La Ley de la
Vivienda cubana incita al delito
Reinaldo Cosano Alén
LA HABANA, febrero (www.cubanet.org) - La Ley de la Vivienda -como muchas
otras leyes impuestas por el régimen de Fidel Castro- cierra puertas, y
es criminal porque incita al delito.
Las autoridades señalan entre las ilegalidades más reiteradas
con la vivienda aquellas relacionadas al arrendamiento, permutas, construcciones
y compraventas sin la autorización requerida por el Estado.
¿La gente quiere, por puro gusto, incurrir en transgresiones de la ley,
máxime conociendo las draconianas sanciones: multas tan altas que algunas
sobrepasan cualquier salario anual, confiscación de inmuebles, desalojos,
demolición de lo construido o de lo añadido, y hasta prisión?
El Estado cubano es incapaz de solucionar el agudo problema habitacional,
pero tampoco permite que el ciudadano garantice su techo por sus propios medios.
Existe un cúmulo enorme de necesidades, viejas y nuevas, que como pesado
fardo carga la población, de año en año, de década
en década, de generación en generación.
La falta de voluntad oficial y sus constantes lamentos no resuelven el
problema de la vivienda, pero sí provoca muchísimos conflictos
familiares, sociales y hasta tragedias, por absurdas restricciones legales.
¿Por cuál razón creíble el cubano no puede vender
su casa? ¿Porque la ley lo prohíbe expresamente? ¿O permutarla
por otra mayor, aunque medie lógica compensación monetaria? ¿O
construir su propia casa, algo casi imposible? ¿Por qué la
confiscación, encarcelamiento, por el calificativo puesto de moda de "vivienda
sobredimensionada"?
Imaginario límite jamás referido a las superdimensionadas
mansiones, palacetes y hasta barrios residenciales completos de personeros del
gobierno y del Partido Comunista -que es lo mismo- a los que ni roza la ley.
En contraste, poniendo al desnudo frustradas utopías e incumplidas
promesas, un cordón de "villas miseria" circundan cada poblado
y ciudad, donde son constantes los desalojos y frecuente la presencia de equipos
pesados derribando miserables casuchas y sueños trocados en desesperanza.
Niegan el curso de la vida, de la historia.
El Estado cubano, dueño de las cosas y de las personas, anuncia con
tono triunfal que las llamadas ilegalidades -no sólo de la vivienda- han
recibido nuevos golpes con el apoyo del pueblo. Nada más lejos de la
realidad: es el pueblo quien recibe los más contundentes golpes.
Viene al caso, y merece honda reflexión en su sentido real y
figurado, este pensamiento de nuestro prócer José Martí: "Las
casas que se levantan sobre puntales de papel, se vienen abajo en cuanto sopla
un viento pasajero. El viento, vencido, azota en vano la casa que se levantó,
como los árboles, sobre largas raíces".
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