Zoé Valdés. Publicado el lunes, 17 de
septiembre de 2001 en El Nuevo Herald
París -- Leo que Fidel Castro se siente horrorizado ante los
atentados en Estados Unidos y que aconseja crear una internacional contra el
terrorismo. El monstruo sin escrúpulos quiere que la prensa hable de él,
puesto que ya a nadie, erróneamente, le importa su persona. Voy a
mencionarlo a pesar de que pronunciar su nombre es hacerle un egbó o
purificación de lengua.
En uno de sus primeros discursos Castro no vaciló en amenazar al
mundo con ataques terroristas, argumentando: "Si quisiéramos podríamos
ser excelentes terroristas''. ¿Cuándo había dejado de serlo
ese gangstercillo que convirtió a Cuba en su camorra?
¿Cómo puede tener cara Castro de manifestarse en estos momentos
de dolor que atraviesa el mundo ante los atentados en EU? El ha sido uno de los
principales pilares del terrorismo mundial, y uno de los que más ha
alentado a ir en contra de EU; el que no vacila en enviar manifestantes
antiglobalistas a Argelia, y darles instrucciones a los movimientos
antiglobalización, globalizando de esta manera el terrorismo.
En Cuba se han entrenado y refugiado --continúan haciéndolo--
terroristas de toda clase: ETA, la IRA, y los guerrilleros de toda América
Latina, Hugo Chávez, Tirofijo, los sandinistas, y el subcomandante
Marcos, los Panteras Negras americanos, entre otros. Recuerdo que allá
por principios de los años 80 la hija de una amiga de mi madre era novia
de uno de la OLP. Una noche nos invitó a cenar al Centro Arabe en el
Paseo del Prado. De allí el tipo nos montó en su auto y nos llevó
a un campamento donde residía, con toda la pinta de militar, y situado
justo al lado de una unidad militar. Pero en aquella época todos pensábamos
que estábamos ayudando al mundo a desembarazarse del capitalismo brutal.
Era lo que nos metían en la cabeza cuando la isla todavía vivía
cerrada al turismo y sólo nos visitaba la calaña terrorista
mundial; ah, y los bolos, o sea, los soviéticos. Los tiempos han
cambiado, pero no para mejor, sino para enmascarar aún más al
dictador, para hacerlo más cínico.
Estalló el avión contra la primera torre del WTC, yo estaba
escribiendo mi columna para El Mundo, pensé con honda pena que el Coma
Andante estaría muy satisfecho. El, que siempre ha gozado esa relación
de amor y de odio con los americanos, que no es más que fascinación,
luego convertida en ansias locas de destrucción. Así, él
sigue siendo ese gallego oriental oriundo de Birán, que envidiaba a La
Habana, y por eso empezó a destruir el país empezando por su espléndida
capital.
Estoy de acuerdo con algunas opiniones que no dudan que, en caso de que el
autor de los recientes atentados haya sido Bin Laden, el criminal millonario no
actuó solo, sino que fue apoyado como mínimo por un estado. ¿Y
por qué no por varios estados? Siempre me resultó rara la reunión
que mantuvieron Fidel Castro y Hugo Chávez hace pocos meses con los
mandatarios Sadam Hussein, Ghadaffi, y creo que estaba también Yasser
Arafat.
La imagen de éste último donando sangre es increíble,
aunque de alquilar palco; quien ordena entrenar a niños kamikazes para
matar, después que ha acallado a su mujer y prácticamente la ha
desaparecido para que no opine sobre él.
Sigamos. Sobre la reunión se dijo que a Chávez y a Castro les
interesaba subir el precio del petróleo --bueno, ahora lo han conseguido.
Y los medios de prensa barajaron que Castro hacía esta gira ya que debido
a su enfermedad se despedía así de sus aliados árabes.
Esto es un dato excepcional para sospechar de la participación de
Castro. También la fecha del 11 de septiembre, número clave en su
vida. Sabe que le quedan dos afeitadas como máximo, no vacilaría
en hundir, no ya a Estados Unidos, al planeta entero. Si durante la "crisis
de los misiles'' estuvo a punto de provocar la Tercera Guerra Mundial, no dudo
que los asesinos hayan viajado de La Habana a Canadá o a Miami, y de ahí
a Boston. No dudo nada porque estoy convencida de que uno de los que hoy domina
al mundo con hipocresía y cinismo se llama Fidel Castro. Y fíjense:
en Durban reclama que las víctimas del esclavismo sean indemnizadas y
todos sin excepción le aplauden, y en el documento final pretenden
incluir su capricho; entre tanto, once millones de esclavos cubanos sobreviven
aterrorizados en la isla, y nadie pone en tela de juicio la responsabilidad del
dictador.
Todos le invitan. Incluso, en breve hubiese visitado precisamente New York,
para la Reunión Mundial de la Infancia, a la que se comentó que
pensaba llevar al niño Elián González como símbolo
de la libertad. No me canso de denunciar a Castro porque temo ante lo que ocurre
a mi alrededor, cuando veo a tantos jóvenes vestidos de militares
guevaristas, sucios, despeinados, heridos como fieras. Inmersos en el bla, bla,
bla de hay que acabar con el imperio norteamericano sea como sea, con la
venganza como estereotipo. Cuando veo a un grupo de teatro infantil francés
cuyos instructores llevan a los niños a Chiapas para representar una obra
donde los francesitos empuñan fusiles de mentira y van encapuchados
imitando al subcomandante Marcos, me aterro. Cuando constato que cantantes de éxito
usan como marca de publicidad la lucha contra el capitalismo y lo reducen a
violencia, a temas donde la palabra clandestinidad toma una fuerza sentimental
en contra de la democracia; cuya hipocresía no les impide pasearse desde
Chiapas a una pasarela neoyorquina, tiemblo.
Tiemblo porque yo viví ese terrorismo psicológico, bastaba ser
un niño cubano, obligatoriamente debías ser pionero comunista a
los siete años, el estado tenía más poder sobre ti que tus
padres, y cada mañana en el matutino te daban tu buen lavado de cerebro
asistido con himnos y consignas. ¿Es esto lo que quiero que ocurra para
salvar a los pobres de los ricos? No, sin titubeos, no; no quiero esto para mi
hija que estudia en una escuela pública francesa; por eso la saqué
de Cuba, para ahorrarle la revolución.
Los terroristas declarados, y los tapiñados, fabrican aliados en
cualquier parte. Cuidado, una mañana despiertas y solamente por seguir la
moda puedes transformarte, sin sospecharlo, en uno de ellos.
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