Dionisio y
la decepción
Manuel David Orrio, CPI
LA HABANA, enero (www.cubanet.org) - Triste estoy, porque Dionisio me dejó
igual que a la Penélope de Serrat. Sentadito en el andén, y con el
bolso de piel marrón. Le esperé ansioso todo este último sábado,
aunque siempre pensé que se trató de un oficial de la Seguridad
del Estado con ganas de matar el aburrimiento de una guardia en día de Año
Nuevo.
Ni siquiera le conozco personalmente. El tal Dionisio me llamó a mi
telefax (79-1622) el pasado primero de enero, mientras festejaba con un grupo de
amigos mi cuarenta y ocho cumpleañitos. Se identificó como un
funcionario de la Empresa Ganadera Valles de Picadura y dijo haber leído
mi serie de artículos "Luces y
sombras de la agricultura cubana".
Respetuoso, con un tono de voz que asocié a un hombre de la campiña,
me invitó a visitar la empresa donde labora para que viera allí
algo distinto de lo que yo apunto sobre el estado de la ganadería en
Cuba. Más o menos un duelo de ironías se cruzó entre
nosotros. Pero sentí que al otro lado de la línea había un
hombre con cerebro, dotado de un criollo sentido del humor. Además, mi
cumpleaños de ese día estuvo cargado de hechos inusuales. Un niño
tocó a mi puerta y me entregó una botella de vino a nombre de
Miguel. Mi esposa y yo pensamos que mi hijo Miguel David no vendría a
felicitarme y que pidió a algún amiguito "hacer el favor".
Minutos después mi hijo, en mi presencia, juraba y perjuraba que él
no era ese misterioso Miguel.
Cosas locas, día loco. Misterioso Dionisio y misteriosa botella, como
si Baco me estuviera "cogiendo para el trajín". Por supuesto,
alguno de mis amigos, más bien paranoico, aconsejó que ni le
abriera la puerta al tal Dionisio, caso de aparecer. Confieso que no hubiera
podido seguir ese consejo. Enorme, la tentación de recorrer, más o
menos acreditado, nada menos que una de las empresas estatales ganaderas más
importantes de Cuba. Enorme, el interés por preguntar. Entre mis estudios
estadísticos guardo uno cuyo resultado es el de la "desaparición"
de un millón 273 mil 200 cabezas de bovinos entre 1994 y 2000. No estoy
exagerando: me limité a sumar y restar -como haría cualquier
contador- las existencias al inicio, los nacimientos, las muertes y las entregas
a sacrificio, todo sobre las bases de las cifras oficiales, las cuales afirman
que al cierre de 2000 la isla contaba con cuatro millones 110 mil 200 reses.
Pero mis cálculos arrojan que debieron ser cinco millones 383 mil 400.
Buena pregunta, para el tal Dionisio: ¿Por dónde andarán esas
vaquitas?
Afirma la prensa oficiosa que en 2002 se hará un censo de ganado
mayor. Veremos qué trae. Por lo pronto, el bromista de Dionisio me dejó
con las ganas. No tengo ningún temor de reconocer al gobierno de Fidel
Castro lo que en verdad amerite. Lo creo parte del oficio, como también
lo es señalar del error el antro y la vereda oscura, diría José
Martí.
Y creo que en esa manera de abordar el periodismo está la clave de
por qué CubaNet está pasando por dificultades para comunicarse con
la isla, más allá de la saturación de llamadas telefónicas
entre Cuba y Estados Unidos, que puede que esté obstaculizando el
reportar "desde aquí".
Entretanto, la decepción no me abandona. Dionisio me endulzó
la boca y no me dejó probar el corazón del cake. Mas yo le espero,
aunque no sea sentado en el andén.
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