Una noche
frente a Doña Bárbara
Tania Díaz Castro
LA HABANA, abril (www.cubanet.org) - Hace días, unas horas antes de
cumplir 88 años de edad, la actriz mexicana María Félix
murió mientras dormía en su chalet de Cuernavaca. Quizás no
quiso enfrentarse conciente al último momento de su vida y soñaba
con algún amor extraordinario.
Se escribirá mucho sobre ella. Estamos ante uno de los personajes más
atractivos del cine latino, una de las mujeres más bellas del mundo. Lo sé
por experiencia propia porque una noche, teniendo yo 18 ó 19 años
de edad, la tuve frente a mí, a muy poca distancia, apenas sin
maquillaje, a la luz de unas candilejas que, aunque no eran para ella,
iluminaban su rostro y permitían que sus ojos brillaran más que
las estrellas.
Allí, al borde del escenario del cabaret Tropicana de La Habana, La
Novia de América compartía una mesa con una cantante cubana de
moda por esa época. Yo, en otra mesa, celebraba el primer aniversario de
bodas de unos amigos. Corría el año 1957. Tal vez 1958. María
Félix vestía un traje de sastre color oscuro muy ajustado al
cuerpo y un pañuelo de seda anudado al cuello. Sus cabellos, muy negros,
los llevaba recogidos en la nuca en forma de moño.
Todos se fijaban en ella, pero tal vez yo era la única persona que la
observaba con frecuencia sin que la actriz se diera cuenta. El cabaret Tropicana
era un hervidero de gente alegre, despreocupada, que concurría allí
sólo para divertirse.
Terminado el show, numerosas parejas comenzaron a bailar al compás de
un bolero. De ponto, se escucharon gritos femeninos que venían de la mesa
de María Félix. Todos dirigimos la vista hacia esa dirección
y pudimos ver cómo la actriz mexicana golpeaba con furia a la joven mujer
que la acompañaba en la mesa. De inmediato se personaron camareros y
empleados que protegían el orden. Dos hombres trataron de apartar a las
mujeres, pero fue en vano. María Félix continuaba golpeando a la
cantante, tan esbelta como ella, y parecía como si nadie pudiera
evitarlo.
De improvisto, todas las luces del cabaret se encendieron, algo que solucionó
el conflicto. María Félix recogió con brusquedad el bolso
que tenía sobre la mesa y salió velozmente, seguida de varios
hombres y de la cantante cubana.
No sé si vale la pena narrar esta anécdota como algo curioso,
pero es una historia que nunca he olvidado. Hasta llegué a pensar que el
hecho de haber visto a María Félix en aquellas circunstancias
representaba un privilegio para mí. Aunque sin fusta ni espuela ni revólver
a la cintura, puesto que allí no se rodaba ningún filme, María
Félix ofrecía una verdadera escena de acción a pocos pasos
de mí.
No importa que ignoráramos la razón del hecho, que aún
lo ignoremos, que al día siguiente la prensa nacional no comentara el
incidente. En aquel momento, bien lo recuerdo, sentí como si la Doña
me regalara una de sus mejores actuaciones bajo las estrellas de mi cielo
habanero, y en pago al cariño que siempre sentí por la hija más
bonita del pueblo mexicano.
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