El profesor
Callé
Ramón Díaz-Marzo
LA HABANA VIEJA, abril (www.cubanet.org) - La biblioteca pública
provincial "Rubén Martínez Villena", ubicada aquí
en la Habana Vieja, se ha caracterizado siempre por sus actividades culturales.
Por sólo citar dos ejemplos, recuerdo a Eliseo Diego y Dulce María
Loynaz ofreciendo un conversatorio para un reducido grupo de personas en los años
70 y 80. Eran los tiempos de las guerras internacionalistas y a casi nadie le
importaba qué podrían decir los futuros Premios "Juan Rulfo"
y "Cervantes" de Literatura. Pero otras "personalidades"
menos felices también eran invitadas.
Por ejemplo, invitaron al profesor Callé en el año 1974. ¿Quién
era el profesor Callé? Nadie lo sabía. El mismo se presentó
durante los primeros minutos de su ciclo de conferencias titulado "Breve
introducción a la Historia del Arte", explicándole a la
concurrencia su trayectoria de profesor de Literatura en diferentes
Pre-Universitarios de la capital. Este ciclo de conferencias duró tres
meses, a razón de dos conferencias a la semana. La negra Osvelia de la
Caridad y Capetillo, licenciada en literatura cubana e informática,
fundadora de la biblioteca y amiga mía, fue testigo de lo que a
continuación les narro.
En el año 1975 yo tenía 22 años, y aún era
demasiado ingenuo. El incidente ocurrió a las diez de la mañana.
Yo salía del ex-hotel Monserrate. Precisamente iba con mis cuartillas de
aprendiz de escritor hacia la biblioteca. Esta predilección mía
por esta biblioteca es comprensible: desde hace 40 años es el único
lugar con aire acondicionado en toda la calenturrienta capital de La Habana, y
uno puede estar rodeado de libros y escapar del ruido de la ciudad.
En esa época, por la acera lateral del restaurante "El Floridita"
(calle de Monserrate), había una parada de ómnibus. Una barra de
hierro sosteniendo una pancarta de aluminio con una (P) dibujada significaba
parada obligatoria de ómnibus urbanos.
Cuando cruzaba yo paralelo al "Castillo de Fornés" (otro
restaurante famoso) divisé al profesor Callé que, junto a un grupo
de personas esperaban su guagua. Debajo de la gigantesca (P), en una cuadrícula,
aparecían los números de las rutas 4, 15, 27. Hacía más
de un año que el curso de marras había terminado.
Lo saludé:
- ¡Profesor Callé, cuánta alegría volver a verlo!
-le dije. ¿Se acuerda de mí?
- Imposible, muchacho. He impartido tantas clases de Literatura e Historia
del Arte, que sería demasiado recordar tantas caras.
Mientras llegaba la guagua tuve la desgraciada idea de quedarme al lado de
aquel viejo, en vez de continuar mi camino. El profesor Callé estaba
acostumbrado a hablar, como todos los oradores cubanos, en voz alta. Sólo
el diablo recordará desde qué punto de la Historia arrancó
aquel diálogo que finalmente terminó: yo gritando que el Che
Guevara no era ningún Jesucristo moderno, sino un simple mortal; y el
profesor Callé gritando que no, que el Che Guevara era un nuevo Mesías.
Entonces llegó la ruta 4, y el profesor Callé montó la
guagua y se fue. Cuando me disponía a continuar mi camino me cerró
el paso un mulato a quien desde hacía minutos había notado atento
a la conversación. Se interpuso en mi camino mostrándome un carnet
de la policía motorizada. En esos momentos llegaba la ruta 27, y el
mulato me conminó a que me montara en la guagua. La próxima parada
de esta ruta era a un costado del cuartel que tiene la policía motorizada
en la intersección de las calles de Cuba y Chacón.
Cuando nos quedamos solos a un costado del cuartel policiaco el agente
vestido de civil quiso que le explicara en qué consistía el
argumento contrarrevolucionario que yo esgrimía. Inmediatamente comprendí
que aquel policía me quería joder. Entonces le manifesté
que yo era un intelectual y la discusión que había escuchado era
propia de la sutileza de dos revolucionarios; que yo era amigo personal de Nicolás
Guillén; que había participado en campañas
internacionalistas en Africa, y que si el procedía a formar lío
donde nada había ocurrido, yo tenía un familiar que era un oficial
del DSE; que lo pensara bien.
- Ese carnecito que tú tienes, lo puedes perder hoy mismo -le dije.
El policía, a pesar de su tez mulata, palideció. Yo estaba más
asustado que él. Y sólo recuerdo que aquella fuerza y convicción
para mentir y crecerme fue como un espíritu de guerra que se apoderó
de mí. Años después, cuando recuerdo este incidente, pienso
qué actor ha perdido el cine.
A continuación el policía me pidió excusas por haber
malentendido una conversación entre intelectuales. Yo pienso que las
mentiras que me atreví a decirle eran tan grandes que el policía
no se atrevió a ponerlas en duda. También pienso que si no me la
hubiera "jugado al canelo", aquella historia habría terminado
en un tribunal de la Seguridad del Estado, donde me habrían acusado de "propaganda
enemiga según el artículo 108, único de la Sección
Quinta, de esa denominación, que dice:
1. Incurre en sanción de privación de libertad de uno a ocho años
el que:
a) incite contra el orden social, la solidaridad internacional o el Estado
socialista, mediante la propaganda oral o escrita o en cualquier otra forma;
b) confeccione, distribuya o posea propaganda del carácter mencionado
en el inciso anterior" *.
Recientemente visité a mi amiga Osvelia de la Caridad y Capetillo,
que en estos momentos se encuentra retirada después de haberle entregado
30 años de su vida a las bibliotecas públicas de la capital, y
cuando le pregunté por el profesor Callé comenzó a reírse,
y me explicó que el profesor Callé se encuentra en estos momentos
trabajando en el manicomio de La Habana (antiguo Mazorra) dándole clases
de Historia del Arte y la Literatura a los pacientes que están recluidos
allí.
Sé que esta historia muchos lectores pensarán que es una
invención mía para que el mundo condene al gobierno de Cuba como
uno de los principales violadores de los Derechos Humanos en este mundo. Pero es
la realidad de mi país. Realidad que muchas veces supera a la ficción.
Muchas veces me he preguntado a dónde habríamos ido a parar
los cubanos si el Muro de Berlín no se hubiera derrumbado.
* (Tomado del libro "Los delitos en especie", por José
A. Grillo Longoria, tomo I, Impreso por el combinado Poligráfico de Guantánamo
"Juan Marinello" en el mes de diciembre de 1983 "Ano del XXX
Aniversario del Moncada")
Ramón Díaz-Marzo es el autor de la novela "Cartas a
Leandro", publicada por CubaNet.
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