Apartado
Postal #173
Ramón Díaz-Marzo
HABANA VIEJA, abril (www.cubanet.org) - En el año 2000 tome la decisión
de comprarme un apartado postal en un Correo de la Habana Vieja, situado frente
a la Lonja del Comercio
La necesidad de conseguir un apartado postal derivó de la falsa
expectativa que desde todas partes del mundo, por causa del periodismo
independiente, yo estaría recibiendo correspondencia que no llegaba a mis
manos porque los vecinos de mi edificio la interceptaban. Pero nada más
lejos de la verdad. El mensajero que reparte la correspondencia en mi cuadra
sube hasta el segundo piso donde vivo y desliza por debajo de mi puerta cuanta
carta lleve mi nombre.
En 1998 recibí un montón de cartas enviadas desde USA, Costa
Rica, Puerto Rico, y México. Lo que me hace pensar que si después
no he recibido más correspondencia no es porque la DSE (Departamento de
la Seguridad del Estado) intercepte las cartas y las bote, sino porque los
periodistas cubanos independientes no tenemos últimamente a nadie que nos
escriba.
Así, en ese año 2000, compré un fajo de sobres de
cartas y varias hojas de sellos de correo. De una lista de personas conocidas en
el extranjero y de otros compatriotas que no conocía personalmente, pero
eran (o son personalidades de la diáspora), comencé a enviarles a
todos un pequeño folleto con tres cuentos míos que un amigo catalán
me publicó en República Dominicana. Incluso, mis deseos de recibir
correspondencia eran tan intensos que también envié esos folletos
a congregaciones religiosas y a diferentes estaciones de radio internacional de
onda corta. Y hasta saqué nombres y direcciones de publicaciones que no
tenían relación con el problema cubano, y escribí y nadie
me respondió.
En realidad esta idea de escribir cartas la estaban practicando desde
mediados de la década del 90 dos amigos míos que, con buena
suerte, ya no se encuentran en Cuba, porque encontraron amor y contrajeron
matrimonio. Una suerte de "jineterismo" por correspondencia.
Pero en el año 2000 mis planes no contemplaban el jineterismo por
correspondencia, sino romper el círculo de soledad informativa. Saber, de
la propia mano de personas no comprometidas con cualquier tipo de poder político
en otras latitudes, cómo es realmente el mundo fuera de mi Isla.
En los primeros meses de ese año todas las semanas me presentaba en
el correo con un montón de sobres conteniendo el folleto de marras y
cartas de intención para despertar curiosidad en el destinatario. Y en
los siguientes meses las únicas respuestas las obtuve de Radio
Netherland, y del escritor y ensayista cubano en el exilio Pio E. Serrano.
Todos los años hay que pagar el Apartado Postal. Ayer pagué
los 41 pesos cubanos de este año 2002. Y estoy suponiendo que nadie me
escribe porque en este mundo de las computadoras y los correos electrónicos
el arte de la epístola se ha perdido. Todos viven de prisa en el
extranjero y no disponen de tiempo para comunicarse. Los correos electrónicos
que las gentes intercambian apenas supera el monosílabo y la palabra
aislada que apenas significa algo.
Ayer estuve a punto de cerrar mi contrato con el correo y renunciar a mi
Apartado que desde hace dos años permanece vacío. Mientras, he
sido testigo de cómo otros cubanos reciben cartas, revistas, y libros.
Esta nostalgia mía por recibir correspondencia tiene sus fundamentos.
Hasta la última Navidad del siglo pasado los periodistas independientes
cubanos recibíamos un montón de cartas en Navidad. Ahora, desde
hace dos Navidades, nadie nos escribe.
Un amigo que hace varios años viajó a los Estados Unidos
conoció en la ciudad de San Diego a una cubana nombrada Teresa Doval
Page. Teresa le dijo a Fabio que ella era fan a mis artículos. Entonces
le pregunté a Fabio cómo podía corresponder con una
admiradora, y el amigo poeta me respondió: "Mencionando su nombre en
alguno de tus artículos". Le estuve dando vueltas al asunto y
durante muchos meses he tenido el nombre de Teresa Doval Page en mi agenda, pero
nunca había encontrado el pretexto que justificara la mención de
su nombre en un artículo de prensa.
El periodismo independiente cubano no es cosa de juego. Sin embargo, ahora
la menciono porque entre otras razones la página Web de CubaNet que
publica nuestros trabajos también publica nuestra dirección
domiciliar. Y me pregunto: ¿Por qué Teresa nunca me ha escrito una
carta? Ella me envió la dirección de su correo electrónico
con Fabio. Pero enviar un correo electrónico al exterior desde Cuba
cuesta un dólar. Y un dólar dentro de Cuba es una considerable
suma de dinero. Quiere decir, si yo le hubiera enviado a Teresa un correo electrónico,
ella me hubiera contestado, y yo habría desembolsado dos dólares.
Los lectores de Cubanet que lean este artículo podrían
abarrotar mi casilla #173 de cartas y demostrarle a quien pueda interesarle que
nosotros los periodistas no estamos solos. Que fuera de la Isla hay muchas
personas que nos quieren, nos apoyan, y nos tienen en cuenta.
Esta es la dirección: Ramón Díaz-Marzo, Apartado Postal
#173, Habana 1, C.P. 10100, Cuba.
Ramón Díaz-Marzo es el autor de la novela "Cartas
a Leandro", publicada por CubaNet. |
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