CUBANET .INDEPENDIENTE

27 de diciembre, 2002

La Nochebuena
(II parte. Final)

(I PARTE)

Oscar Mario Gozález, Grupo Decoro

LA HABANA, diciembre (www.cubanet.org) - Si bien el árbol navideño ha invadido de luz nuestros corazones, la Nochebuena se movió con mucha mayor lentitud, por muchas razones.

La mayoría de nuestros jóvenes no conocen siquiera el significado de esta festividad. Ello es penoso, porque para el cubano la Nochebuena siempre fue la fiesta de todas las fiestas. Símbolo de paz y amor, a cuyo sublime imperio se sometían todos los cubanos: negros, blancos, ricos y pobres, católicos, protestantes y masones; ortodoxos, auténticos, liberales y comunistas.

Se celebraba en todos los hogares de todos los pueblos y ciudades, aunque para muchos y para mí cobraba su mayor atractivo y esplendor en los campos de nuestro país, en el hogar del guajiro de monte adentro.

Allí, donde la campiña muestra sus colores, arrulla la palma y el canto de las aves se confunde con el susurro del arroyuelo, en una sinfonía de luces, música y color.

Ese día, cuando el sol naciente era apenas una claridad en el horizonte, la familia se despertaba, pero no al "cantío" del gallo, como era usual, sino ante el angustioso y último quejido del cochino cebado con esmero para la ocasión con palmiche y salcocho casero.

Ya en la puya el lechón, relleno de congrí a medio hacer, se iba volteando sobre un lecho ardiente de leña encendida, al cual se arrojaban algunos gajos de guayabo. El frecuente goteo de grasa con sabor a adobo sobre las hojas del guayabo levantaba una corriente de humo que penetraba en la carne del cerdo y del relleno, impregnándolos de un aroma delicioso y un sabor peculiar. El aire circundante se saturaba de un olor que despertaba el apetito de la familia. Apetito que se mitigaba con salidos de "gandinga", elaborada a base de ajo, cebollas, comino y tomate natural. Mientras el puerco se doraba en el lento infierno de fuego y cenizas, los asadores, como buenos guajiros, cantaban canciones y tonadas entre tragos de aguardiente y anécdotas de hombres.

A medida que el sol se agotaba, y antes de ocultarse tras los montes de cedros y júcaros, se iniciaban los preparativos de la cena.

La mesa, si se prefería, se sacaba al patio. Lo más cerca posible de la puerta aledaña al fogón, debajo del viejo algarrobo. Sobre el suelo del patio la mesa; sobre ella el mantel de hule floreado para las grandes ocasiones, y en el centro el quinqué de luz brillante (kerosén). A lo largo y ancho de la mesa la retahíla de taburetes de cuero. Tantos como fueran necesarios y siempre algunos de más, por si algún compadre se aparecía.

El mojo, cargado de jugo de limón y naranja agria, abundante en ajo y comino, se regaba sobre la yuca cremosa. El "fufú" de plátano tierno y pintón mezclado con chicharrones de puerto acabados de freír; la ensalada de tomate y lechuga, y mucho casabe remojado. La botella de aguardiente para los hombres y el anís para las mujeres. Para los niños, refrescos de tamarindo o jugo de naranja endulzado con azúcar o miel de caña.

La familia entera a la mesa, sin que faltasen los dos perros del guajiro y el gato de su mujer. Los únicos ausentes eran el gallo, las gallinas y sus polladas, debido a la manía de dormir temprano. Esa noche los perros, entre tantos huesos, escogían el preferido, mientras el gato sólo aceptaba el cacho de masa limpia que le ofrecía la mujer.

Entonces la familia, que a fuerza de convivencia no tenía muchos temas de conversación, reía, gozaba y hablaba sin cesar. Se sacaban a relucir anécdotas perdidas en el tiempo y guardadas por la memoria en el baúl de los recuerdos.

Era, tal vez, el único día del año en que el padre de familia se tomaba unos tragos de más delante de los hijos y los nietos. Y que éstos, a su vez, gastaban una broma respetuosa con el padre y el abuelo. Era, en fin, el día de la paz y el amor. Noche en la que como en ninguna otra se llenaba el cielo de estrellas curiosas que anhelaban ser testigos de la felicidad. Y entre tantas estrellas siempre brillaba con mayor fulgor aquélla que anunciaba la esperanza.


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