CUBANET .INDEPENDIENTE

11 de enero, 2002


Más lejano que la eternidad

Ramón Díaz-Marzo

LA HABANA, enero - Ultimamente la máxima instancia del gobierno cubano a través de sus públicos discursos ha estado reiterando la idea de que los Trabajadores Sociales, después que se gradúen, comenzarán un trabajo de investigación a través de visitas a las casas marginales para saber con exactitud cuáles son los problemas reales que una determinada familia pueda tener.

Los trabajadores sociales son un ejército de jóvenes sin madurez existencial, que intentarán rescatar al "Hombre Nuevo" a través de un trabajo de proselitismo político, y se parecerán en muchos aspectos al método evangelizador que utilizan los Testigos de Jehová cuando van de puerta en puerta "llevando la palabra de Jehová". La diferencia consiste en que los trabajadores sociales te prometen el "paraíso" en el ahora mismo aquí en la tierra, y los Testigos de Jehová te prometen ese "paraíso", pero para después que se acabe el mundo.

Ningún partido político de nuestros días se atreve a esgrimir en su plataforma programática de gobierno que la felicidad solo la garantizará después de la muerte.

Sin embargo, los comunistas, que no creen en el más allá, y constantemente hablan del más acá, jamás le han ofrecido felicidad y prosperidad a sus pueblos en el ahora. Y aunque no son una religión, constantemente están prometiendo una felicidad en el futuro. Pero, ¿qué cosa es el futuro para un ser humano que sólo vivirá unas decenas de años?

El futuro de que hablan los comunistas no es otra cosa que la muerte. "Trabajen duro y conquistaremos el futuro", es el lema de los comunistas y socialistas; o de lo que a su gobierno totalitario le ponen una etiqueta para diferenciarlo de la libre empresa y justificar el MANDO UNICO como en los tiempos de los Reyes e Incas, cuando la vida privada e individual no existía.

A las congregaciones religiosas (de ahora) se les puede permitir que nos hablen del prometido Paraíso que se encuentra más allá de la muerte en algún lugar del futuro. Pero a un Plan de Gobierno que no ha logrado mejorar el nivel de vida de su población (como en el caso cubano) no se le puede perdonar que sólo se ocupe de un futuro que no existe. El plan de gobierno de cualquier grupo de poder tiene que preocuparse del presente, de lo concreto, de las cosas tangibles, de lo que el hombre común quiere disfrutar antes de morir.

El pueblo cubano lleva 43 años construyendo un futuro que no termina de llegar. Se trata de un "futuro luminoso" tan lejano, que aún después que sobrevenga el Apocalipsis faltará un buen trecho de eternidad para convertirse en realidad.

En Cuba el año 2001 ha terminado con fiestas y parrandas escandalosas que intentan encubrir el fracaso de un gobierno que nos ha conducido a la pobreza.

Los medios de comunicación oficial le han dado amplia cobertura a la "alegría estatal preparada" en capitales y municipios de provincia, y esos medios no han hablado en ningún momento de cómo el índice de violencia ha aumentado en el final del año 2001: asaltos, robos con fuerza, y asesinatos en diferentes puntos de la Isla.

El pueblo cubano lleva 43 años trabajando en la construcción de ese futuro. Pero ese futuro cada vez se aleja más, como el conejo eléctrico que se usa en los velódromos para las carreras de galgos. Todos nosotros somos unos perros corriendo tras la zanahoria de un futuro que jamás alcanzaremos.

Lo único que puede esgrimir el actual gobierno totalitario cubano es su cacareada tasa de reducción de la mortalidad infantil, que por primera vez se iguala con un país capitalista: Canadá.

Pero mientras por un lado nos ocupamos de que el índice de mortalidad infantil se reduzca, por otro lado las ciudades se derrumban por falta de mantenimiento. Los establecimientos estatales que ofertan productos alimenticios a la población cada vez son mas rústicos y salvajes en el trato al público. Las relaciones humanas entre vecinos cada vez están más cargadas del veneno que engendra la pobreza producida por un plan de gobierno que no permite la iniciativa personal de los individuos.

Y así, sucesivamente, vemos que todos los niños que la Revolución ha rescatado de la muerte en la hora de su nacimiento, vivirán para trabajar en un presente eterno que jamás le dará paso al futuro que nos han prometido. Y vivirán (especialmente aquí en la capital de Cuba) en una ciudad que se derrumba atrapada entre un pasado que hubiera podido ser mejor y un futuro más lejano que la eternidad.


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