CUBANET .INDEPENDIENTE

1 de febrero, 2002


A veces no hay solución

Ramón Díaz-Marzo

LA HABANA, febrero (www.cubanet.org) - Ana se ha quedado sola. Todos los días de la semana (menos el domingo) desde por la mañana hasta que la tarde cede su puesto a la noche, Ana está sola. Hace 15 años enviudó. Ahora sólo cuenta con un hijo que se levanta temprano en la mañana y prepara el desayuno para los dos. El hijo es un trabajador incansable, y siempre llega a su casa de noche.

Si el hijo de Ana fuera un hombre común, ya se hubiera casado con cualquier pelandruja. Pero según afirma la propia madre él es una persona decente y ella (Ana) no está dispuesta a soportar en su casa a cualquier mujerzuela.

Ana vive en una casa de vecindad. No tiene nada que hacer y constantemente se queja de su soledad, y se aburre. Entonces cruza un patio y se para en la puerta de la calle a ver a las gentes pasar. Entre esas personas que pasan, a veces un extranjero inesperadamente pone en sus manos un dólar o una jaba cargada con utensilios de aseo. Y Ana le cuenta a todo el mundo con orgullo la bondad de algunas personas en este mundo, sin comprender que es su aspecto exterior lo que mueve en el transeúnte ocasional compasión humana.

Ana tiene 85 años y no quiere bañarse ni pasarle el peine a unas canas hermosas que posee. Constantemente se queja de la vida, y habla mal hasta de los vecinos que le hacen un favor.

Hace años, Ana, buscando un cubo de agua en un establecimiento del barrio, resbaló sobre el piso que estaban baldeando y se partió el fémur. Desde entonces ha sido el hijo quien lo hace todo en la casa. Pero hay que señalar que era su propio hijo quien, cuando escaseaba el agua en el edificio, le ordenaba ir a los comercios del barrio a pedir agua. Porque el hijo, aparte de ser una persona decente, constantemente le habla a la madre como si fuera un General de Ejército. No por casualidad hasta hace poco tiempo a este hijo le gustaba coleccionar aviones y barcos de juguete.

Recientemente Ana volvió a caerse dentro del baño de su casa y se ha fracturado un brazo. Ahora constantemente exclama que lo único que desea es morirse.

Ana es una mujer contradictoria. Su origen es español, puede arreglar los papeles y rescatar su natal ciudadanía, pero se demora en hacerlo y declara que no le interesa disfrutar de esos paseos que el Estado español ofrece a sus compatriotas. Ni siquiera se preocupa por los dólares anuales que España, a través de diferentes sociedades en Cuba, le podría enviar si arreglara esos papeles.

El disco rayado de Ana se titula: no puedo vivir sin mi hijo. Y no comprende que está actuando como "El Perro del Hortelano": ni come ni deja comer.

Entre Ana y su hijo pudiera existir amor y odio. Ambos se destruyen mutuamente. Cuando el tiempo pase, la muerte solucionará este problema. Pero la vida es así. Hay situaciones humanas cuya culpa es responsabilidad de los protagonistas que interpretan su propia tragicomedia.


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