Terrorismo y
batalla de ideas
Tania Díaz Castro
LA HABANA, abril (www.cubanet.org) - Los tiempos cambian. La especie humana
gusta más de los sistemas democráticos que de las dictaduras
totalitarias, por muy engañosas que éstas sean. Por ejemplo, Hugo
Chávez, presidente de Venezuela, terminó teniendo éxito político
a través de las urnas, y no con un golpe de Estado como lo intentó
en 1992. Ahora tendrá una fuerte oposición que lo rechaza, pero es
un presidente electo por las masas.
El terrorismo, como los golpes de Estado, pasará a la historia. A
ninguna sociedad civil le cae en gracia una guerrilla, por muy alejada de las
zonas urbanas que esté. Y es, sencillamente, porque los tiempos cambian,
cambian los criterios, cambian las personas y los mejores sistemas sociales son
aquellos donde se practica la libertad del ser humano, única fórmula
para lograr su desarrollo económico.
En estos tiempos de mayor información y mejor acceso a las
comunicaciones, donde existe un verdadero conocimiento de los derechos humanos,
el terrorismo huele a barbarie, a pasado, a hoguera, a cosa obsoleta. Pongamos
un ejemplo: pese a que en Cuba existe un gobierno represivo, a ninguna
organización opositora del país jamás se le ocurriría
cometer actos terroristas, como asaltar una instalación militar, como
hizo Fidel Castro en 1953, asaltar el Palacio presidencial o una emisora radial.
Mucho menos colocar bombas en cines y cabarets o hacer colectas clandestinas de
dinero para recaudar armas, como hizo el Movimiento 26 de Julio, lidereado por
Castro.
Estos actos, que hoy se conmemoran en Cuba como heroicos e inolvidables, no
han servido de ejemplo a las generaciones actuales que disienten del régimen
castrista. Por el contrario, integran las filas de organizaciones pacíficas
que son calificadas de contrarrevolucionarias por el Estado o se marchan del país
de muchas formas.
Los monstruosos actos terroristas del 11 de septiembre de 2001 contra las
torres gemelas de New York y el Pentágono marcan el inicio de una guerra,
de frente y avisada contra todos los que operan de forma clandestina en las
sombras, que sorprenden y no respetan vidas inocentes.
El movimiento de derechos humanos que existe en Cuba hace más de
catorce años es un vivo ejemplo para el mundo actual. Se trata de una
lucha racional y humana que respeta la conservación del país. No
crea víctimas ni destruye nada material. Sin embargo, Fidel Castro no la
acepta y encarcela a los opositores, a los periodistas independientes, violando
así la Carta Universal de los Derechos Humanos. A pesar de que él
ha practicado la lucha violenta desde los inicios de su carrera como político,
reprime esta modalidad pacífica de lucha interna.
Se comprende entonces que la táctica del gobierno de la isla haya
cambiado y ahora sólo se hable de la "batalla de ideas". ¿Acaso
se trata de una nueva estrategia, puesto que las armas se han oxidado
aparentemente y las balas ya no salen de las cajas? ¿Se trata pues del último
recurso?
Como se trata de una guerra basada en la razón, que se libra con el
intelecto, con la verdad, las pruebas deben estar siempre presentes, y una
prueba sería respetar la vida del enemigo, no perseguirlo ni hostigarlo
desde el poder, desde la fuerza de quienes envejecen, carcomidos por la acidez
de sus ideas.
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