En la
sociedad más justa del mundo, el bodeguero no es huérfano
Lázaro Raúl González, CPI
HERRADURA, abril (www.cubanet.org) - Hace un par de semanas a la carnicería
de Herradura "vinieron" los huevos y la jamonada. De inmediato, se
formó una cola de cientos de personas. Los heroicos trabajadores de la
carnicería extendieron su jornada laboral hasta altas horas de la noche.
Clarita, una experta en asuntos relacionados con la libreta de
racionamiento, rehusó aprovecharse del sacrificio nocturno de los
empleados de la carnicería porque -según ella- es cuando éstos
"dan más machete", pues en ese horario no hay inspectores.
Así está la situación. Pese a las acuciantes
necesidades, los residentes de Herradura no quieren hacer sus compras si no están
protegidos por un inspector. El robo al consumidor es una constante en los
comercios.
Invariablemente, a favor del principal vendedor en Cuba, o sea el Estado, se
alteran los precios, se expenden productos en mal estado o vencidos o pésimamente
elaborados y se despachan cantidades inferiores a las que se cobran.
Quienquiera que vaya de compras presiente que será estafado. Al
kilogramo de papas le faltarán 30 gramos, a la cuota de café le
faltará media onza, a la de arroz una libra... El macheteo prosigue
implacablemente, aunque todo el mundo sabe que la sangre hace rato llegó
al río.
También lo saben las autoridades. Antes de concluir el primer
trimestre del presente año, se detectaron violaciones de todo tipo en más
de 1,400 comercios de la provincia Pinar del Río.
Un pequeño ejército de inspectores impuso multas por valor de
127,600 pesos y solicitó la aplicación de medidas disciplinarias
para los funcionarios infractores. Pero nadie cree en las medidas disciplinarias
ni en otros artilugios cuya meta sea controlar el despelote orgánico del
sistema.
"Debían botarlos a todos" -vociferaba un residente de
Herradura, mientras le exhibía a los transeúntes la microscópica
lasca de jamonada que le acababan de despachar en la carnicería.
"Pero, a quién van a poner" -ripostó otro.
"Si me ponen a mí hago lo mismo" -añadió un
tercero.
Esta escena sucede en la sociedad que el gobierno de Cuba proclama como "la
más justa del mundo", la socialista, donde se supone que el hombre
no debe ser el lobo del hombre, sino su hermano.
¿Por qué cogerla entonces con los pobres comerciantes, si sus
maestros pretenden seguir vendiendo gato por liebre?
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