
"Vive del aire", más o menos enrarecido por un vendaval de
burocratismos.
Silvino García, gloria del ajedrez de Cuba, pinta la situación
en estos términos: "El ISLA es una institución que navega
contra la corriente. Está reconocida, pero no institucionalizada".
García llamó la atención sobre un punto en verdad
contradictorio: el ajedrez, en Cuba, es un deporte masivo y parte de la cultura
nacional. Pero la "estructura general del deporte no contempla el ajedrez.
No por mala fe; pero no la contempla".
Tales afirmaciones no carecen de sustento. Según las cifras
oficiales, a fines de los 80 podía considerarse al ajedrez como entre el
tercer y quinto deporte más practicado en Cuba. A fines del 2000, pese a
notorias carencias de recursos, podía anotarse como el onceno, y el sexto
de los individuales. El ajedrez del 2000 reúne a más deportistas
que las especialidades de artes marciales, el ciclismo y el levantamiento de
pesas, todas las cuales disponen de muchos más recursos asignados por el
gobierno. Y otro tanto sucede con deportes mucho más publicitados en la
Isla que el de los trebejos.
Hipótesis plausible para explicar esa contradicción es ésta:
el ajedrez no participa de aquellos eventos deportivos internacionales que
constituyen para el gobierno de Fidel Castro la materia prima de una extendida
propaganda política. No forma parte de los juegos centroamericanos, ni
panamericanos, ni concurre a las Olimpíadas, porque tiene su calendario
aparte. Entonces, no se da aquella oportunidad que pudiera llamar la atención
del poder deportivo cubano, que es el mismo y bien conocido que todos conocen.
Esta sospecha fundada conduce a otra conjetura no suspendida de los aires.
Si, como se dice oficialmente, el deporte es derecho del pueblo, relegar al
ajedrez en beneficio de otras especialidades más elitistas iría
contra ese derecho, por lo que cabe preguntarse qué diantres pasa.
Suspender la celebración de los torneos internacionales José Raúl
Capablanca es un gesto mayor y elocuente. Según fuentes de crédito,
llegó a pensarse en la posibilidad de que cubanos de Miami recogieran el
guante y organizaran el evento. Hasta ahora, que se conozca, ni siquiera ese
eventual reto deportivo y político, a los efectos del gobierno de Fidel
Castro, parece haber conmovido a alguien.
Entretanto, los niños y adolescentes que en el ISLA sueñan con
el título de Gran Maestro, o sencillamente van a jugar y aprender, lo
hacen a la vera de un cartel: "Peligro, techo al desplomarse".
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