CUBANET .INDEPENDIENTE

4 de febrero, 2002


La odisea de mis tías

Ana Rosa Veitía, Grupo Decoro

LA HABANA, febrero (www.cubanet.org) - La generalidad de los cubanos somos aseados. Nos gustan las sábanas blancas como el coco, nos agrada que la ropa -tanto interior como exterior- huela a limpio. Si de algo no se nos puede tildar es de sucios.

En cualquiera de los ómnibus que sobrecargados de pasajeros circulan por la capital cubana, en su mayoría donados con muy buena voluntad pero diseñados para operar en países con climas fríos, es frecuente en época de verano escuchar la siguiente expresión: "¡Caballeros, respiren parejo, no me lo dejen a mi solo!" Repito: se nos puede tildar de cualquier cosa, menos de gente poco pulcra. Aunque estos tiempos de socialismo no son buenos para la higiene.

Con placer, recuerdo las sábanas blancas colgadas para que cogieran sol en el campo, allá, en la casa de mi tía Olimpia. Por treinta y cuarenta años otras tías mías trabajaron como leonas lavando para la calle para buscarse unos pesitos.

Pero, si fuera en esta época, mis tías hubieran enfrentado muchísimas dificultades y posiblemente no hubieran podido lavar para la calle. Hoy por hoy, llevar ropa limpia es una de las tantas odiseas nacionales.

La última década, denominada "período especial" por el gobierno de Fidel Castro, ha dado lugar a muchas desigualdades. Se pasó de una limitación generalizada a otra menos afortunada donde la mayoría soporta angustias y unos pocos, por una combinación de circunstancias, han podido elevar su nivel de vida mediante los dólares estadounidenses.

La mayoría, como mis tías, con el período especial aprendieron a valorar más aún lo que significa en la actualidad tener un pedazo de jabón o un poquito de detergente. Compran jabones de fabricación artesanal, de los que venden los cuentapropistas (trabajadores por cuenta propia) a diez pesos, o le compran a los merolicos detergente que éstos adquieren en las tiendas dolarizadas y luego reenvasan y revenden en pesos.

A muchos compatriotas ya no les da pena vestir ropas con remiendos o de segunda mano, ni pedirle un poco de azúcar al vecino o un diente de ajo o una cebolla. Se conforman con los dos canales de la televisión cubana (CubaVisión y TeleRebelde) o recogen de la basura un sillón destartalado para improvisar otro asiento en sus casas. Mi tía Olimpia es uno de ellos.

Ella vende cucuruchos de maní tostado en el barrio, porque la pensión que le asignó el gobierno no le alcanza ni para cubrir sus necesidades elementales. Sobrevive por el maní y porque de vez en cuando le mandan pequeñas cantidades de dinero, del que vale, del estadounidense.

Eso sí, no sé cómo se las arregla, pero mi tía Olimpia es una de las personas más limpias de la comarca. Ha sabido sortear todas las dificultades y tiene sus fórmulas mágicas para estar todo el día impecable.

Como ella hay muchos. Así somos los cubanos de hoy. Con remiendos, con hambre, padeciendo escaseces de todo tipo, pero nos gusta oler rico, sabroso.


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