Se acabó
el PAN de (PRI)quitos
Manuel Vázquez Portal, Grupo de Trabajo Decoro
LA HABANA, abril (www.cubanet.org) - El ¿gobierno? de Fidel Castro había
gozado por muchísimos años de la amistad y apoyo de los gobiernos
mexicanos. El PRI como partido gobernante por un extensísimo período
mantenía con el viejo caudillo una relación de complacencia,
digamos, un tanto de padrinazgo tolerante que se avenía muy bien con las
pretensiones del líder isleño. Con el arribo del PAN a la máxima
jerarquía mexicana las cosas parecen haberse volteado y las relaciones se
han tornado tensas, difíciles entre ambas naciones.
Lo que expresara el canciller mexicano Jorge Castañeda -quien no
parece muy dispuesto a que México le siga sacando las castañedas
del fuego a Cuba- y que pareciera críptico, enigmático a las
autoridades cubanas, no era ningún acertijo. Su claridad era meridiana. Sólo
que el oído oficial cubano padece de sordera cuando no son elogios y
acatamientos lo que escucha.
El señor Castañeda expresó: "Dejaron de existir
las relaciones de México con la revolución cubana y han comenzado
con la República de Cuba"... Y es que para el canciller mexicano,
como para cualquier hombre de pensamiento abierto, democrático, un país,
una nación, una república es mucho más que una doctrina, un
partido en el poder, una revolución que, por medio de las armas, se
apoderó de todas las estructuras de poder. José Martí, en
carta dirigida al general Máximo Gómez, ya lo había
expresado: "General, un país no se funda como se manda un cuartel".
Pero parece que a los "martianísimos" comunistas cubanos se les
olvidó tan claro mensaje civilista del Apóstol.
Cuba no es, ni debe seguirlo siendo, únicamente una revolución
que Fidel Castro escamoteara a un pueblo que luchó con gallardía y
virilidad por restablecer la Constitución violada por el golpe militar
del 10 de marzo de 1952, y que más tarde convirtiera en una dictadura
totalitarista. Cuba es una República con muchísima historia
acumulada, jalonada con el sacrificio, el altruismo, la generosidad y valentía
de nobles fundadores; historia que se ha tergiversado por quienes pretenden
demostrar que la república sólo fue posible después de
1959. Y como República histórica, con toda su pluralidad, ha de
tratársele. A esa República se refería el señor
Castañeda.
En Cuba existe un enorme exilio inconforme -ya económica, ya políticamente-
con la república que impone Fidel Castro; en Cuba existe una prensa
independiente que desnuda y fustiga la república que impone Fidel Castro.
¿Hasta cuándo quería Fidel Castro que los gobiernos del mundo
desconocieran esa pluralidad que toda república verdadera requiere, no le
parece excesivo más de cuatro décadas? A esa república
invocaba Castañeda.
Pero el autoritarismo cubano quiere alargar su brazo más allá
de la nación e imponer su modelo de república a naciones y
gobernantes de otras latitudes. No acepta que exista un pensamiento diferente
del suyo. Tal es la megalomanía que sólo acepta filípicas y
aplausos. No le basta con aplastar, silenciar toda oposición interna, en
contra de todos los preceptos democráticos, sino que desea acallar también
toda voz internacional que llame a la cordura.
A partir de aquellas palabras de Jorge Castañeda, quien ya ha sido
vituperado con adjetivos roñosos, se desató, por parte del
gobierno cubano, una turbulencia de grandes proporciones que alcanzó su
clímax con la declaración de Fidel Castro en la tarde del 22 de
abril frente a la prensa nacional y extranjera.
El mandatario cubano, en una larguísima exposición, pretendió
dar lecciones de honorabilidad y buena conducta política al gobierno
mexicano. Usó para ello recursos más policiales que diplomáticos,
y a mi modo de ver, precisamente ahí se fracturó impúdicamente,
sin el menor recato, la inmaculada honorabilidad de la propia declaración.
¿Era necesario publicar una conversación privada de carácter
amistoso y conciliatorio en interés mutuo llevada a efecto entre dos
presidentes que tratan de cooperar para solucionar una situación
internacional escabrosa? En nombre de la honorabilidad no lo creo. Opino más
bien que esa conversación, guardada celosamente, fue usada como carta de
cambio. Si no se publicó antes fue porque el gobierno cubano esperaba que
México se abstuviera de votar a favor de la resolución presentada
por Uruguay ante la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas. Ante
la postura mexicana, la conversación fue publicada.
Esta actitud del gobernante cubano me llena de interrogantes. ¿Se
prueba así que no se violan los derechos humanos en Cuba cuando ni
siquiera a ese nivel jerárquico se respeta la privacidad? FOX: "...PRIMERO,
ANTES QUE NADA, QUISIERA DECIRTE QUE ESTA CONVERSACIÓN SEA PRIVADA, ENTRE
TÚ Y YO, ¿DE ACUERDO?. FIDEL: "SÍ, DE ACUERDO".
Huelgan los comentarios. ¿Se mejoran así las relaciones
internacionales, de las cuales Cuba, en este momento, tiene tanta necesidad? Si
México no se dejó presionar por supuestas pruebas de manejos
turbios por parte de las autoridades mexicanas cuando la Cumbre de Monterrey, ¿cómo
logra Estados Unidos presionar a otros gobiernos del mundo? ¿Dependen económicamente
de Estados Unidos naciones como Francia, España, Gran Bretaña,
Alemania, que también apoyaron con su voto la moción presentada
por Uruguay?
Permítaseme la paráfrasis de una expresión muy criolla
que se usa en estos casos: "Ahora sí que se acabó el PAN de
PRIquitos". ¿Qué otro presidente del mundo cometerá la
imprudencia de hablar amistosamente con Fidel Castro, sabiendo que su charla será
grabada y, más tarde, ante la menor desavenencia, usada contra él?
Vaya extraño sentido de honorabilidad y amistad.
PS - El día 23 de abril, después de las seis de la tarde, se
dio a conocer la declaración del vocero de la presidencia mexicana, y el
presidente cubano volvió a arremeter con otras dos horas de discurso. El
asunto, por la parte cubana, quedó sólo en si era ético o
no publicar la conversación. Pero eso, a mi modo de ver, no es el meollo
del dilema, sino el uso que hizo Cuba de la conversación antes de que
fuera divulgada, y ése no es un problema solamente ético.
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