No perder la
memoria
Lázaro Raúl González, CPI
HERRADURA, abril (www.cubanet.org) - Cuando el año próximo
vuelva a sesionar la Comisión de Derechos Humanos de Ginebra, todavía
las delegaciones latinoamericanas deberán tener presente el idioma de
soberbia que se gastan los representantes del régimen castrista.
¿O acaso deberían los gobiernos latinoamericanos continuar
aparentando una situación de normalidad con otro gobierno que sólo
sabe articular el lenguaje intimidatorio de un guapo de barrio?
¿Qué razones podrían menguar las facultades de los
gobiernos latinoamericanos para articular una respuesta civilizada pero enérgica
a un régimen que prefiere proferir ofensas y amenazas antes que aplicarse
a un diálogo efectivo?
Se sabe que en el marco democrático en que funcionan los gobiernos de
la región los sectores izquierdistas realizan una activa puja pro
fidelista, pero éstos son minoritarios, y donde no lo fueren, debían
ser enfrentados por sus gobiernos, los cuales suelen estar mejor informados
sobre la falta de libertades que se vive en Cuba.
En cualquier caso, serían menester voluntad y coraje.
A quienquiera que le funcione un puñado de neuronas podrá
imaginar -si a nivel diplomático es tan rupestre- cuál sería
el idioma que habla el régimen cubano con el pueblo de la isla.
En Cuba millones de hombres y mujeres están privados de los
elementales derechos de opinión, reunión y asociación; la
expropiación de los derechos es institucional; la constitución sólo
establece las garantías que perpetúan el gobierno de partido único;
el control del estado sobre la prensa, la educación y el régimen
de propiedad sobre las entidades económicas.
Cientos de defensores de los derechos humanos son vigilados, hostigados,
represaliados y frecuentemente encarcelados por intentar denunciar la situación.
Y dentro de un año esta situación perdurará.
El gobierno cubano ya ha anunciado que no recibirá a ningún
representante de la Comisión de Ginebra.
Entonces, ¿qué sucederá?
Latinoamérica deberá instrumentar alguna fórmula propia
e innovadora -cualquiera que no sea la convivencia o la indiferencia cómplice
con el régimen de La Habana.
Las proporciones, el carácter y la periodicidad de las violaciones a
los derechos civiles y políticos del pueblo cubano no pueden seguir
siendo ignorados por las naciones hermanas de Latinoamérica.
Que Latinoamérica se sacuda el polvo de complejos inhabilitadotes,
que articule una política propia hacia la Isla y que por fin se
solidarice efectivamente con los intereses de todo el pueblo cubano serían
pasos vitales para la consecución de una sociedad más abierta en
la patria de José Martí.
Y esto puede hacerse. Otros lo habían hecho antes. México lo
ha hecho ya.
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