¡Y
dale con los crustáceos!
Héctor Maseda, Grupo Decoro
LA HABANA, febrero (www.cubanet.org) - La actividad delictiva que realizan
trabajadores vinculados al sector de la pesca destinada a la captación de
dólares, fue el tema de mayor interés debatido en el V Pleno del
Comité Nacional del Sindicato del a Marina Mercante, Puerto y Pesca que
concluyó en días pasados.
No hubo sorpresas. El mismo tema y con similar intensidad fue abordado
recientemente en el balance anual del Ministerio de la Industria Pesquera. Esa
preocupación demuestra hasta dónde llega la corrupción
laboral por un lado, y la falta de control y vigilancia eficaces que deben
existir, por el otro, en una esfera productiva tan importante para la economía
del país.
Se pudo conocer que los renglones con mayor afectación son los
referidos a las captura de la langosta y el camarón, así como el
cultivo en viveros de este último. Ambos gozan no sólo de alta
demanda en el mercado internacional, sino también en la dieta alimenticia
del cubano medio, de cuya mesa han estado ausentes durante más de cuatro
décadas. Es justo señalar que el camarón reapareció
en cantidades muy limitadas y a precios sumamente elevados en la red de pescaderías
especializadas, lo que lo convierte en un plato virtual para el 90 por ciento de
la población cubana.
De este modo, el hurto de esas especies y su ulterior venta clandestina por
elementos inescrupulosos, a precios inferiores a los oficiales, lo convierte en
una vía expedita (aun siendo ilegal y punible) para que el cubano de
bajos recursos económicos pruebe una que otra vez tan suculento manjar de
alto contenido en proteínas.
En Cuba, antes de 1959, ya existía la captura y comercialización
de ambos crustáceos. Su producción no alcanzaba los niveles que
posee en la actualidad, pero no faltaban nunca entre los productos del mar
ofertados a los cubanos. Los precios de venta al detalle se correspondían
con los salarios y el costo de vida de la época.
En aquellos tiempos no se reportaron sustracciones de esas especies de
manera tan alarmantes como ahora y que, por añadidura, obligaran a
llevar el asunto a la agenda de discusión de un sindicato nacional.
No es luchando contra los efectos de un problema que se elimina éste.
Las causas deben buscarse en su origen. Y ese origen es social. Auméntense
las ofertas a la población de estas especies y otras, a precios módicos,
en armonía con los salarios promedios, y cesarán como por encanto
esas y otras muchas actividades delictivas y de corrupción que padece el
país debido a la acumulación de sus necesidades básicas.
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