Rudesindo se
"informatiza"
Manuel David Orrio, CPI / CubaNet
LA HABANA, septiembre - Un atronar por el pasillo que conduce al apartamento
donde resido y el consiguiente asalto a la puerta me avisó de la llegada
de Rudesindo, mi vendedor de periódicos preferido. A la mano, un ejemplar
del oficioso Granma, donde por primera vez al interior de la isla se publica el
reporte oficial que permite evaluar aproximadamente el grado de informatización
de Cuba, hasta ahora considerado como uno de los países más
retrasados del orbe en ese aspecto, de seguirse a las estadísticas de
Naciones Unidas, lo que subraya la contradicción existente entre el grado
de instrucción alcanzado por el cubano de a pie y su misérrimo
acceso a las corrientes de información, entendidas en términos
internacionales.
Ignacio González Planas, ministro para la informática y las
comunicaciones, declaró que solamente en el 2001 se habían
instalado en la isla más computadoras que todas las puestas en servicio
hasta 1997 y reveló, ¡por fin!, el número de esos equipos
existentes en Cuba. Según él, unos 220 mil y el 60 por ciento de
ellos enlazados en red.
Como es bastante usual en la prensa oficiosa, donde el lector tendría
la oportunidad de repasar con calma, ni soñar de que el diario Granma
apunte una cifra exacta. Rudesindo acostumbra a ironizar sobre tal práctica
con cierta frase que otra vez sale a colación: "El vicio del
'redondeo' se los come por las patas".
Rudesindo es maestro jubilado. Entre hijos ubicados en la nomenclatura
gerencial isleña y familia residente en el exterior -remesas llegan "como
la caballería", y Dios aprieta pero no ahoga- no necesita vender
periódicos en las calles de La Habana. Pero él lo hace para
entretenerse, de paso es agudo testigo de los andares capitalinos, cual si un Sócrates
fumador de tagarninas infernales sondease el alma habanera. Cada cierto tiempo
atruena mi puerta, para echarme sobre la mesa el ejercicio de su duda metódica.
Rudesindo, que me llena la casa de humo y proyecta la voz cual si aún
estuviera en el aula, llegó esta vez para exigirme la evaluación
de "cómo anda la cosa" en materia de informatización, a
la cubana. El es así, los amigos se aceptan con virtudes y defectos,
entre éstos el de considerarme oráculo de Pueblo Nuevo. Nada bobo,
nada inculto, se concentra en dos indicadores de Naciones Unidas sobre los
cuales el ministro González nada ha dicho a la opinión pública
isleña, que conozca. Esos indicadores son existencia de computadoras
personales y de anfitriones de Internet por cada mil habitantes.
Intentar semejante evaluación pasa por apuntar salvedades. En primer
lugar, debe aceptarse el supuesto de que tanto los datos de Naciones Unidas como
los aportados por el ministro involucran a todas las computadoras personales
existentes en los países considerados, independientemente de su forma de
propiedad.
Sobre esa base, es esperable que en naciones donde la adquisición de
computadoras no tiene restricciones explícitas o implícitas haya
cierto equilibrio entre las estatales y no estatales. No es el caso de Cuba,
donde puede afirmarse que un descansado 95 por ciento pertenece de un modo u
otro al gobierno de Fidel Castro y sirve a sus fines nobles y no tan nobles,
aunque aún en esas condiciones un efecto de irradiación
virtualmente imposible de estimar se produce hacia la sociedad civil. Las
personas asociadas a la computación en sus cargos laborales ingresan a
las dinámicas de la informatización, lo que cambia radicalmente su
disciplina de pensamiento, no precisamente en favor del totalitarismo.
De modo que, aunque la informatización de la sociedad cubana es ante
todo de carácter estatal, no puede perderse de vista ese efecto de
irradiación. Por su propia lógica, el proceso es progresista, más
allá de las retrancas gubernamentales que le retrasan e indica con carácter
creciente que el demócrata cubano -base de la democracia- se hace adulto
a la sombra de las computadoras.
Sobre tal supuesto, la existencia en Cuba de unos 220 mil de esos equipos
significa que se cuenta con alrededor de 20 por cada mil habitantes, lo cual
situaría a Cuba en el lugar 62 de los 109 países que ofrecieron
ese dato al Informe de Desarrollo Humano del 2000, así como la ubicaría
en el escaño 21 de las 48 naciones de desarrollo humano medio que también
aportaron esa información. Nada del otro mundo, aunque se trata de un
salto de calidad al comparar con 1997.
Mucho más difícil es estimar el número de anfitriones
de Internet. Las declaraciones del ministro González son lo
suficientemente ambiguas como para sospechar en ellas la intención de
ocultar el dato. Según las mismas, alrededor de 132 mil computadoras están
enlazadas en red, lo que no significa que accedan al Internet, quede claro.
De acuerdo con estadísticas de Naciones Unidas, al filo de 1998 Cuba
contaba con la vergonzosa cantidad de 0,01 de esos anfitriones por cada mil
habitantes, para calificar como la nación número 122 de 174
analizadas por el Informe de Desarrollo Humano del 2000. Suponiendo que esas 132
mil computadoras estuvieran en capacidad de colocarse en calidad de anfitriones
de Internet, la isla podría llegar al listón de los 12 por mil
residentes, sólo un tercio de lo alcanzado por los países de la
OCDE, más o menos un décimo de lo logrado por Estados Unidos.
Cuba es país donde el acceso a Internet sólo puede realizarse
con permiso estatal, una de las más indignantes coyundas de la
post-modernidad. Paradójicamente, si tal censura no existiera, Cuba podría
situarse a la cabeza de los países de desarrollo humano medio en lo
respectivo a ese indicador. Prueba contundente de cómo la falta de
libertad subdesarrolla a los pueblos.
Rudesindo, después de un café, me aceptó una breva
Romeo y Julieta previsoramente comprada para escapar del atentado a la ecología
que representan sus tagarninas infernales. Como todo un maestro de la Cuban
ebullition descrita por el gran Fernando Ortiz, interrogó: "Ven acá,
muchachón. ¿Y qué es lo que hay con esas computadoras carísimas
que ya se están vendiendo en las tiendas, que aunque caras, están
ahí? ¿Por qué tú no tienes una, acaso no hay 'plata'
para que los periodistas independientes inicien el 'cacharreo' con equipos
legalmente adquiridos?
Evado dar respuesta. A veces, Rudesindo "me pone en tres y dos",
como se dice en baseball. Pero, buen amigo, "no me lleva contra la pared",
como afirman los esgrimistas. Vuelve a concentrarse en el número de
computadoras que hay en Cuba, lo que me da oportunidad para escapar por medio
de un informe sobre las restricciones gubernamentales a la importación no
comercial de esos equipos, luciferinamente obstaculizadas no sólo por
medio de obligados permisos especiales, sino además por el tope a 250 dólares
como valor total de las citadas importaciones per cápita permitidas, lo
que casi imposibilita a cualquier ciudadano del mundo regalar una computadora a
un nacional residente, más allá de ciertos devaneos y rumores
sobre sobornos aduaneros. Una vez más, la falta de libertad actúa
como la mejor aliada del subdesarrollo.
El problema de hoy en materia de informatización en Cuba es
incrementar a toda máquina el número de computadoras y emprender
lo que sin dudas debe ser abordado como una segunda campaña de
alfabetización. La virtual obligatoriedad para lo no estatal de tener que
"comprar a Castro, a los precios altos de Castro", muestra una vez más
cómo intentar un desarrollo "limitado" a las necesidades del
poder sólo conduce a perpetuar un subdesarrollo frente a otros. El
espectacular avance registrado por la isla en los últimos tres años
ni se acerca a superar la brecha que le separa del Primer Mundo en materia de
computación, en país cuya población se ha instruido bajo la
expectativa de formar parte de aquel, por historia y por idiosincrasia. ¿Cuánto
se ha dejado de avanzar por no permitir la libre y legalizada importación
no comercial de computadoras? ¿Cuánto las restricciones
norteamericanas al envío de remesas están impidiendo a muchos
cubanos "comprar los equipos a Castro" y emprender así un
camino que por lógica ineluctable sólo conduce a la democracia? Tómese
nota; la lectura esencial de tales preguntas radica en que se está
negando, al cubano de a pie, el lápiz y el papel de la post-modernidad.
Las volutas de humo del Romeo y Julieta ascienden al techo del apartamento
donde resido y trabajo. Rudesindo, la mirada medio ausente, me dice: "Tienes
razón. No existe motivo aceptable para que mi hermana no pueda elegir
entre enviarme una computadora o remitirme el dinero para comprarla aquí.
Aunque sea de segunda mano, y con eso empezar. Se ve muy mal eso de un maestro
jubilado que comienza a ser un analfabeto funcional".
Rudesindo se marcha. Pero esta vez no se va con un alegre y conocido
portazo. Cierra la puerta, con la suavidad de los duendes.
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