Otra vez el
Teatro Martí
Ramón Díaz-Marzo
LA HABANA VIEJA, febrero (www.cubanet.org) - Por estos días el viejo
tema de la restauración e inauguración del teatro "Martí"
ha vuelto a ser la comidilla de los círculos teatrales cubanos y de algún
que otro programa de la televisión donde se han hecho comentarios al
respecto. Y es lo cierto que en Cuba, específicamente en la capital, hay
un grupo de personas que deseamos que el teatro "Martí" se
inaugure. Pero nuestro deseo es ingenuo. El teatro "Martí" no
podrá inaugurarse ni ahora ni en muchos años más, por la
sencilla razón de que en Cuba, desde hace más de cuatro décadas,
reír es un peligro político.
Para que Cuba pueda volver a reír con el teatro vernáculo son
necesarias ciertas condiciones: que Cuba y los Estados Unidos reanuden su
amistad y, por ende, la economía de la Isla se fortalezca.
No crean que el acto organizado de reír, es fácil. Un teatro
vernáculo no es otra cosa que una risa organizada que por su
intencionalidad estética, al tratar los temas de la vida cotidiana, se
convierte en juez implacable.
La risa individual, o entre un reducido grupo de personas, nadie puede
impedirla. Pero la risa elevada a categoría de arte, en un teatro, podría
mirarse como una conspiración. Las actuales circunstancias históricas
que rodean al gobierno hacen imposible que la risa sea permitida. Baste recordar
que estas cuatro décadas de revolución no han sido una comedia,
sino una constante tragedia: batallas, héroes, mártires.
Si terminan de restaurar el teatro "Martí" y lo inauguraran
y estrenaran sobre sus tablas un teatro vernáculo contemporáneo,
el teatro "Martí" se convertiría en un bastión
inexpugnable de "gusanos". Y figuras delictivas tales como "diversionismo
ideológico" y "propaganda enemiga", volverían a
ocupar su espacio en las salas de los tribunales especializados en delitos
contra la "Seguridad del Estado", pues muchos, por no decir todos los
escritores de teatro que han permanecido silenciados por años, se
apresurarían a destilar en sus obras humorísticas toda la
frustración que han acumulado en tantos años de autocensura y
esterilidad creadora.
La risa organizada, para alcanzar categoría de arte, no puede tener
compromisos políticos. Y se iniciaría una competencia entre
escritores por ver quién hace reír más al público; y
por ese auténtico camino del teatro de la risa se llegarían a
componer obras que, desde el punto de vista político del actual gobierno,
serían vistas como actos contrarrevolucionarios, no como arte teatral; y
las autoridades que rigen el destino de la Isla, lo saben. Saben que la política
siempre tiene un lado cómico.
El pueblo, a través de la risa, le quitaría a la historia su
lado solemne. Sólo téngase en cuenta que el periodismo
independiente en nuestro país está prohibido. Y el periodismo, en
comparación con un teatro de la risa, es un niño de teta.
Ni por gusto ni por una casualidad el teatro "Martí" ha
permanecido cerrado todos estos años; y continuará cerrado.
Para que la risa exista, para que la risa se ría de sí misma,
tiene que existir libertad; no la libertad de pancartas y discursos, sino una
risa respaldada por un proceso democrático donde las personas de gobierno
sólo son empleados del pueblo.
En la Cuba actual todos los eventos que ocurren son batallas, cosas muy
serias. Y no conozco que alguna vez haya existido en la historia del arte una
risa seria.
El teatro "Martí", si se inaugura, sólo exhibirá
obras cómicas del pasado, pero no podrá permitir en sus tablas
obras cómicas de la contemporaneidad. Un teatro cómico del
presente cubano, inevitablemente, cuestionaría al gobierno.
No es lo mismo leer el libro que cuestiona un presente en la soledad de una
habitación, que el libro vivo de la escena teatral, donde el espectador
no está solo, sino entre las cuatro paredes de un mundo lleno de
personas. Y entonces descubre, entre carcajadas, que él no es el único
que piensa lo que está pensando.
Ramón Díaz-Marzo es el autor de la novela "Cartas a
Leandro", publicada por CubaNet.
Esta información ha sido transmitida por teléfono,
ya que el gobierno de Cuba no permite al ciudadano cubano acceso privado a
Internet. CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores, y autoriza
la reproducción de este material, siempre que se le reconozca como
fuente.
|