Cuestión
de honor
Héctor Maseda, Grupo de Trabajo Decoro
LA HABANA, febrero (www.cubanet.org) - Toques insistentes a la puerta de mi
hogar me alarmaron. Al abrir vi a una señora de mediana edad. No la conocía,
pero la bondad que inspiraba su rostro y la tristeza de sus ojos, permitieron
que la invitara a pasar y suspendiera mis planes del día.
Sin preámbulos me preguntó:
- ¿Aquí vive Héctor Maseda, el periodista independiente?
La observé por unos segundos antes de responder, pues no lograba
captar las intenciones de su visita. ¿Será una provocación?
-pensé. No obstante respondí:
- Soy yo. ¿En qué puedo servirla?
- Mire, señor Maseda. Fui dirigente administrativa y militante del
Partido Comunista de Cuba hasta el año 2000 en que renuncié. He
viajado al extranjero en varias ocasiones por razones de mi anterior trabajo y
confiabilidad. El motivo que me trajo a verlo es la necesidad de contarle a
alguien una historia que me tortura y no me deja vivir en paz hace algunos años.
- Confíe en mi discreción y ética profesional.
Adelante. Soy todo oídos -le dije. Entonces comenzó su historia:
"Soy viuda de un oficial de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, quien
estuvo en Angola en el año 1976. Después del triunfo del
Movimiento por la Liberación de Angola, grupo presidido por Agosthino
Neto y apoyado por Cuba y la antigua Unión Soviética. El se
mantuvo en aquel país recuperando técnica de combate abandonada en
los campos de batalla. Regresó a Cuba enfermo la primera vez. Lo
atendieron en el hospital y las autoridades sanitarias militares fumigaron mi
casa sin que mediara ninguna explicación. Una vez restablecido mi esposo,
volvió para ese país africano. Regresó enfermo nuevamente.
Todo volvió a repetirse: hospital, fumigación y la ausencia de
explicaciones. Mi compañero no volvió a salir. Pasaron los años
y le salió un forúnculo en el lado izquierdo del cuerpo que creció
de manera alarmante. Poco tiempo después esos tejidos le hicieron una
especie de necrosis que anunciaban lo que vendría más adelante.
Fue un proceso lento, pero irreversible. Murió a los pocos meses. Ninguno
de sus compañeros de armas ni los míos del PCC lo visitaron en el
hospital. Supongo que por temor a contagiarse. Nadie me preguntó si
necesitaba apoyo espiritual, moral o material en aquellos momentos. En la
institución médica no me explicaron lo que había sucedido.
Yo sufrí una depresión emocional fuerte, acompañada por una
gran decepción del gobierno cubano".
En ese momento de su narración, la invité a una taza de café.
Mientras, la llevé a una charla colateral de temas irrelevantes, con la
intención de que se relajara nuevamente. Al rato continuó su
narración, aunque ahora tocó aspectos de su vida posterior y las
nuevas "experiencias" con otros genuinos representantes del sistema
político.
"Unos amigos europeos, al percatarse de mi estado de ánimo, me
invitaron a que pasara unos meses con ellos, conociera su país y
recuperara mi equilibrio psíquico. Acepté, e inicié los trámites
correspondientes. La autorización me fue concedida y dejé a un
familiar a cargo de mi vivienda. A mi regreso a Cuba tuve conocimiento de que
algunos militantes de mi núcleo del Partido Comunista fueron a reclamar
ciertos bienes de mi propiedad, pues alegaban que mi salida del país era
definitiva. Me citaron a varias reuniones en las que pretendieron expulsarme de
la organización, con el pretexto de que había viajado al exterior.
El argumento era absurdo, pues estaba autorizada a salir del país por la
autoridad competente (Ministerio del Interior). Sin embargo, no procedieron
contra los militantes que trataron de usurpar ilegalmente algunas de mis
pertenencias durante mi ausencia. Esto fue demasiado para mí. Cuando todo
se aclaró entregué el carnet del partido y traté de
continuar mi vida normalmente".
Pero ahí no se detuvieron las agresiones. Pasaron también a
los aspectos económicos y presiones morales:
"Intentaron suspenderme la pensión que recibo de mi esposo. El
argumento esta vez fue que mantenía relaciones íntimas con otro
hombre, luego de que habían transcurrido ya ocho años del
fallecimiento de mi esposo".
Me miró fijamente y añadió: "Eso es todo, ¿qué
le parece?"
Me comprometí a divulgar su historia por constituir un vivo ejemplo
de la intolerancia ideológica del régimen y sus posiciones
moralistas, que exigen mucho al mirar hacia la base de la pirámide
social, pero tolerante en extremo cuando de la cúspide se trata.
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