El proceso en Miami ha puesto en evidencia que la guerra fría
sigue viva entre ambos países
ROSA TOWNSEND | Miami. El
País. Martes, 28 de agosto de 2001
En Cuba son héroes dispuestos a darlo todo por la patria. En Miami,
villanos al servicio de un régimen que los exiliados anticastristas
quieren sentar en el banquillo de algún tribunal internacional. Los cinco
cubanos, espías confesos, esperan sentencia en la prisión federal
de esta ciudad y al menos tres de ellos enfrentan cadena perpetua. Fueron
condenados en junio en el primer juicio por espionaje de la historia entre EE UU
y Cuba, un proceso que ha servido de catarsis al exilio cubano y ha puesto al
descubierto que la guerra fría entre Washington y La Habana sigue tan
activa como hace 40 años.
Recientemente hubo otra muestra, estilo John Le Carré, que
caracteriza las relaciones entre ambos lados del Estrecho de Florida. Los espías
tuvieron que recurrir a un juez para que EE UU les permitiera, por primera vez,
recibir la visita de diplomáticos cubanos, un derecho reconocido en el
Convenio de Viena para cualquier ciudadano encarcelado fuera de su país.
Los prisioneros de guerra están además en celdas de confinamiento
solitario. Todo como de película, pero con elementos muchos más
inquietantes en la realidad que vive el gueto cubano de Miami.
Los exiliados están convencidos de que la condena al cerebro de la
Red Avispa, Gerardo Hernández, por conspirar para que aviones Mig cubanos
derribaran en 1996 dos avionetas de Hermanos al Rescate matando a sus cuatro
pilotos, es la 'prueba' que necesitaba el gobierno de EE UU para imputar
criminalmente a Fidel Castro.
No pasa una semana sin que traten de presionar a la Casa Blanca para que actúe
en esa dirección. Hace algunos días, por ejemplo, José
Basulto, director de Hermanos al Rescate, le escribió una carta al
gobernador de Florida, Jeb Bush, pidiéndole que gestione una reunión
con su hermano, el presidente Bush, porque le quieren llevar 100.000 firmas pro
enjuiciamiento del presidente cubano.
También a raíz del veredicto de los espías, la línea
de acción trazada por los ideólogos del exilio radical es la búsqueda
internacional de un juez que encause a Castro por 'delitos de lesa humanidad'.
La Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA) lidera la campaña y
ya se ha gastado más de un millón de dólares (unos 200
millones de pesetas) en viajes a varios países donde existen, en su opinión,
víctimas o documentos que apoyan su causa ante la justicia. Lo han
intentado sin éxito en España y ahora están activamente
tratándolo en Argentina.
Los espías que llegaron del trópico a comienzos de los años
noventa lograron en parte su misión de infiltrar a sus dos mayores
enemigos, EE UU y los exiliados radicales, hasta que el FBI los detuvo el 12 de
septiembre de 1998. Tras escuchar decenas de testimonios y revisar 1.600 páginas
de los mensajes cifrados que enviaron a La Habana, un jurado de 12 personas
-ninguna cubana- declaró culpables a Gerardo Hernández, Ramón
Labañino, Fernando González, Antonio Guerrero y René González
de conspirar para cometer espionaje contra EE UU y penetrar organizaciones del
exilio e instalaciones militares norteamericanas.
Sus abogados arguyeron en vano que habían espiado para duplicar las
labores de inteligencia de EE UU en Cuba y, ante todo, para defender a su patria
de los actos de provocación del exilio, al que acusaron de sabotajes en
la isla. La sala de juicios del Tribunal Federal de Miami pareció durante
seis meses un pleito de trapos sucios de familia, cubanos de la isla contra
cubanos de Miami. El veredicto redimió las frustraciones del exilio que
llevaba cuatro décadas advirtiendo que Miami estaba inundada de agentes
007 de Fidel.
Los cinco procesados eran parte de la Red Avispa, en la que al menos
trabajaban 14 operativos, según el FBI. La captura en la madrugada del 12
de septiembre de 10 de ellos fue presuntamente detonada por la desbandada que
protagonizaron dejando atrás un ordenador con datos cruciales.
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