El patio de
mi casa no es particular
Ana Rosa Veitía, Grupo Decoro
LA HABANA, abril (www.cubanet.org) - Inmersos en la cultura del poquito, del
pedacito de esto o de lo otro, del resuélveme aquello, del "tin",
como le llaman en argot habanero a la necesidad que ha caracterizado a los
cubanos desde que en 1959 comenzó la escasez de cuanta cosa necesita el
ser humano para vivir con decoro, inmersos en esta cultura de la insuficiencia,
los patios cubanos no escapan a escenas como ésta.
- Cary, dame un poquito de sal que no tengo para echarle a los frijoles.
- Alex, ve por el patio que te la voy a alcanzar por allí.
Acto seguido Cary se traslada al patio de su casa, que colinda con el de
Alex, y éste estira un brazo por encima del muro divisorio y toma de
manos de su vecina el paquetico de papel que contiene el poquito, el "tin"
de sal.
Nadie escapa, salvo los funcionarios o los que reciben buenas remesas de
familiares residentes en Estados Unidos de América, a las carencias
características del socialismo, mitigadas en cierta medida por actos de
solidaridad humana como el protagonizado por Cary y Alex.
El barrio, ese abanico popular y pintoresco, con sus casas unas al lado de
las otras, y hasta unas encimas de las otras, con sus patios comunicantes donde
convergen tres y cuatro muros a manera de fronteras, se presta para el comadreo
solidario y comercial. Por los patios de la capital cubana hay mucha solidaridad
que pasa inadvertida para los observadores extranjeros.
¿Quién lo pone en duda?
Hace décadas, por ejemplo, un vecino le permitía a otro que
era policía o funcionario del Partido Comunista que atravesara el patio y
llegara a la casa para que participara de los beneficios de la fiesta de santo,
del bembé, sin que nadie lo viera entrar al inmueble, no fuera a ser que
lo "echaran pa'lante", o sea, que lo delataran y le costara el cargo.
Esta era una estrategia de legítima defensa para poder practicar la fe en
época de persecuciones religiosas.
Pero volviendo a los patios de la capital cubana, éstos también
son tribunas abiertas, no esos actos políticos que el gobierno de Fidel
Castro realiza en cualquier pueblo o ciudad del país, sino donde usted se
puede enterar de todo, ya que por lo general los cubanos siempre hablamos en voz
alta.
También los patios pueden llegar a ser sitios de tortura si su vecino
o vecina es uno de esos adolescentes fanáticos de la música rock o
salsa a altos decibeles.
En los patios capitalinos se puede uno enterar si la vecina le tiene miedo a
las cucarachas, a las ranas, a los ratones, a las moscas, las guasasas o al
mosquito Aedes aegypti.
No será la primera ni la última vez que un patio solucione el
tradicional caso de la llave perdida u olvidada sobre la mesa. Allí estará
el buen vecino que le permitirá pasar por su patio hasta el suyo y
resolver el problema. Claro, si dejó abierta la puerta del patio.
Todo no es bueno en materia de patios habaneros. Hay barrios propensos a
ciertos tipos de delitos, como el robo o el "rascabucheo", pero en
sentido general son más los aspectos positivos que los negativos.
Casi siempre predomina la solidaridad del poquito, de ese "tin" de
calor humano que tanto nos ayuda a transitar por esta etapa durísima de
nuestra historia con esa alegría, con esa sonrisa a flor de labios que
nos caracteriza.
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