Los amigos
aconsejan
Manuel Vázquez Portal, Grupo Decoro / CubaNet
LA HABANA, septiembre - Mi abuelo Don Pablo Vázquez era un sabio
rampante. Y esto lo he dicho varias veces. Al pan le llamaba pan y al vino no le
daba otro nombre. Me acostumbré a esos códigos sencillos,
honrados, valientes.
Siempre me dijo que si los consejos sirvieran para algo no se darían,
todo lo contrario, se venderían, y caros. También opinaba que todo
el mundo aconsejaba mucho mejor de lo que actuaba. Por otra, parte creía
que aquello de que "el que no oye consejo, no llega a viejo" era burda
manipulación para reblandecer la opinión propia; que era mejor
morirse temprano con creencias propias, que arribar a la ancianidad con más
colores que el camaleón. No le gustaban los mutantes.
Y no es que yo esté en contra del debate de las opiniones ni de
aceptar aquélla que resulte más útil, más justa, más
inteligente; pero, a la vez, tiene que ser la más honrada, la más
decorosa, la más reconfortante material y espiritualmente. Las opiniones,
los consejos que conllevan cobardía, concesiones, oportunismo,
deslealtad, humillación, las rechazo de plano.
Cuando los amigos aconsejan hay que oírlos. Puede ser que uno esté
equivocado, y tenga que rectificar. Ningún amigo aconseja con malsanidad.
Pero si el amigo está equivocado, o nos quiere conducir por derrotero
inaceptable, ya por convicciones morales o por diferencias conceptuales, no hay
que acusarlo de infidelidad, flaqueza, aprovechamiento. Hay que explicarle por
qué uno prefiere morirse antes que ceder.
Algunos me han aconsejado que deje de hacer periodismo independiente para
que la policía política cubana me otorgue, al fin, el permiso de
salida del país, que he solicitado después de haber sido aprobado
como refugiado por el gobierno norteamericano, y que ellos han retenido desde
octubre del año pasado.
Mi respuesta ha sido siempre la misma. Mis derechos los exijo, no los
mendigo. Y es mi derecho vivir donde me plazca. Si ellos violan ese derecho, que
sean ellos los juzgados. Yo tengo el derecho, la entereza y la resistencia
necesaria para no doblegarme. Ellos tienen el limitado poder de retenerme contra
mi voluntad, lo cual verifica su tiranía y su impotencia. Yo, en
realidad, no quiero abandonar mi país, quiero cambiarlo para que no
impere en él el voluntarismo, el caos económico, el unipartidismo
y el permanentismo político de una sola tendencia, y quiero hacerlo de
manera pacífica, civilizada. Ellos no me permiten ninguna de las dos
cosas. No tengo otra alternativa que resistir sin hacer concesiones. Ni me voy
ni me callo. Me voy y no me callo. Ambos son mis derechos. Podrán negarme
la partida, por lo que son y serán juzgados, pero no pueden ni podrán
negarme la voz. Ellos deciden, mientras puedan.
Por eso le aconsejo a mis amigos que no me aconsejen traicionarme. Nací
escritor, periodista, emborronador de papeles, lo que sea. Y voy a morirme así.
Más tarde o más temprano, pero así. Y sin que nadie pueda
decirle a mis hijos, a mis nietos, que cambié mis convicciones. No hago
periodismo independiente para marcharme, sino para quedarme en la memoria de mi
pueblo, y eso ya está ocurriendo. Mi muerte, mi prisión, no harán
más que propagar mi permanencia.
Esta información ha sido transmitida por teléfono,
ya que el gobierno de Cuba no permite al ciudadano cubano acceso privado a
Internet. CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores, y autoriza
la reproducción de este material, siempre que se le reconozca como
fuente.
|