Réquiem
por el río Cauto
Juan Carlos Cárdenas, APLO
SANTIAGO DE CUBA, abril (www.cubanet.org) - De pequeño solía
bañarme en tus limpias y cristalinas aguas, corretear entre las enramadas
y, con mis amigos, hacer las más locas travesuras en los tupidos bosques
de maderas preciosas que adornaban tus orillas, entre las cuales había
caobas, tecas, guásimas, ceibas y palmeras.
Orgulloso, en la escuela me regocijaba cuando la maestra nos decía
que eras el río más largo de Cuba, fuente inacabable de alimentación.
Pero hoy yaces inerte, tus aguas represadas, desviadas, fétidas.
Desaparecieron tus enramadas, tus bosques fueron condenados por la maldición
que engendró la imposición y el egocentrismo de los funcionarios
de estos tiempos.
Cuando comenzó el llamado "período especial" (que no
parece tener fin) las bellas maderas que te rodeaban fueron convertidas en leños,
en carbón para alimentar primitivos fogones en miles y miles de hogares
de esta región.
De las estancadas y oscuras aguas, de la fangosidad en que devinieron tus
orillas emanan legiones de agresivos mosquitos y otros insectos raros que
disfrutan de los desperdicios tóxicos y de las aguas albañales que
vierten en ti industrias, hospitales y viviendas de la zona.
Has devenido en basurero, en resguardo de inmundicias.
Los tomeguines, las tojosas, los patos floridos, las mariposas, en su mayoría
murieron. Los que lograron salvarse huyeron para no volver. Aquellas jicoteas
que por montones se soleaban en tus orillas fueron aniquiladas, igual que las
truchas y las biajacas, para saciar los incontables estómagos vacíos
de los habitantes de tus alrededores.
Río Cauto, te recuerdo, te lloro como a un amigo perdido. Elevo mis
oraciones al cielo, pido por ti. Por lo que fuiste para nosotros, los cubanos, sólo
me queda desearte: ¡Descansa en paz!
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