CUBANET .INDEPENDIENTE

22 de febrero, 2002


Puntualidad a la cubana


Tania Díaz Castro

LA HABANA, febrero (www.cubanet.org) - Sabemos que los ingleses son puntuales; que los japoneses, gracias a la modernización del país, también lo son. Con mis propios ojos pude contemplar la puntualidad de sus trenes transitando por las arterias más importantes de Tokio. Su llegada no tenía diferencias ni siquiera de segundos.

Pero a decir verdad, como los cubanos tenemos fama de no ser puntuales, con algo de inmodestia confieso que yo fui puntual desde mi más temprana edad. Cuando no llegaban al sitio fijado a la hora acordada, me encontraban de pésimo humor o me había marchado del lugar. Es por ello que durante años he sufrido la impuntualidad de mis coterráneos, sobre todo bajo el totalitarismo de Fidel Castro, porque al igual que el sistema nos hemos vuelto morosos, lentos e ineptos como si anduviéramos por la vida entretenidos en algo que sólo está en nuestras mentes, como si viviéramos en un país artificial o estuviéramos intoxicados con una nueva religión.

Hemos podido ver que, a pesar de las subvenciones millonarias soviéticas recibidas durante décadas y ahora de los ingresos turísticos y otros más, el Estado no ha podido proporcionarle bienestar a su pueblo. Ni siquiera los alimentos más necesarios. El nivel de vida está en un punto muerto, mientras que el cubano de a pie (la inmensa mayoría de la sociedad) no puede visitar los lugares agradables que se crearon para el turista, como cafeterías, hoteles, restaurantes y muchos otros sitios de esparcimiento.

¿Qué posee el trabajador cubano si su dinero no le representa nada? Yo diría que ésta es la génesis de nuestra impuntualidad, de nuestra morosidad.

Cuando en Cuba surgió el "socialismo con pachanga" como calificó Che Guevara a la respuesta que dieron los cubanos al sistema, de acuerdo con su carácter alegre y liberal, la llegada de un trabajador a su centro era casi un espectáculo. Se contemplaba al impuntual que, con rostro compungido, achacaba su tardanza al transporte o al despertador que no sonó, al transporte, al transporte... y todos le creían.

El mal no desapareció cuando el estado decidió venderle relojes despertadores a los mejores trabajadores, porque los relojes estaban más tiempo en los talleres de reparación que en las mesas de noche.

Ahora que está peor el transporte, ¿cómo será el dilema de la puntualidad en los centros laborales?

Para los jefes y personal especializado, que en muchos casos disponen de auto, existe un horario abierto: llegan a su buró a la hora que quieren sin que nadie les pida cuentas. De éstos hay muchos. Cuestión de suerte.

Pero las reuniones... las reuniones siguen igual. Ni se sabe cuándo comienzan y mucho menos cuándo terminan. El que espera impaciente, protesta y se inquieta... ¡cuidado! Podría convertirse en un disidente.

En Cuba, cuando un restaurante sirve a su tiempo la mesa se dice que tiene un buen servicio. Sin embargo, no son muchos los que gozan de tal fama. Hasta las nuevas tiendas que venden en dólares se han sumado a esta vieja práctica, y en ocasiones no abren sus puertas a la hora prevista o convocan a una reunión urgente en horario de trabajo y son menos los que atienden los mostradores durante horas.

¿Y qué decir de la televisión? Es posible que la impuntualidad de los programas televisivos sea lo más doloroso para la población. Usted prepara todo para sentarse a ver su programa favorito y permanece minutos, horas, esperando, porque el horario de la televisión fluctúa de acuerdo a las necesidades de las altas autoridades gubernamentales, propietarias de los únicos dos canales con que cuentan los once millones y medio de habitantes. Además, como dato curioso, digamos que se trata del único entretenimiento diurno y nocturno del cubano de a pie. Como se tumba un catao (interruptor eléctrico) así tumban la esperada película por un discurso político o por un acto donde se presenta el jefe de Estado, o simplemente comienza el filme dos o tres horas después.

Aún así, como el papel todo lo aguanta, en la prensa diaria se publica cada día el horario de la programación televisiva como si se tratara de una realidad cotidiana.

No, en Cuba no se siente usted delante de la pantalla del televisor de acuerdo al horario fijado, porque la impuntualidad forma parte de nuestra vida. Dé vueltas y vueltas por la casa, no se impaciente, porque lo pueden acusar de opositor.

De las líneas nacionales de aviones no les diré nada. Sólo les daré a conocer el mote que le han puesto: "Cubana vuela cuando le da la gana". Sin comentarios.


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