Un país
de fantasía
Tania Díaz Castro, UPECI
LA HABANA, enero (www.cubanet.org) - El recuerdo que tengo del día de
Los Reyes Magos, allá en mi pueblo villaclareño, es muy distinto
al que tienen mis hijos nacidos después del triunfo político de
Fidel Castro.
A pesar de que mi madre trabajaba como despalilladora, todos los seis de
enero de cada año me levantaba con la alegría de ver juguetes
nuevos junto a mi cama. Esa noche apenas dormía tratando de escuchar los
pasos de los Reyes mientras colocaban los regalos en mi cuarto, o cuando pasaban
como hormiguitas por debajo de la puerta guiados por la luz de una estrella.
Siempre me encontraba con la sorpresa de varios juguetes que por la mañana
mostraba a mis mejores amigas del barrio. Agradecida estoy de mi madre por sus
buenas relaciones con aquellos legendarios personajes que tanto amábamos
los niños. Mucho le agradezco que no me haya privado de la magia de
aquellas emociones, que jamás rompiera mis fantasías infantiles.
En cambio, mis hijos no disfrutaron un Día de Reyes. Sólo
contaron en su niñez con una tenebrosa libreta estatal que controlaba los
productos industriales cuyas míseras ventas se hacían a través
de largas y continuas colas. Mis hijos no tuvieron la suerte mía.
Hoy todo ha desaparecido. Hasta la sórdida libreta y sus tres cupones
que correspondían a tres juguetes llamados básico, no básico
y liberado. Su compra debía hacerse el tercer domingo de julio para que
coincidiera con el aniversario de la masacre ocurrida en el cuartel Moncada de
Santiago de Cuba en 1953. Con este nuevo sistema desaparecía la fecha del
seis de enero, Día de los Reyes Magos, y se contemplaba el espectáculo
de niños que hacían colas hasta las puertas para comprar los
juguetes que les correspondieran y no los que ellos seleccionaran.
A 43 años del triunfo revolucionario, los niños cubanos continúan
sin celebrar el seis de enero. La situación ha empeorado. Los juguetes
son controlados por los dólares, luego de haberse perdido en 1993 nuestra
soberanía monetaria, moneda en que los trabajadores no reciben sus
salarios.
Los niños de hoy tendrán que esperar a ser mayores para
comprarse un lindo juguete en un país extranjero, como un inútil
empeño en recobrar la fantasía prohibida.
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