Aclaración
sobre opciones
Lázaro Raúl González, CPI
HERRADURA, Pinar del Río, abril (www.cubanet.org) - Según
declaró recientemente un importante senador de Chile, el gobierno de
aquel país debería votar en Ginebra "en contra de Cuba".
Realmente, el congresista chileno debió recomendar que su país
votara no en contra de Cuba, sino del régimen que impera en la Isla, por
la fuerza, desde hace 43 años.
En el pasado reciente esta confusión ha sido nefasta para el pueblo
cubano. Países como México y Brasil se han ratificado en su posición
de no condenar la violación de los derechos humanos en Cuba, por
considerar que este tema concierne a la soberanía de la Isla.
Pero el pueblo cubano carece de cualquier atributo soberano. El parlamento
nacional está íntegramente constituido por personeros
oficialistas. El ministerio de Justicia es una dependencia al servicio del
gobierno. La Constitución vigente garantiza únicamente los
intereses del régimen. El cuerpo jurídico del país sataniza
cualquier intento antioficialista.
Tampoco puede el pueblo de la Isla ejercer algún tipo de control a
través de los medios de prensa, pues éstos son propiedad del
estado.
Simplemente el régimen castrista, como un rey del Medioevo, ejerce el
poder omnímodamente, con todos los privilegios y desafueros propios de un
soberano. Y es un soberano abusador.
A los opositores políticos, a los periodistas independientes, a los
simples activistas de derechos humanos o a cualquier miembro de la pacífica
sociedad civil los hostiga, vigila, encarcela y los humilla hasta el rango de no
persona.
Así pues, sobre el mapa de la Isla simultanean ahora mismo su
existencia un gobierno arbitrariamente represivo y un pueblo tiranizado, carente
de espacios legales para trabajar y convivir democráticamente.
De un lado se encuentra un régimen dictatorial, con un número
récord de cárceles superpobladas. Del otro lado, una población
injustificadamente hambreada y sin libertad para denunciarlo.
Votar en la comisión de Ginebra en contra del gobierno de Fidel
Castro favorecería la causa del ideal democrático, y alimentaría
las esperanzas que alberga el pueblo cubano de vivir en libertad.
Establecida la distinción, queda a los gobiernos latinoamericanos
elegir su opción: por el reconocimientos de los derechos del pueblo
cubano, o por la validación de un régimen totalitario.
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