¿Por qué
no hay comida en Cuba?
Lázaro Raúl González, CPI
HERRADURA, abril (www.cubanet.org) - Cada vez que una familia cubana se
sienta a la mesa, el disgusto, la insatisfacción se apoderan de sus
integrantes, porque la comida que se puede encontrar es mala, poco variada y en
cantidades insuficientes.
La falta de leche, pan y mantequilla ha determinado que en la mayoría
de los hogares esté en franco peligro de extinción la costumbre de
desayunar.
A la hora del almuerzo y de la cena, las quejas provienen de todas las
esquinas de la mesa. Los más pequeños preguntan por enésima
vez "¿por qué no hay papas fritas?", y mamá
responde pacientemente "porque no hay de qué ni con qué".
Los adolescentes comentan sarcásticamente "qué buena está
esta carne" (en realidad hace más de un mes que no la comen). En su
silla, papá masca en silencio y extraña el plato de harina de maíz
y malanga que nunca faltó en la casa de su abuelo.
Si Cuba cuenta con suelos feraces, personal calificado, maquinaria agrícola
e industria elaboradora, ¿cómo se explican las angustias
alimentarias que sufren los nacionales?
El régimen de propiedad
Hasta el 26 de julio de 1989 la finca Los Jimaguas, aledaña a
Herradura, poblado de la provincia Pinar del Río, era una propiedad
privada. Sus dueños pertenecían a una paraestatal Cooperativa de
Créditos y Servicios (CCS).
En volúmenes significativos, la finca producía mango, coco y
naranja. Se acopiaban modestas cantidades de arroz, frijoles y hortalizas, se
criaban variedades de animales, también se cultivaban flores y hojas
ornamentales. Varias familias de la zona garantizaban su sustento en esta finca.
A precios muy inferiores a los reales existentes en el mercado mundial, el
Estado le compraba su producción a la finca Los Jimaguas. Con este status
se beneficiaban por lo menos tres partes: los propietarios, que vivían
decentemente de su tierra; el gobierno, que a través de sus empresas
obtenía ganancias por la comercialización, y el pueblo, que consumía
la producción.
Pero no bastaba para la mentalidad monopolizadora del gobierno de Fidel
Castro, por lo que le expropiaron la finca a sus legítimos dueños,
entonces, tras varios meses de titubeo en los que pareció como que a
nadie le interesara y hubiese sido expropiada por el simple placer de usurpar,
la finca Los Jimaguas se convirtió en una granja estatal.
Y comenzó el despelote que dura hasta hoy.
Algo más de una caballería de naranjales fue "buldoceada"
(derribadas las plantas con bulldozer). En su lugar ahora siembran yuca, boniato
y tomate, pero la yuca es víctima del saqueo, el boniato del tetuán
y el tomate de la desatención.
Pese a que a los antiguos dueños de Los Jimaguas le fueron
expropiados equipos, tractores y motores, hoy la finca carece de medios y
recursos para producir. El trabajo se ejecuta con bueyes, y mayormente a merced
de la clemencia o las inclemencias del tiempo.
A pesar de que en esta finca sólo laboran una veintena de personas,
la deuda asciende a decenas de miles de pesos. De día y de noche,
pandillas juveniles saquean y arruinan los sembrados, tumban todo a su paso.
Los mismos trabajadores de la finca amarran sus animales dentro de una joven
plantación de aguacates, nadie respeta nada, es el caos.
Sin embargo, cuando cualquier persona llega a la antigua finca Los Jimaguas
puede leer unos cartelitos de cartón blanco en los que se anuncia "¡Abajo
el Bloqueo!" (se refiere al embargo estadounidense contra el régimen
de Castro), "El Partido es Inmortal" (se trata del partido comunista
que dirige Castro), "La Revolución es Invencible", y otras
agudezas por el estilo.
Son una alegoría al surrealismo y la politiquería más
zambomba, y son también una proclama que a gritos anuncia por qué
no hay comida en Cuba.
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