Los cauces de
la corrupción en Cuba (I)
Armando Soler
LA HABANA, abril (www.cubanet.org) -
- Amigo, ¿necesita una planilla? Se la puedo facilitar por cinco dóalres.
¿Y sellos del timbre? No hay lío, se los vendo con el comprobante
bancario.
Esto me propuso el joven, sonriente, mientras la temprana cola va creciendo
en el parque situado frente a las dependencias del Departamento de Inmigración,
Emigración y Extranjería, en el populoso barrio de Santos Suárez,
en Ciudad de La Habana.
El documento al que se refiere este "comerciante" está en
poder del mencionado departamento del Ministerio del Interior. Los sellos del
timbre y el comprobante bancario son de exclusivo manejo del banco estatal.
Otros jóvenes merodean por el lugar con la misma propuesta a los que
arriban. He comprobado que son los mismos durante varios días. El hecho
de que puedan realizar con desenfado este "negocio" en las mismas
narices de un organismo famoso por el control que ejerce sobre el ciudadano,
resulta sospechoso. Sobre todo cuando el cambalache se ejecuta en dólares.
El mercado negro de documentos oficiales es un aspecto del mundo subterráneo
de la Isla. La sociedad parece moverse con fluidez dentro del tráfico
ilegal de influencias y mercancías.
Son conocidos los incontables impedimentos que sufre cotidianamente el
ciudadano cubano. Son abrumadores para el que intente emigrar. Los rigen
instituciones como el Instituto de la Vivienda, el ministerio de Salud Pública,
el ministerio de Justicia. Todos participan del mismo esquema gubernamental de
controlar los pocos bienes personales que posee el ciudadano, incluido él
mismo. La red de venta de influencias para lograr un procedimiento rápido
y seguro en el largo camino de la emigración tiene muchos matices. Puede
ser la venta de un certificado de antecedentes penales, un "regalo"
para que el expediente de vivienda sea liberado con prontitud, o una placa de
rayos X falsa para el certificado médico por una ganga.
Esta tendencia a la ilegalidad pulula también entre los ancianos,
supuestos portadores del vetusto ideario del 59. Podemos encontrarlos vendiendo
cigarrillos sueltos o refrescos de las "shoping". Se les ve perplejos
y perdidos. Todo ha cambiado con el dólar en la calle. Los jóvenes
no les hacen mucho caso. Están ávidos de verdes.
Joaquín, empleado de una tienda de venta de divisas, tampoco escapa a
esa avidez. Día tras día compra legalmente diez cajas de cerveza
en una tienda de recuperación de divisas a 75 centavos de dólar.
Las lleva a su trabajo y allí, mezcladas con las del estado, las vende a
85.
- Imagínate -me asegura Joaquín, satisfecho. Recupero el gasto
y tengo un beneficio de 25 dólares diarios. Oye, ¡ojalá esto
dure bastante!
Muchos buscan laborar en zonas donde circula el dólar. El beneficio
se logra muy rápido y la ilegalidad desaparece en el vertiginoso trasiego
del consumo. Pero estas plazas no abundan. El espacio otorgado a la economía
de mercado es muy estrecho. Muchas plazas son vendidas a precios muy elevados. Aún
así, los cupos no alcanzan. Las personas que añoran estos
beneficios son muchas. Y exploran otros mercados.
Yoyi es un panadero de 21 años. Rodeado de polvo de harina, calza
tenis de 80 dólares. Su salario oficial es de 240 pesos. Me asegura:
- Por el día vendemos el pan del estado; por la noche, el nuestro.
Así me busco 200 ó 300 pesos al día.
Cada libra de pan que se vende cuesta al consumidor 10 pesos, el equivalente
al salario diario de un profesional. Es un claro ejemplo del crimen organizado,
si aceptamos la definición como la de un grupo de individuos que se unen
para cometer delitos de manera sistemática, organizados jerárquicamente,
y para colmo, utilizando recursos estatales
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