De la
cotidianidad
José Antonio Fornaris, Cuba-Verdad
LA HABANA, abril (www.cubanet.org) - Todos los días hay
acontecimientos importantes pero a veces, por ser más cotidianas, ni nos
llaman la atención. Es por esto que hoy me detengo a narrar, para
compartirlos y para que pasado un tiempo los recordemos, hechos pequeños
pero importantes de esta Cuba actual.
El 26 de marzo llegué, para realizar una visita, a un edificio de
viviendas ubicado en la Habana Vieja, ésa que antaño fue
intramuros, donde está el centro histórico de la ciudad que tiene
el galardón de Monumento de la Humanidad, y que actualmente es feudo de
turistas extranjeros.
Coincidí en la planta baja de ese inmueble -iba a tomar el ascensor-
con un extranjero de más de sesenta años, que estaba acompañado
de una joven cubana, bella, que seguramente aún no había cumplido
los veinte años y con el llamado "cazador de puntos" que estaba
junto a ellos con el evidente fin de guiarlos por el "buen camino".
El "cazador de puntos" no es más que la persona que por una
comisión sale a las calles por donde transitan los turistas a ofrecerles
cualquier tipo de productos o servicios. En este caso se trataba de un
alojamiento momentáneo, con todas las comodidades pertinentes (en el
edificio mencionado hay varios), donde el viejo señor pudiera pasar un
rato de intimidad con la agraciada jovencita que lo acompañaba.
Ya dentro del elevador -y es lo que quiero destacar- este señor hizo
un comentario muy a propósito con el entorno. Pienso que esto muestra cuál
es la situación existente fuera de los modernos hoteles y refleja, en
alguna medida, la vida diaria en nuestro país y ayuda a comprender por qué
esa linda muchacha marchaba a revolcarse con alguien que podía ser,
descansadamente, su abuelo. El turista dijo: "Para subir en un ascensor en
Cuba hay que rezar mucho".
Cumplimentada mi visita, acudí al Parque de la Fraternidad a tomar
uno de esos taxis que por diez pesos te llevan por un recorrido que, aunque
puede ser largo, es siempre por la misma ruta. Junto a mí abordaron el
auto tres personas más, incluido un niño que le dijo al chofer que
iba para su casa pero que nada más tenía cinco pesos para pagar el
viaje. El chofer accedió a llevarlo por esa cantidad de dinero.
Ya en camino supimos que el niño sólo tenía nueve años
de edad. El chofer hasta bromeó con él al percatarse de lo "responsable"
que el niño parecía ser y con el aplomo que se comportaba.
Cuando llevábamos unos diez minutos de recorrido, el niño le
indicó al chofer que lo dejara en la siguiente esquina. El auto paró,
el pequeño bajó y dio las gracias. El chofer le preguntó: "¿Y
los cinco pesos?". El niño respondió mientras se alejaba: "¿Qué
cinco pesos? Yo no tengo dinero".
"¡Qué muchacho más descarado!" -dijo el chofer.
Uno de los pasajeros sentenció entre risas: "Cuando sea grande va a
ser estafador". Otro pasajero manifestó: "Ya es estafador".
Por mi parte, no opiné, pero me quedé pensando en la acción
de ese niño que, con nueve años, ya está poniendo en práctica
reglas de juego de una sociedad cuya filosofía es vivir como sea posible.
Cuando bajé del auto en la zona conocida como Santa Amalia compré
un periódico Granma a un vendedor ambulante, a sobreprecio, como es lógico,
porque la tirada es poca y en los estanquillos se terminan rápidamente.
Mientras realizaba esta operación, una señora que parecía
estar muy molesta, desde un ómnibus en marcha, gritaba todo tipo de
obscenidades a un hombre y a una mujer que caminaban tranquilamente por la
Calzada de Diez de Octubre.
El Granma traía un extenso editorial en el que se acusaba al
canciller de México, Jorge Castañeda, de cuantas cosas feas
existen en el mundo. Esto es también parte de la cotidianidad en Cuba,
porque prácticamente no existe un solo día en que por los medios
de comunicación masiva no se acuse a alguien, o a algo, de alguna culpa,
o no sé dé algún tipo de receta para solucionar los
problemas del mundo o alguna lección de "dignidad" a los
imperialistas y sus "lacayos" de alguna parte del planeta.
Y ciertamente, cuando se es cubano y se está en Cuba, cuando se
observa la existencia diaria de este país y de esta sociedad, uno se
percata de lo "capacitados" que estamos para dar lecciones y recetas a
los demás países, gobiernos y pueblos. Esta actitud hace recordar
lo planteado en el Evangelio de San Lucas (6-42): "Hipócrita, saca
primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la
paja que está en el ojo de tu hermano".
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