Demasiado
gusano
Manuel Vázquez Portal, Grupo Decoro
LA HABANA, abril (www.cubanet.org) - Cuando alguien me dice "gusano"
con ánimo de ofenderme lo miro con algo de agradecimiento, y hasta me
complace que lo haga. Pienso en el origen del gusano y en su futuro, y me siento
dichoso. Salir de la mierda y convertirse en mariposa es un prodigio de la
naturaleza.
Luego reflexiono. Muy podrida debe de estar una sociedad para que produzca
seres a los que llaman "gusanos", y muy loable debe ser el acto de
llegar a ser "gusano" dentro de esa sociedad, para convertirse luego
en mariposa. No es una ofensa. Lo tomo como un piropo. Pero sé que a los
idiotas no se les puede hablar de poesía.
Por eso, cuando alguien me llama "gusano" con la intención
de herirme, reviso mi arsenal de insultos, repaso de memoria mi inventario de
improperios aprendido desde la niñez en las escuelas del barrio, en los
yermos donde jugué pelota, en las fajatinas de solar, y yo, que nunca
tuve la lengua muy reprimida, no pienso en palabrotas procaces ni en metáforas
refinadas para enmascarar las groserías, simplemente le respondo: "Y
tú, comunista". A ver si puede buscarse una sublimación que
le alivie de tan cruel ofensa personal.
Pero no es de la capacidad de insulto que ambos bandos poseen, y que usan
sin remilgos, de lo que les hablaré, sino del enmascaramiento de las
verdaderas intenciones, por medio de la exageración pública, de
que hacen galas quienes quieren pasar gato por liebre.
Y esto lo he vivido. No es ficción ni poesía, ni siquiera
ganas de joder a costa de los pobres infelices que se ven obligados a hacer de
sus vidas una farsa protectora para lograr sus propósitos.
Cuando usted vea, en Cuba, un comunista demasiado comunista, sospeche de él.
Cuando vea un gusano demasiado gusano, también sospeche de él. No
es tan gusano el gusano ni tan comunista el comunista. Lo que pasa es que, a
veces, las circunstancias obligan.
Estela era una mujer de mi barrio que nunca había hecho ni una
guardia del Comité de Defensa de la Revolución. De repente germinó
en ella una fiebre revolucionaria que la infectó de un fidelismo más
fidelísimo que el del propio Fidel. Aquello era del carajo p'alante.
Resumen: Estela había recibido una invitación de su hermana de New
Jersey para que fuera a visitarla. Temerosa de que la confundieran con una
gusana y le negaran el permiso de salida de Cuba se mostró como una
comunista furibunda por varios meses.
Eladio (no sé si de fresia o chocoliate) jamás había
dicho ni "carijo, este mes no han venido los huevos" cuando,
inesperadamente, comenzó a merodearme, a despotricar contra el gobierno,
a insinuarme que quería participar en las actividades de la disidencia.
Aquello me olió a queso. Claro es un decir. No recuerdo a qué
demonios huele el queso. Nadie tiene tanta memoria como para acordarse de algo
que no ve desde hace mil años. Pero bien. Me resultó sospechoso.
Indagué, hurgué, revolví. ¿Y qué creen ustedes
que descubrí? Eladio, que se me quería vender como chocoliate, era
fresa pura. ¡El muy hijo de Coppelia! Era informante de la policía
política antes de que Fidel Castro estudiara en la escuela de Belén.
Suerte que anduve ligero.
Por eso, cuando veo un comunista demasiado comunista o un gusano demasiado
gusano me cae un escozor en esas glándulas con que inventé a mis
hijos y no se me quita hasta que los mando al mismísimo carajo.
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